México está perdiendo su mejor activo: su talento. No es cuestión de percepción, los datos lo confirman. En 2020, 43,459 mexicanos emigraron; el 8.6% se fue a buscar trabajo, el 4.4% a estudiar y el 10.1% a mejores ofertas laborales. Y lo preocupante es que esta tendencia va en aumento. Según el CONACYT, en tres décadas hemos visto partir a 1.2 millones de profesionales altamente calificados, colocándonos entre los países con mayor migración laboral del mundo. No es casualidad que los mexicanos sean el cuarto grupo más grande de inmigrantes con educación universitaria en EE.UU., solo después de India, China y Filipinas.
Este es un problema estructural, no una estadística cualquiera. No se resuelve con discursos ni con más reuniones de “alto nivel” donde nuestros políticos de siempre dicen lo de siempre. El reto es más que claro: generar condiciones reales para que el talento se quede y prospere en México.
El problema de la fuga de talento:
Las empresas lo saben: están perdiendo a su mejor gente. Según OCC Mundial, el 59% de las empresas de manufactura en México reporta un aumento en la fuga de talento. Las razones, que todos conocemos, son las siguientes:
- Falta de oportunidades de desarrollo profesional
- Sueldos poco competitivos
- Mal liderazgo
- Agotamiento laboral
- Falta de motivación y nuevos retos
- Pocos incrementos salariales
- Baja capacitación
Y aquí está el verdadero problema: no es solo la falta de empleo, sino la falta de empleo que valga la pena. La rotación de personal y la fuga de cerebros no son un capricho, más bien son una respuesta lógica a un sistema que no genera suficiente valor.
La solución: educación, tecnología y alianzas estratégicas
Por supuesto que no hay soluciones mágicas, pero hay caminos claros. La llamada “triple hélice” (sector privado, academia y gobierno) debe ser una realidad, no un concepto cualquiera. La capacitación y la educación son la clave: el Informe sobre el Futuro del Empleo 2025 del Foro Económico Mundial proyecta que se crearán 170 millones de nuevos empleos en la próxima década, mientras que 92 millones desaparecerán. En otras palabras, las oportunidades están ahí, pero hay que prepararse para ellas.
La situación laboral de México no mejorará si seguimos formando profesionistas para trabajos que ya están en vías de extinción. El reto es capacitar a los mexicanos para los empleos del futuro: inteligencia artificial, big data, ciberseguridad y automatización.
Invertir en tecnología es la diferencia entre liderar o quedarnos viendo desde la banca. Hoy, Hong Kong tiene una participación femenina en tecnología que creció un 50% en la última década sin necesidad de regulaciones, solo con incentivos adecuados. Estonia se convirtió en la nación digital de referencia con menos de 2 millones de habitantes. Y en Singapur, el 40% de las startups tecnológicas son fundadas por mujeres sin necesidad de “cuotas” ni “perspectivas de género”.
Una oportunidad que no podemos dejar pasar
México no puede seguir perdiendo su talento. La fuga de cerebros no solo afecta a las empresas, sino a toda la economía del país. Si seguimos con la tendencia actual, el mercado laboral se precarizará aún más, los sueldos caerán y el Estado perderá cada vez más cotizantes en su sistema de seguridad social.
El futuro no se construye con buenas intenciones, sino con decisiones firmes. Si no empezamos a formar a nuestros profesionistas en las carreras que marcarán la próxima revolución económica, otros países lo harán por nosotros y seremos, como siempre, simples espectadores.
La pregunta no es si podemos frenar la fuga de talento, sino si tenemos la voluntad de hacerlo. Y eso, a fin de cuentas, no depende de una política ni de un programa gubernamenta más. Depende de que el país entero entienda que el talento es el nuevo petróleo. Y que, como todo recurso valioso, o lo aprovechamos, o nos lo quitan.