MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
La condición humana es de suyo inescrutable, por más que se considere elemental la causa-reacción del ser humano en general, aplicable sin duda al ente político que es predecible y suele engañar con la verdad en esto de los juramentos y las hermandades en la lucha por el poder. Así de llano.
Por ello, no sorprende el rumbo que ha seguido la oposición política, la denominada izquierda que se desgastó en la búsqueda del poder y se atomizó en grupos de poder, caciques entronizados en las tribus del perredismo que alimentaron a las estructuras del neonato partido Morena, y que en la sobrevivencia se haya asociado con el vecino de enfrente, el siempre contrincante ideológico de imposible alianza, el Partido Acción Nacional.
Y, en ese esquema, en la aspiración de desbarrancar al PRI del máximo cargo de elección popular, se han sumado personajes que, en acto de contrición pretenden puerilmente convencer a simpatizantes y militantes de esa mezcla de intereses que han cambiado, que son otros, que sus antecedentes partidistas se quedaron en el armario de lo desechable, del nunca jamás.
Por supuesto, en ámbitos del partido en el poder, los prohombres y asociados que imaginaron que haberlo recuperado hace seis años implicaba, impunemente, permanecer en éste como ocurrió en el siglo pasado por más de media centuria, mediante la complacencia, las complicidades, los acuerdos soterrados, las prebendas y la corrupción que supuestamente era combatida y, hoy, es bandera que busca retomar pero ya le fue arrebatada por aquellos que reaccionaron más temprano.
Y es que, los partidos políticos, antes de asumir compromisos ideológicos y filosóficos, en su integración se nutren de la convicción de sus impulsores, en esa cruzada en la que se suman voluntades por el logro del poder público, de la hegemonía. Y, así, transitan en la conducción gubernamental, en el ejercicio del poder, en la impúdica condición de considerarse inamovibles, perennes ejecutivos.
Sin embargo, la sociedad mexicana ha ido sacudiéndose, aunque perezosamente y sujeta aún a la oferta fácil del maná que caerá del cielo y la venta del edén sexenal, del que sólo disfrutan los grupos vinculados temprano y en el camino de quienes se reagruparon para saborear sus mieles, convencidos de que el retorno era para siempre o, por lo menos, por un largo tiempo.
Y, en este proceso electoral en curso han despertado de ese sueño de opio y, acaso tardíamente, se percatan que el poder se les desmorona, que se desdibuja el México de ensueño, de vino y rosas, de la vida disipada que no pudieron, en realidad no supieron, alimentar con el ejercicio elemental de gobierno, del cumplimiento de la tarea asumida en una elección que, hace seis años, los nutrió con una millonaria votación que no dio pauta para que esas oposición que hoy está crecida y fortalecida en alianzas, le peleara casilla por casilla, voto por voto, la declaración de mayoría en los comicios que mandaron al Partido de la Revolución Democrática al tercer sitio en la preferencia del voto ciudadano.
Así, la consecuencia, está en su apogeo con la incorporación, a estas inéditas coaliciones, de núcleos e individuos que han transitado por otras organizaciones sociales y políticas, con cargos en el gobierno pero cuyo futuro está acotado, cuando no concluido en los espacios que nutrieron sus carreras, que los encumbraron pero de los que fueron desplazados por los nuevos grupos de poder, tecnócratas que se apoltronaron en la escuela del neoliberalismo, consecuencia de aquellos ochenteros Chicago boys, carentes de experiencia y despojados de conocimientos básicos de lo que es México.
¿Quién habrá de gobernar a México?
¿Los políticos convencidos de la enorme responsabilidad que implica desmontar a un sistema que es obsoleto, corrupto e ineficiente y cuya tarea ha sido alimentada por la inercia que no logra consolidar a las reformas estructurales?
¿Serán, acaso, los prohombres que, en acto de contrición, juran que serán diferentes, que vivieron engañados en los partidos que los encumbraron y enriquecieron?
O, ¿nos gobernará un Presidente acompañado de un equipo alimentado por la traición ideológica, éste que de pronto se sorprendió por lo que ocurría en su entorno en el grupo en el poder?
Es falsa, es hueca la discusión respecto del país que se ofrece, porque quienes garantizan un país diferente no han dicho cómo y saben, indudablemente, que en seis años no se refundará al México que requiere de un grupo gobernante serio, ayuno de ocurrencias, despojado de esos personajes que consideran que, de un plumazo, o mediante decreto, en un suspiro tendremos a la nación que no hemos querido tener, aspiración que comienza a esfumarse entre la oferta simplista y la descalificación callejera. Digo.
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