Diario de un Reportero
Ramsés Ancira
Esas son las mediciones que estableció la Organización Mundial de la Salud y esas son las reglas con las que aceptamos participar. Es cierto, al 26 de mayo de 2020 Brasil coronaba la lista de muertos en América Latina por el virus COVID-19, con un total de 25 mil 035 defunciones; mientras tanto en México sumábamos prácticamente la tercera parte, 8 mil 134. Pero esto no hace menos cierto que la proporción de muertos, en relación con la de enfermos diagnosticados sea mayor: 11 por ciento en la nación que preside Andrés Manuel López Obrador y seis por ciento en la que gobierna el sátrapa Jair Bolsonaro.
Y sí, nadie niega que en Francia, la cuenta que llamamos “letalidad”, resultado de la división del número de contagiados entre el número de fallecimientos por esa misma enfermedad, haya sido del 20 por ciento, nueve puntos porcentuales más que en México.
Tampoco hay que dejar de lado la consideración de que, en México, al 26 de mayo, hubieran muerto 8 mil 134 personas, mismas que comparadas con las 101 mil 756 fallecidas por COVID en Estados Unidos, para esa misma fecha, significan una mortalidad del 7.9%, respecto de las defunciones en el vecino país del norte.
La colorimetría es una forma de representar la gravedad de un problema. Así, en México, todos los días vemos en la conferencia del subsecretario Hugo López Gatell, como la Ciudad y el Valle de México lucen en color púrpura, otras entidades en rojo, naranja, amarillo o verde dependiendo de la concentración de contagiados.
Por eso es válido parafrasear el refrán de que las cosas son “de acuerdo al color del cristal con que se mira” para ejemplificar que la letalidad también es acorde al color, o al método con que se mida.
Y en México aceptamos la convención internacional, por eso, aunque en Estados Unidos haya 12.5 víctimas fatales del Coronavirus, por cada fallecimiento en México, y aceptemos esa favorecedora forma de comparación; no debemos descalificar la otra, la cual contabiliza que, por cada 100 pacientes diagnosticados mueren 11 en México y 17 en Estados Unidos.
El diario Reforma no mintió en su nota principal del 26 de mayo. Tampoco manipuló la información pues también mostro en su primera plana la cifra de muertes por cada 100 mil habitantes y, en esta, México resultó bastante favorecido.
La Universidad John Hopkins y el Banco Mundial, afortunadamente dejan afuera a México en la lista de los 18 países con más muertos por cada 100 mil habitantes: Al primer minuto del 28 de mayo Bélgica contabilizaba 81.9; España, 57.95; Reino Unido, 56.49; Italia, 54.74; Francia 42.7, Suecia, 41.47; Holanda, 34.18; Irlanda 33.51; Estados Unidos, 30.62; Suiza, 22.52; Canadá 18.52, Ecuador, 19.17; Portugal, 13.19; Perú, 11.84; Brasil, 11.7; Alemania 10.17; Moldavia, 10.13 y Dinamarca 9.75.
México tiene, en números cerrados, aproximadamente 127 millones de habitantes, esto es que 100 mil, cabe mil 270 veces en la cifra total de mexicanos ¿Me siguen estimables lectores? Bueno, prosigo, de acuerdo a las cifras de la OMS, las cuales van un día delante de las que reporta la conferencia de López Gatell, a las 21:00 del 27 de mayo, hora de México, la cifra total de muertes por COVID en nuestro país, era de 9 mil 42 muertos.
Para redondear, cerremos en 9 mil decesos. Ahora dividimos esta cantidad entre mil 270, que para mayor claridad y a riesgo de incurrir en redundancia, es la cantidad de veces que cabe 100 mil en 127 millones.
En consecuencia, la mortalidad en México es de 7.08 fatalidades, por cada 100 mil habitantes. En la misma proporción, y en números cerrados, son 12 menos que en Ecuador; cuatro menos que en Perú y cuatro muertes menos que en Brasil, siempre en la consideración de cada 100 mil habitantes.
Sigamos cotejando, ahora con los “países del primer mundo”: México tiene 70 muertes menos que Bélgica; 45 menos que Reino Unido, 30 fallecimientos menos que Suecia; 23 menos que Estados Unidos y tres muertos menos que Alemania, por cada 100 mil habitantes.
¿Debemos enorgullecernos de esto? ¿Somos “supermexicanos” y por eso estamos relativamente mejor?: ¡Definitivamente no!
La razón es que al menos en los países europeos la curva parece haber llegado a la cima y ahora está en descenso, mientras que en México en este momento no sabemos cuándo llegará lo peor, únicamente, de acuerdo al doctor López Gatell, que el mayor número de fatalidades fue el 15 de mayo, pero esto puede aumentar cuando inicie la “nueva normalidad”.
Literalmente el virus sigue en el aire y las cifras, casi, pero no totalmente definitivas del 2020 podrían conocerse hasta el 2022.
Vayamos ahora a lo social, sin dejar de apoyarnos en la estadística: Parece que la maldita regla de la política “Si no tienes un enemigo búscatelo”, sigue funcionando muy bien… pero para el mal. Por eso tanto Trump como López Obrador tienen tantos fanáticos y odiadores; pero en el caso de los mexicanos nuestro empleado de mayor nivel sigue dándole armas a sus detractores y lo último que ahora necesitamos es una guerra civil, aunque solo sea de “tuitazos”. El presidente de México no debe polarizar.
Matemáticamente es tan válido afirmar que México es el primer lugar en “Letalidad” en América Latina, como que es el cuarto lugar en “Mortalidad” por COVID en la región, por debajo de Ecuador, Brasil y Perú.
Los números y la regla de 3 no son enemigos de la Cuarta Transformación. Tampoco los medios que publican las mismas cifras que reconoce el gobierno.
Porfirio Díaz prefirió renunciar a la presidencia ante el temor de que una guerra civil provocara una nueva invasión a México como la de 1847. No fue él quien provocó un millón de muertos, sino el traidor Victoriano Huerta cuando asesinó a Madero.
Hoy el enemigo a vencer se llama COVID 19, no Reforma, no El Universal. No más juicios sumarios a los mensajeros. Hace 45 días que la relación entre víctimas de la enfermedad y víctimas fatales se mantiene prácticamente igual en México, entre 11 y 13 fallecimientos por cada 100 infectados conocidos. La trasferencia de plasma parece hoy la solución más prometedora para salvar vidas. Vamos todos a concentrarnos en eso, en salvar el mayor número de vidas y empleos que sea posible.