Eduardo Sadot
México se balancea entre dos extremos, en movimiento pendular, del altruismo a la ruindad; del perfeccionismo a las vulgares ocurrencias; de la excelencia a la bajeza; del señorío a la vileza; de la nobleza de un México que se resiste a su sino, frente a la encarnación de la mediocridad empoderada. Y ambos polos tienen simpatizantes.
La impotencia de ese México, que lucha por defender lo logrado con el tiempo y esfuerzo de generaciones de mujeres y hombres que se rebelaron contra su hado, que desde generaciones se opusieron y se siguen oponiendo a flotar en la mediocridad del conformismo, generaciones de mexicanos – el término dice la real academia de la lengua española incluye a ambos géneros – cuyos ancestros comenzaron su andar por el camino de la evolución, frente a los otros mexicanos que durante generaciones se mantuvieron en el oscurantismo, en la mediocridad, sin atisbo de superación, de ahí surgen personajes cuyo perfil se resume en la frase de las abuelitas “el pobre que nunca tuvo y de pronto llega a tener loco se quiere volver” la referencia de pobreza no se limita la condición económica – no busquen la puerta fácil para victimizarse, confundiéndose entre los pobres de Cristina Pacheco, porque no pertenecen a ellos – nos referimos a la pobreza de espíritu, la pobreza de humanidad, la pobreza de humildad, de modestia, la pobreza de dignidad, la pobreza de magnanimidad, plenos de arrogancia, de prepotencia, de egocentrismo, miseria, roña, vileza, infamia e iniquidad.
¡Qué México! ese que censura a un hombre de letras – Héctor de Mauleón – de cultura, historiador, periodista, un hombre que a sus treinta años en 1993, era becario del programa de jóvenes creadores, fundador y director de los suplementos Confabulario de El Universal y Posdata de El Independiente, intelectual, académico hombre de pensamiento y letrado.
Mientras que Noroña, a sus treinta años, faltando a sus clases, presionaba y mendigaba calificaciones aprobatorias a sus profesores, aún no se titulaba de Sociólogo en la UAM Azcapotzalco. Y más adelante, con más años, se le veía arrastrarse, victimizarse, vendiendo su deplorable imagen, limosneando un espacio de propaganda a cambio de su indignidad. Misógino que insultara a una dama como Ruth Zavaleta a la que nunca le ofreció disculpas y que provocó que lo repudiaran vergonzosamente del PRD, ¡con ese currículum! Vaya, finísima persona.
Esta semana Héctor de Mauleón fue censurado por un artículo publicado en el Universal, contó – y cuenta – con el respaldo del gremio periodístico y de su medio y de la parte pensante de mexicanos.
Mientras por otro lado Noroña se ufanaba, henchido de soberbia, utilizando recursos del estado para pagar abogados para humillar a un ciudadano cuyo pecado fue decirle sus verdades en un salón de VIP del aeropuerto, de la tarjeta más cara del mercado símbolo del capitalismo, nada austera, menos republicana, ante el silencio de la presidenta Sheinbaum, qué lo sostiene ¡en el senado! Ofendiendo a la militancia de MORENA y a las mujeres de ese Partido con su misoginia, cómo llamarle ¿cinismo?, si la ley de revocación de mandato no se hubiera hecho para simular y ensayar elecciones, limitada solo al cargo de presidencia de la república, debiendo incluir a todos los cargos de elección popular, ya estarían revocándole el mandato a éste senador – de representación proporcional, que no por mayoría – pero ahí sigue y seguirá con su conducta, como herencia vergonzante para generaciones venideras.
La censura a Héctor de Mauleón, es el botón de muestra del atropello de los regímenes fascistas y nazistas, mientras la actitud de Noroña, es el ejemplo de locura y envilecimiento del poder totalitario y dictatorial. ¡Hasta cuándo Catilina!
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