Por Antonio Ortigoza Vázquez / @ortigoza2010
Especial Expediente Ultra
No parecen ser pocos los electores, en particular los de las clases sociales medias, que sienten estar confundidos con respecto a la decisión que tomarán el próximo 5 de junio.
Despulpemos este teorema y, así, identifiquemos sus componentes definiendo el concepto clases sociales medias y el comportamiento cívico y político de éstas.
También es importante definir los componentes la naturaleza de la confusión en la ciudadanía que, a nuestro modo de ver las cosas, es una realidad ineludible.
En igual veta, identifiquemos, aunque fuese de modo general, las causas reales y aparentes de esta confusión que advierte de forma objetiva en nuestro electorado.
Esa confusión se manifiesta, por un lado, en las dudas acerca de por quiénes votar para elegir al nuevo gobernador o gobernadora. Simple, no sabemos razonar el voto.
Y, por otro lado, esa confusión encoge los velos que suelen ocultar —o, al menos disfrazar— los imperiosos niveles de clase, estos denotan nuestros defectos como sociedad.
Ello se antoja cierto, a la luz de la experiencia histórica, la del hombre como ser social y, en particular, la del mexicano, pues nuestros defectos sociales se agudizan.
Y, por contrapartida, nuestras virtudes sociales se reducen, exhibiendo de esa manera una preocupante inmadurez política y estratificación ideológica de la ciudadanía.
Y tanto esa inmadurez política como la gradación ideológica que se registra en la ciudadanía representan una combinación conturbadora, por los alcances que logra.
Verdadero. Esa combinación conturbadora suele tener, según nos lo dice la historia de México, la consecuencia de la desunión entre mexicanos, polariza a la sociedad.
Ese es el efecto, históricamente letal, de esta combinación perturbadora. Desune. Divide. Nos separa. Nos lleva a odios, secuela, a su vez, de la lucha de clases, sumando las ideológicas
Debemos señalar que la lucha de clases es un hecho abrumadoramente real, científicamente establecido desde el siglo XVIII por las ciencias políticas y sociales.
Esa lucha es, pues, un fenómeno social cabalmente discernido y plenamente estudiado desde muchos ángulos y métodos.
La lucha de clases, se dice, es el motor mismo de la historia.
Esa lucha existe básicamente dada la infinidad de contradicciones entre los intereses de cada clase social. En México, esos intereses son acusadamente antagónicos.
Esto nos lleva a las clases sociales medias mexicanas, las cuales actúan cívica y políticamente con arreglo a premisas de su naturaleza, cosmovisión, personalidad y psicología.
Empero, esas clases sociales medias denotan incongruencias que devienen de que no han tomado conciencia colectiva de que su condición societal ha sufrido una degradación específica.
Los “Luises” (Luis Rubio y Luis de la Calle) desataron una encendida polémica en 2010 con el libro “Clasemediero”, donde sostenían, con estadísticas y la consecuente interpretación, del ascenso de la “clase media” en México, y ante el explosivo rechazo de economistas y sociólogos de “izquierda” (que de aceptarlo se quedarían sin tema) respondieron: “… no son ricos, nunca dijimos eso, pero pobres ya no son”.
Pero no fueron los primeros en plantear algo parecido: en 1979, Gabriel Zaid publicó su libro “El progreso improductivo” con tesis tan novedosas que hizo levantar cejas o mentadas de economistas y sociólogos, porque el ingeniero y poeta Zaid planteó también: “La desgracia de los pobres de México se agrava por el hecho de que ya ni siquiera son la mayoría”.
Igual que Zaid, Rubio y De la Calle sostienen que ellos partieron de una realidad mexicana concreta, y ante los señalamientos de que “nos comparan con franceses y alemanes” aclararon: “Nunca dijimos que teníamos el nivel económico de franceses ni alemanes”.
Otro señalamiento era: “No importa que la gente se crea o se sienta de clase media (porque) en realidad no lo es…”
Diez años después, Rubio precisa: “Eso lleva a monólogos poco constructivos y son más de índole política que de propuestas prácticas…”
Dice que “el texto no era político, sino una observación del proceso electoral de 2006” y que De la Calle aventuró el pronóstico de que “Calderón ganaría porque la clase media era ya mayoritaria entre el electorado y las posiciones de AMLO eran contrarias a sus intereses”. (En el entendido de que los clasemedieros en general, acuden más a votar que los pobres, que antes eran llevados “en acarreo”)
Rubio aclaró también que el tema inclusive se había tratado en Estados Unidos el año anterior, con el libro “¿What’s the matter with Kansas?”, un estado que no tiene la misma riqueza que en otras partes del país, pero votan por los republicanos. El problema, dijo, es que prevalece la idea de que el votante debería hacer lo que yo creo y no lo que la gente misma hace. La gente vota como quiere y lo que ella cree.
En julio 1982 los mexicanos salieron a votar… por el candidato del PRI, Miguel de la Madrid, el secretario de Programación que tuvo a su cargo una política de gasto público absurda, derrochadora, que tiró a la basura no solo los cuantiosísimos ingresos por petróleo, sino otros 80 mil millones de dólares de préstamos (que en rigor no se necesitaban) de la banca extranjera.
El votante no supo que ese mismo año, en la banca privada extranjera (la que no cotiza en bolsa) se contrataron otros 20 mil millones de dólares para el pago de la sobrecargada nómina de burócratas y a contratistas.
Pero se puede conjeturar que de haberlo sabido, no habría importado, toda vez que el dinero circulaba y los sueldos se habían cobrado. El cuete reventó fuerte en los primeros meses de MMH en el gobierno, cuando el PRI fue derrotado en Chihuahua, pese a los rellenadores de urnas.
El nuevo gobierno comenzó con despidos masivos y desaparición de paraestatales. Durante seis años, el 60 por ciento del presupuesto se iba al pago de deuda y en 1987 la paridad peso dólar era 12 mil 500 pesos por un dólar. En las presidenciales de 1988 “se cayó” el sistema y el operador del atraco electoral, Manuel Bartlett, es ahora funcionario estrella en la 4T.
Empero, el país no se hundió en un pozo más profundo “gracias a los dólares del narcotráfico”, como lo decía don Miguel de la Madrid, ya ex presidente, con media botella de coñac entre pecho y espalda.
Ahora vemos en perspectiva los comicios en nuestro estado. ¿Tomará en cuenta el votante escenarios como el desborde del río Tula, los muertos en el hospital del IMSS que pudieron evitarse, los casos de corrupción en la 4T?
Difícil. Desde 2018 asistimos al escenario de una masa de votantes como “hipnotizada” con un trasvase de votos que fueron priistas hacia Morena. ¿Se mantendrá “el embrujo”?
En 1890, aproximadamente, el francés Gustave Le Bon, en su libro “Psicología de las multitudes” describe -o trata de hacerlo- el comportamiento de las masas: “Desvanecimiento de la personalidad consciente, predominio de la personalidad inconsciente, orientación por la vía de sugestión y contagio de los sentimientos y las ideas en un mismo sentido, tendencia a transformar inmediatamente en actos las ideas sugeridas; tales son, pues, los principales caracteres del individuo en muchedumbre. No es un autómata en quien no rige la voluntad”.
Así las cosas, esas clases que se identifican culturalmente así mismas como medias han perdido esta cualidad.
En mayor o menor grado, cada clase social mexicana ha sufrido una caída. Su movilidad —y su ascensión— en la escala de expectativas se ha reducido notoriamente.
Y su proximidad a la marginación económica y precariedad social es cada vez mayor. Pero de ello no parece haber conciencia, dada la estructura demográfica de esas clases.
Esas clases están conformadas, en un grueso mayoritario, por individuos jóvenes, que carecen, por ello, de referentes experienciales que les permita saber que vivimos en crisis, en un abandono gubernamental y que somos presas de apetitos políticos, de la furia de los personeros del poder y olvidamos que somos el conducto perfecto para crear el camino para esos “aspirantes” al poder.
No saben, pues, esas clases medias que la crisis de las estructuras y superestructuras –en el sentido sociológico– en México se remonta a medio siglo, más o menos.
Así, la crisis en gradación variopinta detenta el poder en la vida nacional, aunque ello no fue piedra angular para la conformación y consolidación de las clases sociales medias en México.
De hecho, esas clases sociales cimentaron su status quo, de bienestar, aunque a costa de las clases marginadas que hoy conforman abrumadoramente una mayoría demográfica.
Esa crisis adquirió un dinamismo frenético y acelerado desde 1982, llegando al cenit en los últimos sexenios. Hoy, en México hay unos 70 millones de pobres.
Y entre esos pobres figuran muchos estratos, categorías y segmentos de las clases sociales medias, cuya conciencia de pobreza es parca debido a una limitada memoria histórica
Ello, empero, no les impide advertir que sufren carencias al compararse con las clases sociales altas y, en el momento electoral, se identifican con los intereses de éstas.
Así, es de preverse que las clases sociales medias votarán bajo la premisa de que al conservar los acervos de las clases altas conservarán los suyos. Estos, empero, no existen.
Y esta es una definición, entre muchas otras, de la lucha de clases. Sin tener conciencia de ello, las clases medias están más cerca en ser parte de las estadísticas para sumarse a los 70 millones de pobres.
Mientras tanto, la combinación de sentimientos revanchistas, de castigo y de justicia entre las diferentes clases sociales, comienza a crear una pócima sumamente peligrosa, la cual podría ser mortal (políticamente hablando) para algunos partidos, corrientes o aspirantes políticos en el próximo proceso electoral.