Norma Meraz
Si en teoría México vive bajo un régimen de división de poderes, como sistema político de pesos y contrapesos, en la práctica se vuelve solo un espejismo…
La concentración de poder en un solo hombre, una sobrerrepresentación partidista en el Congreso de la Unión y un Poder Judicial alineado al Presidente de la República se traduce en un régimen que, a dos años de gobierno, multiplica los errores y debilita a su mínima expresión al Estado, borrando la división de poderes.
Nada nuevo se esperaba del informe del Presidente de la República Andrés Manuel López Obrador. Fue un discurso repetitivo, colmado de referencias autocomplacientes con el que quiere medirse con la posteridad.
El Jefe del Ejecutivo –por cierto de raíz priísta– con su devoción por lo electoral insiste en equipararse con los personajes hacedores de esta Patria nuestra.
Dos años son suficientes para ver que sus ambiciones son desmedidas y poco atinadas pues todo lo traslada al futuro, cuando la prioridad es el presente. Su aspiración es poseer una razón histórica, basada en un populismo negativo que mina los avances democráticos, económicos, científicos y sociales.
El país transita en medio de un sistema de paralelismo político. Por una vía va el discurso y por otra la realidad; líneas que por ahora no confluyen.
Queda claro que salió reprobado en temas económicos, de educación, salud, laboral, amén de la asignatura pendiente de la seguridad, la redoblada militarización, sobre todo cuando hace dos años descalificaba las acciones que empoderaban al ejército.
La otrora afirmación y compromiso presidencial de que en este mes de diciembre México contaría con un sistema de salud al nivel de países como Dinamarca –cuando ni siquiera se conocen las características de esa política sanitaria– causa hilaridad.
El registro de casi 110 mil muertos por COVID-19 en el país desvela un tratamiento errático y absolutamente contaminado por la política.
Basar el éxito del método aplicado por el sector salud para atender a la pandemia en la no saturación de camas hospitalarias, recomendando simultáneamente quedarse en casa, luego salir a la calle con normalidad sin la exigencia del uso del cubrebocas ha llevado a que la Organización Mundial de la Salud llame poderosamente la atención a México, a que tome en serio el tratamiento de la pandemia.
En otras palabras, hacer las pruebas necesarias llevar el seguimiento de los casos positivos, informar con la verdad del número de contagios y de muertes por tratamiento tardío.
Frente a este panorama lleno de dolor tenemos un país que en los años 2016 al 2018 traía un crecimiento económico promedio del 2%. Ahora, llevamos dos años en recesión y cerraremos 2020 con un decrecimiento “optimista” del 9% en el Producto Interno Bruto.
Ciertamente el crack económico es mundial debido a la pandemia, pero México ha venido arrastrando un “crecimiento económico” bajo cero. Claro, eso sí, como las temperaturas en Dinamarca y aparejado a un presupuesto para el 2021, priorizando gasto en obras emblemáticas de la terquedad populista que bien podrían posponerse en aras de las prioridades que la realidad impone, como son la salud, la economía y la seguridad, y no preocuparse por los ataques que, según el presidente López Obrador, le hacen los medios de comunicación.
Ahora, la novedad con la que nos amanecemos es que se van a imprimir y distribuir unos folletines llamados “ guía moral” que costarán otro pico de millones de pesos, cuyo fin es evangelizar a los mexicanos para que se porten bien, cuando lo que toca es, primero, darles de comer a los 11 millones de mexicanos desnutridos que no saben leer, que viven en pobreza extrema y están enfermos.
Otra idea genial es que las cuentas bancarias que no tienen movimiento las incaute el gobierno para con eso apoyar a los pobres y desdichados mexicanos.
¡Habrase visto! ¡Si, en los gobiernos absolutistas!
¿Cuáles serán los retos y desafíos de la llamada 4T?
— El uso, venta o renta del que fuera avión presidencial que se está oxidando en un hangar de lujo en el aeropuerto de la Ciudad de México y que, ya afirmó el Presidente, que ya se rifó o vendió, lo cual es una mentirilla.
— Gobernar un país con una población afectada psicológicamente por la pandemia y sus consecuencias en la conducta social, será muy complicado.
Será un mundo post pandemia que impondrá nuevas líneas de existencia.
Antes la riqueza de las naciones se medía por el ingreso per cápita, ahora habrá otros componentes: salud, educación e ingreso.
Esto cambiará los patrones de comportamiento en el mundo y, en el caso de México, tendrá que asumir los compromisos establecidos en el nuevo Tratado Comercial México-Estados Unidos-Canadá, el T-MEC.
Destacan dos temas que obligarán a nuestro país a disciplinarse: el laboral y el de las energías renovables, líneas por demás importantes en el gobierno de Joe Biden.
El nuevo Presidente norteamericano no es Donald Trump, así que México tiene que volver a la diplomacia profesional en la relación bilateral; a obligar a la 4, a tratar con seriedad la democracia liberal con la que Joe Biden intentará retomar el liderazgo en el mundo y dejar de lado la “democracia selectiva” que practica el gobierno morenista de México.
¡Digamos la Verdad!