Rúbrica
Por Aurelio Contreras Moreno
Las últimas tres veces que representantes de alto nivel del régimen gobernante han salido a hablar de la intención de aprobar en septiembre el paquete de reformas presentado por el presidente López Obrador desde el pasado mes de febrero, han provocado una reacción negativa de los mercados y una caída del hasta hace poco muy cacareado “súper peso”.
El viernes de la semana anterior, Andrés Manuel López Obrador salió prácticamente a “carajear” a la virtual presidenta electa Claudia Sheinbaum, luego de que ésta anunciara que las reformas, especialmente la del Poder Judicial, serían discutidas antes de ser aprobadas, con la intención de dar confianza a los inversionistas que comenzaron a sacar su dinero de México tras la incontinencia verbal de los todavía coordinadores de las bancadas de Morena en las cámaras de Diputados y de Senadores, que adelantaron la “aplanadora” que se viene en septiembre, cuando asuma el nuevo Congreso.
López Obrador –quien se siente más allá del bien y del mal- rechazó que se le pueda hacer ya no digamos una modificación a su iniciativa que en los hechos sepulta la división de poderes y partidiza la impartición de justicia, sino ni siquiera darle un matiz menos radical.
“La justicia está por encima de los mercados”, dijo López Obrador, como para que lo escucharan quienes tienen dudas de que no va a ceder. Y añadió: “es como cuando se tiene que optar entre derecho y justicia, o cuando tienes que optar entre progreso y esclavitud, o sea, son cosas de definición. Además la gente quiere eso”.
Su arenga le causó al peso su segundo descalabro de la semana, llegando a cotizarse hasta 18.30 pesos por dólar. Una depreciación de 2.29 por ciento respecto de la devaluación de la jornada anterior.
Es más que claro que los inversionistas, nacionales y extranjeros, ven con desconfianza y preocupación la escalada autoritaria que supone la concentración de todo el poder en un solo bando político, y lo que éste ya adelantó que pretende hacer con ese poder ilimitado que le dio el electorado. Y si sienten que su dinero no está seguro en un país que no les ofrece garantías legales y que a las primeras de cambio se lo puede adueñar, resulta obvio que se lo van a llevar.
En esa claridad es que este lunes Claudia Sheinbaum acudió a Palacio Nacional a encontrarse con López Obrador y hablar, principalmente, de cómo abordar lo que se puede convertir en una crisis financiera de proporciones todavía incalculables si, como respuesta a la aprobación de las reformas que también desaparecen los organismos autónomos que garantizan el derecho a la información, como el INAI, y que miden la pobreza y el desarrollo, como el Coneval, la fuga de capitales fuera masiva.
El mensaje que Sheinbaum ofreció luego de su reunión con López Obrador indica que la posición del jefe del Movimiento de Regeneración Nacional se mantuvo inflexible: sus reformas se aprueban antes de que él se vaya, otra muestra de que hasta esa regla no escrita del sistema político mexicano de que el presidente saliente se repliega y le deja su propio espacio al sucesor para que vaya tomando las amarras del poder, ha sido rota por el obradorato.
Sheinbaum intentó plantearlo de manera que no sonara a lo que es: ante los medios aseguró que habrá una “discusión amplia en todo el país” sobre la iniciativa de reforma judicial en la que se consultará con barras de abogados, facultades de derecho, ministros, magistrados, trabajadores del Poder Judicial y universidades.
“Queremos que la reforma se conozca, eso es importante, que se abra un espacio de diálogo y conocimiento en todo el país”, manifestó Sheinbaum, intentando evitar otra marejada financiera. Pero en lo que hablaba, el dólar llegó a cotizarse hasta en 18.53 pesos.
La razón es simple: durante todo el sexenio quedó claro que esas “consultas” con expertos, que los parlamentos abiertos en el Congreso, son totalmente inútiles, una pérdida de tiempo: el “amado líder” exige que sus iniciativas se aprueben sin moverles una coma, sin espacio a la negociación. Y si lo hizo así sin contar con mayoría calificada, ahora, con unas cámaras totalmente dominadas por Morena, no lo dudará ni un instante.
Pero de eso a que no existan consecuencias, hay un largo trecho. No por nada varios analistas ya hablan del “error de septiembre” si se consuma la destrucción de las instituciones de la transición democrática que agoniza.
Que nadie se diga sorprendido o que no lo vio venir.
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