-Victor Roccas.
“La felicidad es percepción de grupo, se califica por consenso ajeno, es un concepto de expectativas y exigencias sociales, y cuando tal sociedad es rehén de dogma o doctrina esa felicidad se vuelve esclavitud.”
-V. Roccas.
Al escribir estas líneas pregunto ¿Cuál es la razón de nuestra propia degradación como sociedad?
Evidentemente la ambición de unos pocos ha sido para un escribidor la razón primigenia, pero existe una combinación aún más letal y compleja que nos involucra a todos y es la mancuerna de la ambición por el éxito y aún más concentrada en la percepción de que la felicidad viene de la mano del éxito.
Lamentablemente como muchas otras taras de esta sociedad este particular surge en el desconocimiento de un concepto deformando con el paso del tiempo, tal y como sucedió con el termino “ocio” (del cual comenté en una entrega anterior) que resulta absurdamente es también hoy obstáculo para el éxito.
Iniciemos por establecer el origen de la palabra “éxito” que nos refiere a la raíz del latín exitus : salida, término, fin. Al mismo tiempo el término exitus surge de las raíces indoeuropeas eghs : hacia afuera, e ei : ir (ir hacia afuera)
Por tanto éxito se puede y debe entender primeramente como: el fin de algo, la salida de algo o conclusión de algo.
Como dará cuenta el amable lector la palabra éxito no implica de origen y en ningún modo la cualidad de tal salida, fin o conclusión pero si debemos entender que compromete un fuerte significado de alejamiento.
Por ello en nuestro mundo contemporáneo el éxito se ha convertido en un símbolo de triunfo personal, de empeño individual, de admiración social, un símbolo de estatus, de distinción y desde luego distanciamiento de otros, llegando a ser incluso un símbolo para discriminar y señalar jerarquías que se inculcan y fomentan desde la temprana niñez, la escuela y la vida adulta, y que curiosamente sepulta de origen el supuesto de esa idiotez llamada “libre albedrío”.
En ello el éxito se ha fusionado con el concepto de felicidad que les distingue, desde la sociedad, como el privilegio que saciará todo anhelo concebible.
Así la felicidad que también es un constructo social se define desde una opinión pública sujeta a la popularidad, al dogma o simplemente a la mediocridad del pensamiento colectivo secuestrado, por la fe, la esperanza o la promesa, una sociedad vulgarizada y vulnerada por la desigualdad que observa a un individuo escapando de lo ordinario en pos de la felicidad, de uno que logró salir del tumulto, de la plebe y que cubrirá con creces sus propias necesidades, empero convirtiéndose él mismo en fundamento de la desigualdad y razón de su éxito.
Es por eso el éxito no es obviamente garantía de felicidad pues esta se elabora desde el sufrimiento, frustración del colectivo subyugado, al igual que la tristeza o el fracaso, el éxito entonces es un modo de vida dependiente totalmente de otros. El éxito no es por tanto el logro de la libertad y la independencia sino justificación de esperanza y fe colectivos desde los grilletes de la ignorancia y la opresión.
Así que no, el éxito no lo construye un solo individuo, es producto de un entorno social que lo permite y en el cual todos apoyan y participan desde la crianza, el éxito es social y no existe el éxito independiente como fruto de voluntad propia, es la expectativa de otros hacia lo que se considera extraordinario por lo cual se condiciona la búsqueda del éxito, pero finalmente, insisto, depende de un entorno social desigual, no puede construirse el propio éxito sin superar o abatir a otros, no importa si la derrota o superación tiene un componente de ideas o acciones, el éxito deja de serlo cuando la competitividad no existe, por ello el éxito es una medida de rivalidad forjada ante la desigualdad de un individuo, de un grupo, de una comunidad, de una sociedad, de un país, de una coalición pero siempre sobre un contrincante.
El ser humano actual establece con arrogancia y estupidez que el éxito es la individualidad sorteando a su paso los obstáculos que esclavizan al colectivo a lo ordinario, mediocre y desmotivante pero originando desigualdad, construyendo, sin pensar al menos que, el éxito de hoy igualmente esclaviza al privilegio sobre los otros mañana.
Por esa razón los demás privilegiados o exitosos infectan ese pensamiento de supuesta individualidad e independencia con egoísmo que justifica la desigualdad que su proceder antisocial, depredador y parasitario sostiene.
-V.Roccas.