Durante todo el régimen presidencialista de México, la primera cirugía de la que se informó de manera oficial, fue la del panista Vicente Fox en el 2003, quien padecía de una compresión nerviosa de su columna vertebral. Ahora tocó el turno de informar también de manera abierta de la cirugía practicada al presidente Enrique Peña Nieto, en la que le retiraron un nódulo de la tiroides.
Felipe Calderòn no llegó a la sala de operaciones luego de caer de su bicicleta y fracturarse el hombro derecho, pero también del incidente y de sus posteriores cuidados y consecuencias en la agenda de la Presidencia se informó a la opinión pública con oportunidad.
En el momento en que se comunicó de la operación de Fox, llevada a cabo también en el Hospital Central Militar –como ahora la de Peña Nieto–, se advirtió que el mandatario debía ser intervenido de urgencia ya que un día antes de ese pronunciamiento el inquilino de Los Pinos en ese entonces, había “sufrido un fuerte dolor” en la espalda y que se extendía por la pierna izquierda lo que lo mantenía “incapacitado físicamente”.
La operación de Fox fue así, de urgencia, y fue entonces un punto de partida para que desde muchos planos de la opinión pública se replanteara si es o no importante para los gobernados conocer el verdadero estado de salud de los candidatos a cualquier cargo de elección antes de ser votados.
Por supuesto que en ese entonces como ahora, la reacción de la casa Presidencial fue el notificar que mientras se llevara a cabo la cirugía y los pacientes estuvieran anestesiados, los secretarios de Gobernación correspondientes, entonces Santiago Creel y ahora Miguel Ángel Osorio Chong, estarían al pendiente y al cargo de los asuntos de la agenda nacional, además de que cada secretario de Estado se mantendría al frente de su cartera correspondiente para enfrentar sus encargos. En resumidas cuentas, las respuestas se homogenizan para advertir que durante la anestesia es el único momento de ausencia involuntaria de los presidentes, aunque habría que anotar que Peña Nieto advirtió que ni modo que cuando durmiera noche a noche dejara su encargo.
Se entiende la óptica del poder. Pero no estaría mal la revisión constitucional a la ausencia de un presidente antes de los 60 días que en la misma Carta Magna se señala, pues el interinato del Secretario de Gobernación no abunda mucho en la certeza de cómo y quièn sucedería de manera formal al ausente.
No es un caso menor, ni tampoco inoportuno para abonar en esta discusión sobre la salud de los gobernantes el caso del mandatario con licencia de Michoacán, Fausto Vallejo, quien acumula dos ausencias justificadas y prolongadas, en tanto el estado con todo y gobernador interino se sume en la violencia, la muerte y el descontrol.
Acta Divina…Durante un vuelo de regreso al DF desde Veracruz, el presidente Enrique Peña Nieto aseguró que el nódulo del que ya fue operado, fue detectado hace siete u ocho años, tiempo en el que èl fue posponiendo la intervención quirúrgica.
Para advertir… Para rematar, en Michoacán empieza la desbandada de funcionarios del equipo de Fausto Vallejo.
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