Jorge Miguel Ramírez Pérez
La escasez de una buena política, porque aunque usted no lo crea, la hay; se muestra evidente en las catástrofes que causan los fenómenos naturales. Con los meteoros es cuando salen a relucir los errores de la falta de dirección política, la carencia de criterios de prioridades y como si fuera un broche, que en vez de cerrar abriera la caja de Pandora, del desastre, la limitada educación cívica que surge de manera dolorosa.
Al lado de lo negativo, hay que decirlo también, las acciones heroicas y la generosidad de muchos, que por lo menos anímicamente compensan los daños experimentados.
Y es que se pierde la brújula de lo que es importante para la vida comunitaria, que en términos de las realidades sociales, debería ser lo relevante para establecer los cursos de acción del gobierno y de la política.
Porque como lo han escrito repetidas veces desde hace siglos, Hobbes y otros teóricos del Estado; ésta formación de poder colectivo se erige para resolver, lo que no se puede hacer de manera individual. Por eso cada persona se puede decir cede, parte de sus libertades, en aras de que exista una acción conjunta para enfrentar las amenazas.
Por tal razón la infraestructura de obras hidráulicas, de obras de protección y todas las que mitiguen riesgos y mejoren la calidad de vida de las poblaciones son una acción ineludible del Estado, sobre todo cuando representan construcciones que directamente no producen utilidades, sino inversiones que se recuperan en la calidad de vida de las personas y en la reducción de riesgos.
Porque ya es tiempo que el modelo de apoyos sociales que en realidad son apoyos para establecer compromisos directos o en el mejor de los casos, indirectos, de carácter electoral, ocupen buena parte del presupuesto nacional; que si analizamos que esto además, se suma a los gastos exorbitantes del aparato electoral y partidista, se tiene como resultado una enorme pérdida, que es una fuga de dinero bueno tirado, al dinero malo.
Porque como es sabido de los recursos que se obtuvieron de la venta de crudo, es decir de valiosas divisas para el país, algo que todos los países persiguen para adquirir bienes de capital, entre ellos tecnológicos; se supone, que por obra y gracia de lo electoral llámese desarrollo social para potenciales correligionarios de los del poder, o gastos de discusión estéril electoral, es decir, el INE y sus clones subnacionales; y también allí se va propaganda y dinero en los bolsillos de los funcionarios que han intervenido en el proceso, según esto de la operación falsa, de que los pobres reciban algo para su estómago y subsistencia.
Y esa tendencia a gastar en manipulación en este gobierno se magnificó, porque el señor Peña, gastó la mitad de lo que invirtió Calderón, que no fue ningún ejemplo de excepcionalidad, en infraestructura necesaria para paliar riesgos reales, no para amenazas ficticias, como la del perder el poder de sus camarillas.
Porque en Sinaloa se redujo la inversión con Peña y quedaron pendientes desde el 2010, proyectos importantes para reducir las amenazas reales de las avenidas de agua, por ejemplo del Rio Fuerte y del sistema de presas y canales que se saturan. La rectificación de los ríos y la reestructuración de la figura transversal de las riveras, comúnmente llamada cubeta, que sin restricciones los explotadores de los materiales de extracción de los cauces, las han lastimado, así como obritas en las orillas en esos cuerpos de agua y ocurrencias, que impiden cuando se agrava el asunto, el libre curso de las corrientes hacia las desembocaduras.
Porque ya se tenía una estrategia tanto para sobre elevar las cortinas de tres presas, desazolvar zonas cercanas a las obras de toma para impedir su taponamiento y dragar salidas de los drenes tanto en Culiacán, como en Los Mochis, y Guasave para atenuar los daños.
Pero como lo importante es lo menos importante para los demagogos, las obras y la estrategia de lo básico se quedan para el nunca jamás, y la CONAGUA en este sexenio, comandada por una bola de bandidos embozados en inventar gastos inexistentes, en desviar recursos no saben ni siquiera que se puede hacer, y ante fenómenos impactantes como los de la semana pasada que en un día se derramaron entre 200 y 270 litros por metro cuadrado en Culiacán y Los Mochis, eso sin abrir las compuertas de las presas; que de repetirse el fenómeno como ya están cargadas, el daño será mayor.
Y es que así está el país por completo, todo inconcluso, trámites sin expedientes completos; burocracias inútiles tapando los atracos de arriba, y sobre todo políticos mediocres, que no solo no le entienden al problema real de la infraestructura, sino que su propuesta es becas y apoyos para que sus partidos “sigan con el impulso”.
En las pasadas elecciones no hubo una sola propuesta de ningún candidato presidencial en Sinaloa, ni en otros estados acerca del agua, de su problemática, ni de su infraestructura; que por cierto incide además en la seguridad alimentaria del país, porque es Sinaloa el proveedor número uno de alimentos.
La improvisación que inclina a lo fácil a los demagogos de la mala política, que son ignorantes de lo básico para subsistir; hace que ignoren no digamos planteamientos integrales de la problemática de las cuencas, sino abordar asuntos urgentes, como son modernizar los sistemas internos eléctricos de las presas que desde hace décadas no le ponen dinero, cuando paradójicamente, son las presas las que dotan de electricidad a la CFE, que actúa como si fueran éstas de su propiedad.
Y en ese mar de inconsistencias están además los pobladores que tiran botellas y botes y toda clase de basura a taponar los drenajes. ¡Pobre México!
Yo me salvé de una de las avenidas en la Ciudad, gracias a Dios que hasta me mandó un camionero para llegar a la orilla.
Pero la verdad hay que poner en orden las prioridades por nuestro bien.