Redacción MX Político.- El movimiento de protesta contra los feminicidios nos fuerza a reflexionar sobre la profunda gravedad de patrones sociales que normalizamos en México. Es preocupante que entre los 36 países miembros de la OCDE, seamos el segundo con menor participación laboral femenina, sólo superado por Turquía. Eso fomenta que las mujeres dependan económicamente de sus padres o de sus parejas, condición que potencialmente las mantiene atadas a situaciones de abuso. Económicamente, nos perdemos de la enorme contribución que podría provenir de mujeres. En momentos en los que nuestro crecimiento demográfico se desacelera, es más importante que nunca incorporarlas.
Es inocente pensar que podemos cambiar patrones sociales y valores profundamente arraigados de la noche a la mañana, o por decreto. Pero la cultura evoluciona. En las viejas series de televisión estadounidenses vemos que conductas que eran toleradas hace 15 o 20 años, hoy claramente ya no lo son. Incorporemos políticas públicas que fomenten cambios deseables. Algunos ejemplos: cambiemos la unidad de fiscalización de familia a individuo, para evitar que se eleve la tasa marginal de impuesto para la familia cuando las mujeres trabajan. Hay que incrementar el acceso a guarderías y estancias infantiles, mejorar su calidad, subsidiarlas y hacer deducible su costo. Hay que legislar para hacer extensivo el pago de semanas de maternidad a hombres (y penalizar si no se toman), no sólo para aumentar su participación en el cuidado de infantes, sino para evitar hacer más atractivo contratar hombres.
Si bien en México hay acceso razonable de mujeres a educación hasta la preparatoria, es importante elevar el nivel de aspiración profesional de las jóvenes que optan con demasiada frecuencia por carreras en comunicación o diseño, y con demasiada poca por ingenierías o ciencias. Empresas y empresarios también tienen que generar consciencia. Fomentemos la permanencia de las mujeres en las empresas, para que les sea posible construir carreras gratificantes, ofreciendo flexibilidad de horarios y condiciones que permitan trabajar desde casa. Es tan importante la inclusión de mujeres en puestos directivos y consejos de administración, como lo es fomentar pago igual a iguales responsabilidades y sentar políticas que eviten preguntas en entrevistas que invitan a discriminar: ¿eres casada?, ¿tienes hijos?, ¿quieres tenerlos?
Nuestra cultura machista no se desarrolló sola, ni excluye clases sociales. Es fomentada por hombres y mujeres. Detrás de cada macho hay una mamá que hace que las hijas atiendan a sus hermanos, y que no distribuye con equidad las tareas de la casa; hay un papá que les dice a sus hijos que llorar es de niñas, o que impulsa el uso de violencia física como prueba de hombría. He oído a papás educados decirles a sus hijas: “hoy me pides permiso a mí, después se lo pedirás a tu marido”; y a mujeres inteligentes, económicamente autosuficientes, soportar que sus maridos les digan “no te mandas sola”. El machismo existe porque lo permitimos y fomentamos.
Revertir la brutal marginación y abuso a las mujeres en nuestra sociedad implica un esfuerzo de todos. Por eso, es un error rechazar que hombres se solidaricen con las manifestaciones feministas. Resolver el problema requiere que todos cambiemos nuestra conducta. El lenguaje importa. Evitemos chistes sexistas que promueven estereotipos no deseables. Antes de usar lenguaje peyorativo hacia cualquier mujer, imaginemos que alguien habla así de nuestras hijas o hermanas. Castiguemos con rigor el acoso sexual en sitios de trabajo.
De acuerdo a datos del INEGI, un tercio del total de las mujeres encuestadas en zonas urbanas fueron víctimas de alguna forma de violencia de género tan sólo en la segunda mitad de 2019. Urge facilitar denuncias, abatir impunidad, crear estructuras que provean seguridad en calles y transporte público y, sobre todo, es indispensable que nos demos cuenta de la gravedad de la situación que las mujeres en nuestra sociedad enfrentan todos los días. ¡Ya basta! [Agencia Reforma]
@jorgesuarezv
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