Anahía García Jáquez
Riviera Francesa. Década de los 50´s. Cécile y su padre Raymond pasan el verano vacacionando en una casa alquilada. Al ser huérfana, ella está acostumbrada a ser todo para él, pero eso está por cambiar una vez que empiezan a llegar otras mujeres a esa casa, por lo que Cécile se sentirá amenazada y hará todo lo posible por dejar de estarlo.
Buenos días, tristeza es un trabajo de la escritora francesa Francoise Sagan, quien escribió este texto a la tierna edad de 19 años, lo que la convirtió en toda una revelación de las letras en su país. Y es justo ahí donde sitúa su relato, para ser más específicos, la Costa Azul, que es donde también se dan cita Elsa y Anne, dos mujeres que lo único que tienen en común es su interés por Raymond. La primera es una joven superficial y frívola y además es la novia del hombre de la casa, mientras que la segunda es una mujer hecha y derecha amiga de la fallecida madre de Cécile, y por lo tanto, no podría ser más distinta a este padre y a su hija, por lo que llega a alterar el funcionamiento de las vidas de ambos.
La autora nos presenta a su protagonista y permite que ella sea quien cuente su historia y que nos describa los escenarios así como la gente que se va incorporando a este ambiente que, a simple vista, no se ve que sea el ideal para una adolescente de 17 años, puesto que la única persona joven, aparte de ella, es un chico llamado Cyril que ya está en sus 20´s y con quien tiene una relación. Y es así como el lector se dará cuenta que su historia da para mucho pues toca varios temas importantes.
Al adentrarnos en este mundo de la adolescencia, podemos ver lo que sucede cuando un joven crece sin límites algunos ya que Raymond es muy laxo a la hora de educar a su hija, llevándola con él para introducirla en un mundo lleno de adultos de un nivel socioeconómico alto, donde prevalecen la frivolidad y las conductas hedonistas. Es de esperarse que Cécile sea una niña mimada que está acostumbrada a estirar su mano y recibir, con el conocimiento erróneo de que todo lo merece, por lo que, de una manera bastante crítica, se nos muestran las consecuencias del libertinaje tanto en las conductas individuales como en la educación de los hijos.
Así mismo, al ser hija única y huérfana de madre, Cécile considera que el mundo de su padre gira (o debe de girar) en torno a ella, por lo que, al encontrarse con estas dos mujeres, entra en un conflicto hasta que se rinde ante la presencia de Anne, quien se convierte en lo más cercano a una figura materna, de la cual ha carecido, y quien le brinda, o al menos lo intenta, algo de estabilidad, esa que pide a gritos de manera inconsciente.
Buenos días, tristeza es un texto corto que se disfruta mucho, ya que los celos, la venganza y el resentimiento son el condimento perfecto para una historia que, si careciera de ellos, podría pecar de plana o hasta aburrida. El lector llega a involucrarse con la historia por lo que, al final del texto, disfrutará la conclusión y será testigo de la evolución de la protagonista, quien convierte esta villa en su campo de juegos en los que moverá piezas y manipulará eventos y circunstancias, todo con el firme propósito de salirse con la suya y sobre todo, que nada cambie pues, en su mente, todo funciona bien y es perfecto así como está. Y si alguien intenta alterar el orden natural de las cosas, ahí estará Cécile para encargarse de restaurarlo, cueste lo que cueste.
Buenos días, tristeza. Francoise Sagan. 1954. Editorial Tusquets.