Desde Filomeno Mata 8
Mouris Salloum George*
La agricultura de exportación en México tiene una característica productiva que sostiene la cadena de valor: Especialmente en variedades de hortalizas y legumbres, no se emplean los hallazgos de la tecnología. En productos como el tomate, la cosecha de encomienda a jornaleros que obran manualmente la recolección para no malograr su calidad.
A eso se debe que, en los grandes valles del noroeste mexicano, hasta San Quintín, Baja California, y de ahí hasta el Valle Imperial, California, el grueso de la mano de obra lo forman familias indígenas que, por su baja estatura y su destreza, son aptas para tomar el fruto y empacarlo, soportar largas jornadas a pleno sol, en condiciones insalubres y a un costo laboral mínimo.
Vicente Fox decía, cuando le reclamaba a George W. Bush la “enchilada completa”, que los mexicanos cumplen en los Estados Unidos tareas que ni los negros quieren hacer.
Dos millones de jornaleros expuestos al “cosechas y te vas”
Aquel tipo de recolector mexicano es el que requieren granjeros de los Estados Unidos para determinados productos agrícolas, de suerte que, del surco al supermercado, no desmerezcan en calidad ni precio.
El mercado laboral agrícola estadunidense ocupa a unos dos millones de jornaleros: Casi 90 por ciento es de mexicanos; indocumentados la mayoría, expuestos a expulsión cuando terminan los ciclos agrícolas. Cosechas y te vas.
El hecho de que El Capitolio tenga en agenda una iniciativa de ley que estimula la contratación por los granjeros de personal aun con papeles falsos o visas temporales, no exorciza la Espada de Damocles de deportación que pesa sobre nuestros compatriotas transtrerrados cuando así se le antoje al Departamento de Migración.
Tema tabú que no tocaron negociadores del T-MEC
De lo poco que se conoce del T-MEC, ese drama de los jornaleros mexicanos en la Unión Americana permanece como tema tabú en la incesante gacetilla que pretende convencer a quien quiera ser convencido de que nos quedamos con las perlas de la virgen.
Según la exposición de motivos de iniciativas de ley desde George W. Bush, el sector agrícola es el pilar de la economía de los Estados Unidos. Conforme los departamentos de Agricultura y del Tesoro, los granjeros merecen subsidios públicos para competir en el mercado internacional de productos agroalimentarios. Y se les otorgan.
De este lado, nuestros productores rurales tienen que rascarse con sus propias uñas. No sólo carecen de subsidios. En el Presupuesto de Egresos de la Federación de 2020 se le ha recortado casi un 30 por ciento a la partida etiquetada a la Secretaría de Agricultura y Ganadería.
Las ventajas comparativas, pues, siguen siendo el sello de las políticas para la clase trabajadora y gancho para la atracción de inversión extranjera. El neoliberalismo cambia de piel; no de entrañas.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.