Luis Alberto García / Moscú
*Creación de “Adidas”, ese balón es un homenaje a México 70.
*Sus bisabuelos son originarios de Inglaterra, Francia y Alemania.
* Tiene Innovaciones tecnológicas, cubierta reciclables y más cualidades.
*La FIFA y todos sus socios lo aprobaron como desafío interactivo.
El balón “Telstar 18” con el que se ha jugado la XXI Copa del Mundo de Futbol en Rusia desde el 14 de junio, tiene –quien lo dijera-, una relación emotiva con México: la tecnológicamente avanzada pelota es, según sus creadores alemanes, un homenaje al primer redondo y ligero protagonista de la marca “Adidas” utilizado en un torneo de esas dimensiones.
El estreno de esa bola fue el domingo 31 de mayo de 1970 sobre el césped del estadio Azteca de la ciudad de México, en el partido inaugural de la Copa Jules Rimet entre la Unión Soviética y el anfitrión y, casi medio siglo después –transcurridos doce torneos desde entonces-, los aficionados al futbol saben que sus partidos ya no se pueden jugar con cualquier balón.
Habrá quienes probablemente sepan que existieron modelos anteriormente utilizados, con nombres más o menos adecuados y hasta simpáticos, entre ellos el “Tango”, en Argentina 78; el “Azteca”, en México 86; el “Jabulani”, en Sudáfrica 2010; y el Brazuca, en Brasil 2014.
Para la Copa FIFA/Rusia 2018, los fabricantes alemanes presentaron un modelo único, reinvención del primer balón, con diseños hexagonales diseñados originalmente para resaltar en las transmisiones televisivas; pero como el mundo del siglo XX ya no existe, el futbol también evolucionó y, es opinión generalizada, también sufrió mutaciones increíbles.
“El ‘Telstar 18’ no deja de ser un producto nostálgico”, dice Abel Montaño, profesor universitario algo neófito en temas relativos al deporte de las patadas y los cabezazos; pero quien reconoce que el balón blanco con hexágonos oscuros es siempre el gran objeto del deseo, motivo imprescindible del gol, culminación del deporte inglés del siglo XIX.
Éste es “el invitado” -como le llama Enrique Bermúdez, locutor mexicano mejor conocido bajo el mote de “El Perro”, único cánido que habla frente a un micrófono-, lo mismo que el balón albinegro, causante del mismo.
El modelo usado en canchas rusas es nieto o bisnieto de los balones marca “Shot”, “Fussball” y “Dupont”, de origen británico, alemán y suizo, exportados a México, Brasil, Uruguay y Argentina hace más de un siglo.
Los primeros balones que rodaron en Brasil fueron propiedad de jóvenes cariocas y paulistas de trato fino, quienes habían estudiado en Europa, donde aprendieron la práctica de un deporte cuya paternidad se atribuyen los británicos en su versión moderna, como quedó consignado en una de las 125 crónicas contenidas en “Historinhas do Futebol Brasileiro”.
Esa antología -difundida por la agencia de noticias “Notimex” entre noviembre de 2013 y julio de 2014 con motivo de la Copa FIFA / Brasil 2014, ganadora del Premio Nacional de Periodismo de 2015 en las categorías de Crónica Deportiva y Enviado Especial-, refiere que cuatro balones “Shoot” llegaron con Charles Miller, considerado el primer impulsor del futbol brasileño a fines del siglo antepasado.
Las pelotas “Fussball” –añade un documentado texto publicado por “Notimex” el 21 de marzo de 2014, como parte de ese trabajo-, eran propiedad del empresario alemán Hans Nobiling: “Los ‘Dupont” arribaron en la maleta de Óscar Cox, otro británico que llegó de Zurich, Suiza, todas parecidas entre sí; pero totalmente diferentes a las actuales”
En la parte medular de esa crónica sobre los antiguos balones usados en Sudamérica, se explica que “tenían una abertura por donde entraba una cámara de hule inflable; pero el principal problema ocurría en el momento de cabecear, cuando la costura que unía a los gajos podía las timar las cabezas desprotegidas, de ahía el hábito de usar una cinta protectora bastante ridícula”.
A principios del siglo anterior, cumpliendo con una demanda cada vez mayor, las solución consistió en importar más balones europeos, como el marca inglesa “McGregor”, sin que faltaran zapateros brasileños que iniciaran su fabricación en serie, exportándose a Argentina y Uruguay, donde el futbol empezó a cobrar un auge extraordinario, asumiéndose con un entusiasmo inusitado.
Pasado casi un siglo y cuarto desde aquella época, el sofisticado balón actual lleva dentro un chip “NFC” que permite una interacción digital con el usuario, luego de ser sometido a numerosas pruebas que, bajo protocolos sumamente estrictos, fue aceptado por la Federación Internacional de Futbol (FIFA) y sus dos centenares de socios.
Al profesor Montaño hubo que explicarle que “Telstar” significa “Estrella de la Televisión”, aparato casero, sin el cual el alcance global del balompié no es concebible–, cuya señal también es accesible en cantinas, oficinas y plazas públicas-, que incluye algo que se llama geolocalización y desafíos interactivos (¿?).
Sus creadores informan que tiene una envoltura reciclable, paneles y otras innovaciones tecnológicas, con un aditamento minúsculo de transmisión de datos en proximidad, que permite a los consumidores –eso dicen los expertos en mercadotecnia, encargados de promover sus ventas- interactuar con la pelota mediante un Smartphone.
“¡A los balones usados en Rusia solamente les falta hablar!”, exclama con asombro Abel Montaño, sorprendido por la evolución del actor principal de las funciones mundialistas, a cuya primera llamada acudieron México y Francia, enfrentados el 13 de julio de 1930 en el estadio de Pocitos, en los suburbios de Montevideo, capital de la República Oriental del Uruguay.
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