Por Mouris Salloum George*
Desde Filomeno Mata 8
Circula por ahí, una máxima filosófica que advierte que, conocimiento, no es sabiduría. Apareció, a principios de la década de los ochenta en Palacio Nacional, en una publicación bajo el rubro Contextos. ¡Qué calidad! de una iniciativa editorial gubernamental.
Quien despachaba en Palacio Nacional, era un abogado por la facultad de Derecho de la UNAM, Miguel de la Madrid, titular entonces de la Secretaría de Programación y Presupuesto.
Algo anticlimático en ese tipo de proyectos editoriales con auspicio del gobierno de la República: Asomaba ya la cabeza del reptil tecnocrático neoliberal, con toda su arrogancia y pretensión de infalibilidad.
Eran los días en que se enquistaban en la administración pública los autodenominados cuadros de excelencia, poco después identificados como los chicos de los dieces, de vocación economicista, a sabor de Milton Friedman.
Fue una propuesta sentida, pero fallida: La Sociedad Igualitaria
La advertencia de que, conocimiento, no es sabiduría, fue disparada como flecha al blanco a los tecnócratas de la Generación del Cambio: No basta con la aptitud para formular matrices insumo producto para gobernar. Para esto, se exige sensibilidad social; darse, en el lenguaje vernáculo, baños de pueblo.
De la Madrid, sobrio abogado por la UNAM, estaba chapado a la antigua. Será por eso que, cuando emprendió su campaña presidencial en el otoño de 1981 en Apatzingán, Michoacán, y, durante su mandato, lo hizo a bordo del autobús Morelos, el de los Sentimientos de la Nación y, entre sus siete tesis, propuso La Sociedad igualitaria.
El gran obstáculo con el que topó el Presidente De la Madrid, huérfano de padre y buscador del hermano que nunca tuve, fue la fatalidad geográfica.
Pobre de México, tan lejos de Dios, tan cerca de Estados Unidos
Un escritor y periodista fifí, Nemesio García Naranjo, lo había escrito en el tránsito del siglo XIX al XX: Pobre de México, tan lejos de Dios/ Tan cerca de los Estados Unidos.
Luego, otros le atribuyeron a Porfirio Díaz: Entre México y los Estados Unidos, el desierto. En el desierto, Pancho Villa hizo morder el polvo a las expediciones punitivas de su compadre, el coronel John J. Pershing: México, febrero 23/ dejó Carranza pasar americanos/ Diez mil soldados/ 600 aeroplanos…
“Qué pensarían los soldados de Texas/ que combatir era un baile de carquiz/ con la cara llena de vergüenza/ se regresaron todos a su país”. ¿Es eso leyenda, o historia viva en el imaginario popular?
Carranza, sin embargo, echó de México a los soldados gringos que invadieron el puerto Veracruz. Acaso esa historia forma parte de la tercera transformación.
Tratar de gobernar para todos, es no gobernar
Cada época y sus desafíos. De los días primeros consignados en esta narrativa de los ochenta, se recuerda la advertencia de que, un gobierno democrático, devenido medroso, que quiere complacer a todos, termina por no gobernar. Al guiarse por ideas de los demás, exhibe la ausencia de ideas propias.
Existe, sin embargo, una señal preventiva, también colocada en aquellos días: Actuar con el corazón caliente y la nunca fría. Es el atributo del verdadero estadista.
Días de granizos como piedras sobre el tejado mexicano, también hay calor humano en el Zócalo metropolitano. Existe base social: Capital político. Hace tiempo que no se venía ese superávit popular.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.