Por: Mtro. José Alberto Vázquez Cruz
El ser humano, desde su aparición en la faz de la tierra comprendió que su futuro estaba en la organización colectiva, ningún esfuerzo individual hubiera podido hacerle trascender de la era primitiva a la inteligencia artificial.
La evolución más importante en las formas de relación que ha generado el hombre como especie y sociedad en su devenir histórico es sin duda alguna, el Estado.
Esa figura incorpórea, superior y hasta suprema, está presente en la vida de todos cuantos habitamos conscientemente este planeta.
Los grandes pensadores de todos los tiempos han tratado de dar sentido a ese proceso de organización social desde Platón, Aristóteles, Santo Tomás, Hobbes, Rousseau, Locke, Montesquieu, Hegel, Marx, Bakunin, Lenin, Feuerbach, Jellinek, Kelsen, entre muchos otros.
El renacimiento es el momento culmen de la vida social y de conciencia del ser humano en el que se comprendió que en el gran conglomerado de la humanidad se encierra un gran poder capaz de conducir a la sociedad a las peores de las barbaries o a la más de las sublimes convivencias armónicas.
El Estado no solo es una figura jurídica, es la razón de ser del hombre en sociedad.
Y como tal, tiene un propósito, ha sido creado para atender fines sociales, fines colectivos, en suma, la convivencia, la solidaridad y el bienestar sociales.
La gran pregunta es ¿quién y cómo se determina qué tipo de convivencia social deberá proveer el Estado?
El autor norteamericano Corey Robin afirma, en su libro “La mente reaccionaria, El conservadurismo, Desde Edmund Burke hasta Donal Trump”, que la aparición del Estado trae aparejado el nacimiento del conservadurismo, al que define como “la experiencia de tener poder, verlo amenazado, e intentar ganarlo de nuevo”.
Es indispensable recordar que la revolución francesa, detonante del Estado moderno, es una revolución burguesa, una revolución cuya clase económica se hizo del poder y fue la más favorecida de ese histórico movimiento social.
Así entonces la disputa por conservar el poder ha sido el foco de la hecatombe humana.
El Estado sólo tiene sentido a través del poder político que nace de la población para cambiar la realidad e imponer la voluntad de un grupo determinado en tiempo y lugar a pesar de la resistencia de otros.
La lucha de clases se da en ese contexto, imponer una visión del mundo y el cumplimiento de los objetivos colectivos.
Para terminar el marco conceptual, quiero invocar al economista Joseph Stiglitz, quien en su libro “El precio de la desigualdad”, sostiene que mientras el 1 por ciento de la población mundial vive en las mejores condiciones, su estilo de vida está atado al destino del otro 99 por ciento.
¿Qué significa todo esto?, que el poder del Estado moderno, desde la época del renacimiento no ha logrado construir una sociedad más o menos simétrica, todo lo contrario, las profundas desigualdades en el mundo son evidentes.
Mientras existen países altamente tecnificados y ricos, otros grandes sectores de la población mundial carecen de lo mínimo para sobrevivir; la pandemia nos ilustró crudamente esta realidad, las grandes farmacéuticas que desarrollaron las vacunas, las reservaron para los países del “primer mundo”, el resto de la población mundial tuvo que esperar su turno para que ellos terminaran de vacunar a su población como si la vida aceptará prelación.
Estos conceptos básicos de la teoría política, pero sobre todo de la vida diaria, no pueden ni deben ser ignorados ni soslayados cuando se hace política en un país como el nuestro, con tanta desigualdad y rezagos históricos.
La izquierda es una expresión que nace como una opción a las causas colectivas, al bienestar de las grandes mayorías, en búsqueda de ese anhelado propósito del Estado moderno.
La llegada de la izquierda electoral al gobierno de la república ha sido una bocanada de aire fresco, solo algunos cambios en la política social y económica han permitido obtener resultados sociales de magnitudes históricas, aunque las viejas estructuras del Estado se resisten a cambiar.
Falta mucho por hacer, no obstante, se requiere aprovechar el momento histórico, que la izquierda popular representada en los partidos políticos gane terreno sobre el pragmatismo, la victoria electoral a costa de todo es derrota en el corto plazo.
La izquierda electoral no debe permitir que el conservadurismo se ponga su ropaje y mantenga los privilegios, se requieren muchos cambios profundos, el cambio verdadero está en la construcción de la participación ciudadana colectiva, comunitaria, esa que se ocupe de que Estado camine hacia la atención de las necesidades de las mayorías y no de la burbuja política y económica.
Una entrega de Latitud Megalópolis para Índice Político