DE FRENTE Y DE PERFIL
RAMÓN ZURITA SAHAGÚN
Casi cincuenta años han pasado desde que en México se inició la lucha para erradicar el narcotráfico y eliminar la siembra, cultivo y producción de estupefacientes, sin que consiga el éxito.
El decomiso en el rancho El Búfalo en los años ochenta del siglo pasado fue uno de los grandes logros de un gobierno mexicano que, en la actualidad, se muestra indefenso ante el crecimiento de los grupos delincuenciales y de la violencia asentada en la mayoría de las entidades del país.
Unas veces más y otras menos, el empeño de los sucesivos gobiernos mexicanos no ha conseguido el éxito en la lucha contra la operación criminal, aunque si ciertos logros.
La Operación Cóndor fue el inicio de la cruzada contra el narcotráfico y quien fue puesto al frente de la misma es el hoy Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, quien a mediados de la década de los 70 del siglo XX poco pudo hacer en este propósito, aunque fue el inicio de la participación del sector castrense en el intento de erradicación de los sembradíos de amapola que, en aquel entonces, se restringían a Sinaloa y otras pocas entidades del país como Guerrero y de ahí surgió una nueva forma de vida de la clase campesina, que comenzó a ser explotada por aquellos líderes de los nacientes cárteles.
Los grupos delincuenciales (conocidos después como cárteles) se iniciaron en Sinaloa y después se ramificaron en otras entidades del país. De Sinaloa salieron hacia Tijuana, Guadalajara y Ciudad Juárez, principalmente, donde cada uno de los precursores formaron su propio grupo.
Tamaulipas fue otra de las entidades que permitió la formación de sus propios cárteles, dando paso a otros grupos que operaron en ese estado y se multiplicaron en Nuevo León y Coahuila.
El éxito de estos grupos delincuenciales se expandió hacia el sureste y el centro del país, en algunos de esos estados se dejó sentir la presencia de los cárteles del norte y en los del centro se dio paso a la creación de propios y ajenos a los del norte.
Fueron tiempos distintos en que los grupos delincuenciales dejaban sentir su presencia, aunque se ajustaban a ciertas normas y su negocio era la venta de estupefacientes y a la exportación de los mismos, aunque ya la producción era notoria, por lo que se pasó del dicho que asentaba “México es el trampolín” al cultivo y producción masiva de drogas, cuyo principal mercado es el de Estados Unidos.
Inició la lucha por los territorios, ya que anteriormente cada uno de los grupos delimitaba sus espacios y se mostraba respeto hacia ellos.
El Ejército seguía inmerso en la quema de plantíos y en la vigilancia y supervisión de los lugares en que se presumía eran los más proclives del cultivo, sin que se consiguiera erradicar la producción.
Nuevos métodos fueron puestos en operación y la creación de drogas sintéticas encontró su mercado natural en México. En ese tiempo, el Ejército continuaba siendo el baluarte de la lucha contra el narcotráfico, aunque no en forma tan activa como lo hace ahora.
Fue entonces cuando la delincuencia encontró otro tipo de mercados y de la siembra, producción y venta de drogas pasó a otros terrenos. Los secuestros fueron una gran veta a finales del siglo XX e inicios del XXI, siguió la extorsión y ahora el cobro de cuotas para protección.
Este último delito es parte ahora del gran problema que vive el país, ya que la protección no se restringe hacia los grandes negocios, pues los delincuentes gravan hasta los pequeños comercios en mercados, vendedores y puestos ambulantes, dándose la disputa por las plazas.
En la actualidad el Ejército y la Marina son los ejes del combate al narcotráfico y a la delincuencia organizada en general y se encuentran en una posición desventajosa, ya que mantiene órdenes precisas de ejercer bajo el código de abrazos no balazos y de esta forma han sido objeto de escarnio por parte de los delincuentes.
En los casi 50 años de esta lucha, los gobiernos mexicanos han aderezado distintas combinaciones, sin que hasta el momento alguna de ellas hubiese funcionado.
El país requiere de una fórmula eficaz que frene esta ola de violencia que crece y se expande y que amenaza como uno de los grandes riesgos.
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