Por: Leopoldo Díaz Pérez
El fallecimiento del Mijaíl Gorbachov, admirado estadista reformador trajo a colusión muchas reflexiones, entre otras las del exmandatario Carlos Salinas de Gortari que refiere:
…Apenas unos días después de iniciada mi administración como presidente de México, el 5 de enero de 1989, apareció un artículo en la primera pagina de The New York Times intitulado “Mexicans Hoping for Salinastroika”, en el que el diario hacía un paralelismo entre las reformas que estábamos impulsando en México, con las de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Carlos Salinas de Gortari. Mijaíl Gorbachov, descanse en paz. El Pais.
En efecto, el artículo aludía a los procesos de modernización que enderezaban los gobiernos de los Estados Unidos y México; acotaba las desgracias económicas y sociales del derrumbamiento de la URSS que precipitó el golpe de mano de Boris Yeltsin alcalde de Moscú y cita a Henri Kissinger. “La historia nunca ha mostrado gratitud para los gobernantes reformadores ”
Lo anterior se antoja, -guardando las proporciones- al igual que la comparación de las revoluciones mexicana y rusa a principios del siglo XX.
Pero volvamos la vista a otras latitudes, atisbemos a occidente; no era asunto menor que precisamente el número uno de la dinastía de los Bush, el presidente George. H. W. Bush llamara “amigo” al mandatario mexicano Salinas de Gortari. Se iniciaba una apertura económica en México y trascendentes encuentros de carácter comercial que culminarían en el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica TLCAN (NAFTA por sus siglas en ingles). Atrás quedaban varias décadas de rumbos encontrados a los de nuestros vecinos del norte.
De hecho, en aquella época, hace tres décadas, en Oriente y occidente celebraban de alguna manera aquel momento histórico del acontecer nacional y de las relaciones diplomáticas y comerciales en el Continente Americano. Uno más de los éxitos diplomáticos del siglo XX, que no se consolidó; pues desencadenó un proceso que cimbró las estructuras económicas, políticas y sociales de México. No pasábamos desapercibidos de ninguna manera ante los ojos del mundo.
Los mexicanos habíamos observado de lejos el avance del Mercado Común Europeo en el siglo XX y los principios que preconizaban esos tratados internacionales, conforme al Derecho Internacional Público, que implicaban el compromiso con las cláusulas aceptadas por las naciones civilizadas, a saber: el ejercicio de la democracia por los gobiernos contratantes, así como el respeto a los derechos humanos; lo que implicaría para México un verdadero drama.
A finales de 1988 se reunieron en Houston, Texas los presidentes electos de México y Estados Unidos: Carlos Salinas de Gortari y George H. W. Bush buscando nuevos horizontes en la relación bilateral con un acuerdo de libre comercio que se anunció en 1990 y al que luego se sumaría Canadá. Se intentaba priorizar los temas de acuerdo, ante los lastres que hundían periódicamente el entendimiento en las relaciones bilaterales: el narcotráfico, la inmigración y los energéticos. Se crearía la zona comercial más grande del mundo. Así surgió el denominado Espíritu de Houston con un impulso visionario que generó enormes expectativas de éxito, no sin eludir igualmente los temas difíciles de conciliar en las negociaciones.
Estaba en juego que México ingresara al grupo de los países desarrollados y fuera la sede de la industria maquiladora de los Estados Unidos. Así como compartir la responsabilidad de las estrategias de seguridad nacional de las contrapartes; que por lo que respecta a los Estados Unidos una constante desde la presidencia de Richard Nixon es la “lucha contra el narcotráfico” en al ámbito internacional.
La administración del presidente Carlos Salinas inició con mano férrea y enfrentó al Ejército contra organizaciones sindicales como los mineros de Cananea, los alijadores del Puerto de Veracruz y al poderoso sindicato de Petróleos Mexicanos; lo que despertó la crítica y las presiones del norte en el sentido de que México no respetaba la cláusula de Derechos Humanos a la que se comprometió con el TLCAN, lo que derivó en la creación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).
Sin embargo, también hubo claroscuros, que sembraron intranquilidad en la esfera de la gobernabilidad por decir lo menos y empañaron o tensaron la línea de mando de la Presidencia de la República con la Secretaría de la Defensa Nacional.
Fue a principios del mandato presidencial de Salinas de Gortari cuando este le comunicó personalmente al General Antonio Riviello Bazán Secretario de la Defensa Nacional, que sacara de sus cuarteles a la tropa y la desplegara en las calles a lo que contestó Riviello: No señor presidente, si saco a las tropas a las calles, el problema será ¿cuándo regresarán a sus cuarteles?, démelo por escrito, lo que no sucedió. Entendido de que el contexto se ubicaba en el “combate al narcotráfico” como se le denominaba anteriormente,
A partir de ese momento las relaciones entre ambos personajes se tornaron ríspidas. Cuando se les veía en ceremonias era palpable la ausencia de comunicación. Aquel incidente inimaginable trascendió tiempo después.
El general Riviello era un hombre tranquilo, mesurado, con una sonrisa que apenas se dibujaba en su rostro, justo, ejemplar, firme, de principios y con un concepto muy alto de la doctrina militar de las Fuerzas Armadas; fue el que reinició el adiestramiento de grandes unidades en el Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, por decir lo menos.
Y no fue todo, más tarde se suscitó un evento que como reguero de pólvora envenenó el ambiente e impactó en los mandos militares, oficialidad y tropa de todas las unidades, dependencias e instalaciones del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos.
Se trató del suceso conocido como “Llano de la Víbora”, un paraje del terreno en Tlalixcoyán Veracruz. En noviembre de 1991, descendió una aeronave cargada de droga que volaba escoltada por otra aeronave de la PGR. Previamente las tropas de la Zona militar habían detectado un vehículo cargado con bidones de turbosina camuflado en las inmediaciones de la pista, lo que era señal inequívoca de que llegaría un vuelo con cargamento de droga, por lo que se apostaron en el terreno para capturarla o asegurarla sorpresivamente.
Al aterrizar ambas aeronaves los policías judiciales protegieron la huida de los narcotraficantes enfrentándose con las tropas desplegadas, sucediéndose 7 bajas entre policías; mientras un avión de la DEA sobrevolaba a mayor altura grabando y monitoreando los movimientos de las aeronaves.
Cuando el Gral. Riviello Bazán dio el parte de novedades al presidente Salinas de Gortari en el sentido de que agentes policiacos de la Procuraduría General de la República escoltaban una aeronave cargada con droga ordenó al propio secretario de la defensa nacional que se retractara de los hechos por “razón de estado” y asumiera públicamente que los militares en la operación eran los que estaban coludidos con los narcotraficantes, pues su gobierno no podía admitir involucramiento en un acontecimiento de tal gravedad.
Las presiones fueron tales que el general Alfredo Morán Acevedo comandante de la Zona Militar fue llamado por Riviello quien por instrucciones superiores lo conminó a aceptar un inicuo proceso legal en su contra, no obstante que cumplió con su deber, asegurándole que no tendría consecuencias personales. Fue la CNDH la que instruyó al Procurador Militar para que se investigara en contra del general Morán.
Como colofón, en junio de 2011 fue asesinado el periodista veracruzano Miguel López Velázquez quien publicó una obra al respecto donde denunció que las pistas clandestinas en Llano de la Víbora eran protegidas por la extinta Policía Judicial Federal rutinariamente.
Así las cosas, el general Riviello Bazán ordenó a los mandos territoriales que difundieran la verdad de los hechos a la totalidad del personal militar e incluso lo hizo personalmente.
La verdadera desgracia sobrevino cuando México no cumplió con la cláusula del ejercicio democrático del poder. Para tal efecto se debía terminar con la práctica de elección de estado y permitir la alternancia del poder político, así de claro; lo que no se respetó.
Conforme se acercaba la fecha de las elecciones presidenciales, el partido político en el poder eligió a un candidato que condujo su campaña demostrando gran liderazgo y fuerte apoyo popular, Luis Donaldo Colosio, lo que evidenció al exterior que el presidente de México no cumpliría con el compromiso generado en el “Espíritu de Houston” y provocó desacuerdos externos e internos, por lo que el gobierno del vecino país del norte se sintió traicionado. Fue entonces cuando sobrevino el magnicidio del candidato del PRI en Lomas Taurinas, de la ciudad de Tijuana, justo en la frontera con Estados Unidos.
Simplemente se rompieron las reglas del juego. Se esperaba una transición a la democracia.
Simultáneamente a este sangriento proceso político de la sucesión presidencial que sembró la desconfianza en los Estados Unidos, amenazó un intento de balcanización con el levantamiento indígena denominado EZLN, en el sureste del país. México había cruzado el punto de no retorno y se dislocó el destino de alcanzar el desarrollo económico que se había buscado durante todo un siglo. De ahí la trascendencia histórica de estos eventos.
A la inestabilidad política y social siguió la económica por la fuga masiva de capitales en diciembre de 1994 justo cuando se devaluó el peso; lo que fracturó el intento de México de superar el subdesarrollo económico. Correspondió al presidente Ernesto Zedillo Ponce la crisis y negociar un préstamo con el gobierno de Bill Clinton y el Fondo Monetario Internacional por 40,000 millones de dólares. A destiempo Zedillo cumplió con la cláusula del ejercicio democrático del poder político y propició la alternancia del poder; entregó la presidencia a otro partido político. Era claro que México ya no alcanzaba el estatus de socio estable en el proyecto comercial de Norteamérica como era deseable.
Cuando terminó la II GM Estados Unidos y Reino Unido eran los principales exportadores del mundo, en 1994 Estados Unidos, Alemania y Japón estaban en los primeros lugares y China no figuraba entre los diez países en la cima de los exportadores.
En 1997 justo después del descalabro mexicano, China ingresó al décimo lugar de esa escala, en el 2005 desplazó a Japón colocándose en tercer lugar después de Alemania y los Estados Unidos, momento histórico en el que México vivía la alternancia política de su incipiente democracia.
A partir del 2008 China no soltó el primer lugar y la competencia entre Estados Unidos y Alemania era por el segundo puesto. Actualmente China exporta tanto como la suma de Estados Unidos y Alemania.
China se convirtió en receptáculo de los capitales de occidente para maquilar la producción que México desdeño por soberbia política, porque poderosos intereses le arrebataron ese destino o por ambas causas. En fin, ¿cruzamos el punto de no retorno?
@Leopoldiazperez