Javier Peñalosa Castro
Este viernes inició el llamado “Buen Fin”, el más perdurable “logro” del sexenio de Felipe Calderón: una versión autóctona del “viernes negro” estadounidense inventado por el llamado comercio organizado, que no le va a la zaga a la delincuencia organizada en cuanto a voracidad y capacidad de exacción.
Esta temporada anual de ventas es en realidad un adelanto del mítico puente Guadalupe –Reyes (del 12 de diciembre al 6 de enero), y marca el inicio de las ventas navideñas con supuestas gangas y las más amplias facilidades para que la gente se endeude al adquirir artículos suntuarios o que simplemente no se puede dar el lujo de comprar, salvo cuando se los enjaretan en abonos eternos y gravosos.
Pantallas de televisión, electrodomésticos, ropa y perfumes caros, boletos de avión, vinos y licores, automóviles y un interminable etcétera de bienes suntuarios es colocado entre los clasemedieros mexicanos, que empiezan a gastar así el aguinaldo que aún no han recibido —y muchos no recibirán, dadas las leoninas condiciones de contratación laboral que prevalecen en nuestro país— estimulados por un inmisericorde bombardeo propagandístico.
Mucho más grave que endrogarse un poco
Al promover el gasto indiscriminado entre una población empobrecida y con crecientes necesidades, empresarios y gobierno son cómplices de la catástrofe económica que, a contrapelo de lo que ofrecen Peña Nieto, sus secuaces y corifeos, está mucho más cerca de lo que podamos suponer.
Y precisamente el endeudamiento indiscriminado que permite enmascarar el pésimo desempeño económico del País será el detonador.
Basta ver con qué facilidad se otorgan tarjetas de crédito y se promueve su saturación. A quien tiene una, le ofrecen dos y hasta tres del mismo banco, con límites de crédito que nada tienen que ver con la capacidad de pago.
Seguramente los bancos recuerdan bien el entorno tan propicio para los autopréstamos y otros enjuagues con los que se enriquecieron antes del crac de 1994, y también deben dar por hecho que el gobierno, so pretexto de cubrir a los ahorradores mexicanos, saldrá al rescate de los bancos, comprará la cartera incobrable y asumirá la mayor parte de los pasivos con cargo al erario nacional, como ya lo ha hecho antes.
Otro sector que llama la atención es el inmobiliario, tan sensible en economías como la española, que no ha logrado salir del estallido de la burbuja que dejó sin casa a cientos de miles de familias.
Aquí vemos cómo se están otorgando créditos hipotecarios a diestra y siniestra para colocar departamentos de cuarenta metros o menos en los que las familias viven hacinadas, a precio de oro y sin la menor consideración para quienes menos ganan.
El Infonavit y el Fovissste abdicaron de su obligación de construir vivienda accesible para empleados públicos y privados, y hoy son sólo intermediarios entre bancos y constructores. Eso sí, el día que la burbuja inmobiliaria que han creado reviente, sacarán la cara por bancos y constructores; nunca por los trabajadores.
Urge reinventar la economía
La camarilla de políticos ineptos y entreguistas y sus socios de negocios, los grandes empresarios, forman una eficiente alianza que ha logrado despojar al País de las riquezas que por ley le corresponden.
Estos grupos han convertido a México en un gran maquilador, sin una producción propia, y se sigue por la misma ruta, con el otorgamiento de concesiones petroleras a particulares, nacionales y extranjeros.
Si realmente queremos que el país ocupe un lugar importante en el concierto mundial, es momento de fundar industrias nacionales en sectores estratégicos, como el energético, el de las telecomunicaciones, la industria automotriz y la aeronáutica, entre otros. Hay que recuperar la soberanía alimentaria y establecer agroindustrias de primer orden; replantear la industria textil y del vestido e impulsar a diseñadores y modistas mexicanos; reinventar la industria turística y devolver al viajero la confianza de que aquí encontrará lugares únicos y servicios a la altura de cualquier lugar del mundo.
Para lograrlo, habrá que promover un cambio profundo en la manera de pensar y hacer las cosas.
Claro que se puede, pero no por el camino que se nos ha señalado como único. Hay que pensar, proponer, actuar y, de ser necesario, obligar al gobierno a que brinde todo el apoyo que se requiere.
Buen fin de evaluación magisterial
También este fin de semana ha sido marcado para que el Secretario de Educación continúe en su empeño de evaluar a los maestros mexicanos contra viento y marea, sin que hasta ahora haya perfilado el siguiente paso (que debería ser previo o simultáneo) a la aplicación de estas pruebas: un ejercicio permanente de capacitación y perfeccionamiento de la labor docente.
Simultáneamente a este proceso tan cuestionado y pleno de rispideces, además de la capacitación, habrá que pensar en estimular a los maestros, ver que sus salarios comiencen a estar a la altura de las crecientes exigencias hacia su desempeño y, por supuesto, desarrollar un programa educativo de vanguardia, confeccionado de acuerdo con las características de nuestro país y su gente, con planes de estudio de vanguardia que realmente se traduzcan en la formación académica de excelencia sobre la que se sustenta cualquier esquema de desarrollo coherente y equilibrado.
¿Por dónde empezamos?