El virreinato llevó a Olinalá, de origen precortesiano, no solo un robusto proceso de evangelización, sino la prosperidad que significó la presencia por doscientos cincuenta años de la ruta comercial y cultural que fue el Galeón de Acapulco, mal llamado Galeón de Manila o Nao de China. Aquella influencia derivó en el beneficio del árbol de linaloe y también del soberbio trabajo en laca que tiene reminiscencias orientales. Recientemente con la finalidad de impulsar el desarrollo económico, cultural y social de Olinalá, un grupo de descendientes, familiares y admiradores de la figura del general Juan Andreu Almazán, constituyeron una Asociación Civil con el nombre del afamado divisionario olinalteco y que preside como presidente el artista plástico y gestor cultural Bernardo Rosendo Ponce y como secretario el empresario Ulpiano Flores Fournier.
Entre las acciones promovidas por la Asociación, se encuentra una magnífica muestra del arte de Olinalá y la obra de Rosendo en exhibición en la Residencia Miguel Alemán de Los Pinos, la próxima fundición de un bronce ecuestre de Almazán, obra de Ponzanelli, que se colocará en la plaza principal de Olinalá y en el 2023 publicaron la tercera edición de “Olinalá” del erudito Gutiérre Tibón. La edición muy bien lograda, no sólo da cuenta del texto más importante que se ha escrito sobre aquella rica localidad guerrerense sino que de manera indiscutible nos remite a la figura histórica de Almazán, uno de los personajes más controvertidos del siglo XX mexicano.
Juan Andreu Almazán, nació en 1891 en Olinalá, en una familia de agricultores de origen catalán. Siendo un niño, la familia se mudó a Puebla, aun así Almazán nunca perdió el vínculo con su tierra natal. Muy joven inició estudios de medicina en Puebla y a partir de 1909 se vinculó de manera decidida en el movimiento maderista. Fue testigo de los hechos alrededor del frustrado levantamiento de Aquiles Serdán y su muerte. Poco después viajó a San Antonio, Texas, donde Madero le encomendó levantar la rebelión en Morelos, Guerrero y Puebla. Ya desde entonces a pesar de su juventud, destacó por su fuerte personalidad y carisma, en aquellas jornadas se hizo novio de Ángela, hermana de Madero. Su carácter le generó muchas empatías pero también algunos recelos y antipatías.
Al triunfo del Maderismo, y con 20 años de edad era ya general, la vorágine de la revolución lo envolvió y prácticamente militó en todos los bandos en pugna, pero más debido a las circunstancias y al propio derrotero de su vida, que a un oportunismo o falta de convicciones, como lo han querido mostrar sus detractores. Gozó del afecto de Zapata y de Victoriano Huerta, así como del encono de Madero, Carranza y Villa. Militó en las fuerzas maderistas, zapatistas, en el Ejército Federal, con los convencionistas, felicistas y soberanistas. Trás el triunfo de la rebelión de Agua Prieta se unió a los sonorenses y al cardenismo hasta 1939. Durante ese periodo fue también secretario de comunicaciones y se distinguió batiendo a las rebeliones de los años veinte.
En 1939, Cárdenas llegó a la recta final de su mandato. Eligió como su sucesor no al radical Múgica sino al moderado Ávila Camacho. Sin embargo Almazán gozaba de enorme prestigio y arrastre entre las fuerzas vivas de la revolución, que se volcaron a favor de su candidatura. Ya con anterioridad había rechazado en cuatro ocasiones dicha candidatura. Los flamantes almazanistas provenían de todos los bandos y tendencias, lo cual da cuenta de sus prendas personales, liderazgo y echa por tierra el argumento en su contra, de haber militado en bandos tan opuestos. Almazán derrotó a Ávila Camacho en la elección de julio de 1940, sin embargo, la respuesta del régimen cardenista fue feroz y se consumó el fraude electoral. Gonzalo N. Santos, operador del régimen, narra en sus memorias como personalmente ametrallo casillas electorales donde los votos favorecieron a Almazán.
El fraude, lo convirtió según sus propias palabras en un paria para el sistema político mexicano, tuvo entonces la estatura moral de impedir el levantamiento armado de sus seguidores, para evitar un baño de sangre entre mexicanos, siempre culpó de su derrota a Cárdenas y a Roosevelt. Con dignidad se retiró de la política pero consolidó actividades adicionales como su faceta de empresario exitoso, lo cual también le generó una natural polémica y como escritor, publicando sus memorias e incluso escribió el epígrafe del capítulo XIV del mencionado libro “Olinalá” de Tibon. El general Almazán murió en 1965, hoy a seis décadas de su partida, persiste el reconocimiento de sus paisanos a su genuina trayectoria de revolucionario, pero también la obligada asignatura de revisar su figura y someterla al juicio imparcial de la historia.