La magia resolutiva de las seis cuerdas -hacia una apología de la transcripción-
I
Manuel Zepeda Ramos.
¿Ilusionismo?
En este artículo no voy hablar de barbaridades nacionales que pueden eternizarse para vergüenza nuestra y de los que vienen, ni de prestidigitación ni malabares; mucho menos de incoherencias e inexactitudes; ni de medias verdades y megas mentiras…ni de béisbol.
De ninguna manera.
Para fortuna nuestra, durante la semana pasada sucedieron acontecimientos importantes en la facultad de música de la Universidad Veracruzana, durante tres días, en torno a la aparición de un libro que augura convertirse en un documento imprescindible de consulta para los que aspiran a ser guitarristas de trascendencia, que dignifiquen ese instrumento maravilloso de seis cuerdas que es la guitarra y para el público en general que desee conocer mas acerca de la guitarra y su importante vínculo con el desarrollo de la música a lo largo del tiempo.
Es un libro escrito por Alfredo Sánchez, académico importante de la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana, formador de ejecutantes de la guitarra que ya trascienden en el ámbito nacional e internacional, organizador de festivales de guitarra que son emblemáticos e inolvidables en nuestra casa de estudios y ganador de varios concursos nacionales e internacionales dentro de su oficio que ama y practica cotidianamente desde hace muchas años: la guitarra como su instrumento de vida.
“La transcripción musical es una de las diversas actividades que conlleva la práctica instrumental”, dice en este libro el doctor Juan Carlos Laguna, catedrático de la Facultad de Música de la UNAM y prologuista de este libro de Alfredo Sánchez. “Notables intérpretes en el pasado -continúa diciendo don Juan Carlos en su exordio-, han recurrido a la transcripción o al arreglo como un recurso para tocar obras concebidas en otros instrumentos: Francisco Tárrega, Miguel Llobet, Agustín Barrios Mangoré, o Andrés Segovia, por mencionar algunos, Trasladaron a la guitarra obras de Johann Sebastian Bach, Georg Friedich Handel, Robert Schumann, Isaac Albéniz o Enrique Granados”. “En la actualidad -continua diciendo el doctor Laguna-, existen osadas transcripciones que impresionan por su grado de complejidad y que exigen un alto nivel técnico para ejecutarlas apropiadamente, como la versión de Kasuhito Yamashita de los Cuadros de una exposición de Modest Mussorgski, el arreglo de Jorge Caballero del Capriccio Espagnol OP. 34 de Rimsky-Korzakov o la transcripción de El Clave bien temperado de Johann Sebastian Bach, realizada por Alfredo Sánchez”.
El doctor Laguna habría de pergeñar más ideas. “El arte de la transcripción musical no es una tarea simple. Una buena transcripción debe obedecer a criterios que justifiquen el traslado de la música, con la misma energía, nobleza y fidelidad de un instrumento a otro. Es necesaria una intuición natural, una imaginación constructiva y un conocimiento inexcusable de la mecánica instrumental, virtudes que visiblemente reúne Alfredo Sánchez”.
Estamos, pues, ante un documento escrito imprescindible, de gran crudeza y exigencia, -completo diría-, del arte de la transcripción tan necesario en donde se respeten, a la obra originalmente transcrita y al publico que habrá de gozar o criticar el resultado.
Por qué transcribir, se pregunta su autor, Alfredo Sánchez:
“Explorar nuevos ámbitos, dice el maestro Sánchez, es distintivo de la curiosidad humana. Desde antes de que abandonáramos los arboles, el anhelo por sobrepasar cualquier frontera ha significado una impronta imposible de ignorar. Esto no requiere explicación alguna, simplemente, en tanto poseedores de un espíritu perennemente inquieto y expectante, dispuesto en todo momento a incursionar sobre los insondables misterios de la naturaleza, nos confrontará siempre ante una vetusta actitud que nos determina: Transcender los limites de nuestra insaciable curiosidad. Cuando un reportero preguntó a un experimentado montañista el porqué de ascender cierta montaña, su lacónica respuesta pronto habría de convertirse en un meme viral: porque está allí. Es decir, no hay argumentos suficientemente convincentes para responder una pregunta de ese tipo, más bien -recalcando lo expresado anteriormente-, lo que hay, es nuestra irrenunciable necesidad por conquistar territorios inexplorados. Asimismo, a quienes nos vemos subyugados por el deseo de experimentar en una guitarra la música creada para otros instrumentos, lo sentimos como un envite que no requiere justificación alguna, simplemente, el dedicar nuestra energía física, mental y espiritual a tal fin, difícilmente conducirá a una respuesta satisfactoria que persuada a nuestros incautos detractores. Sin embargo, para cualquiera debería ser fácil entender que, si uno tiene en sus manos un instrumento que le brinda la posibilidad de experimentar parte de la mejor música de todos los tiempos, esto entraña, ya de por si, una incitación ineludible que pronto deviene en necesidad irrenunciable”.
“En definitiva, al tener a nuestro alcance un instrumento que conlleva la posibilidad de transitar dentro de los parámetros musicales más exigentes de casi cualquier partitura, aunado al seductor cantábile característico de una guitarra es muy difícil, como intérpretes, abstenernos de ejercer nuestro potencial creativo con la idea de ofrecer a nuestro auditorio nuestras formas de expresión tímbrica hacia la forma de escuchar una obra de suyo conocida”.
Este libro de Alfredo Sánchez habrá de aportar, sin duda, respuestas que los creadores de la guitarra querrán saber acerca del universo de posibilidades que este instrumento de seis cuerdas llamado guitarra, aporta al imaginario del Mundo que pendiente está de su desarrollo.
Nos vemos en el próximo capítulo sobre este libro, desde ahora ya imprescindible.