De las enfermedades neuronales del capitalismo
Por Carlos Prego Berjón
A últimas fechas me he inclinado a revisar algunas cosas que tienen que ver con el tema del trabajo en el mundo contemporáneo. Por mi formación académica resulta inevitable no observar dicho tema a la luz de las teorías freudiana y lacaniana dialogando con otros autores doctos en el tema.
Sigmund Freud describió la autoridad de la ética del trabajo como la tragedia del “principio del placer”, el cual era aplastado, suprimido, desviado por el “principio de realidad”. Este innato “principio del placer” de poderse llevar acabo, habría hecho la vida social imposible; por ello, la imposición de restricciones externas se convierten en necesarias. Es gracias a la amenaza de coerción que podemos entablar compromisos tensos, incómodos, entre el principio del placer y la dura realidad del quehacer y las reglas sociales. Esta coerción, esta opresión que acompañó a la actividad laboral durante una considerable parte de la historia capitalista, Freud (en El porvenir de la ilusión) la generalizó como una característica necesaria e inevitable de proceso civilizatorio.
Para el psicoanalista vienés los hombres espontáneamente no son afectos al trabajo y cualquier tipo de argumentación se queda corta ante la pasión humana, por lo cual concluye que por la necesidad social del trabajo, a las personas se les debe obligar al cumplimiento de las normas y “regulaciones de la civilización”.
Lo anterior es avalado por el sociólogo alemán Z. Bauman en un interesante libro llamado “Libertad” (1988).Baumann acepta que la fulgurante combinación de “trabajo” y “coerción” es ciertamente una necesidad social, pero, para formaciones específicas de “no todos” los sistemas sociales. O sea, esa época o ese mundo del “capitalismo industrial” era en suma…muy freudiano.
“Actualmente el reemplazo del trabajo por la libertad de consumo como eje alrededor del cual gira el mundo vital bien puede cambiar radicalmente en la relación hasta ahora antagónica entre el principio del placer y el principio de realidad. Lejos de suprimir el impulso humano hacia el placer, el sistema capitalista en su “fase de consumo” lo despliega para su propia perpetuación… el capital da ahora rienda suelta al principio del placer, la conquista de la producción sigue siendo segura porque se ha encontrado una salida segura para el impulso potencialmente problemático hacia el placer.
Para el consumidor, la realidad no es ahora enemiga del placer. El momento trágico ha sido eliminado del insaciable pulso al goce…Para el sistema de consumo un consumidor es feliz de gastar en una necesidad; para el consumidor individual gastar es un deber, tal vez el más importante de los deberes”.
Después de tan elocuente cita podemos deducir que el mundo hoy, es más lacaniano que freudiano. Seamos justos con Freud ya que en algún sentido, existirá gente que pueda banalizar su metapsicología pensándola como una simple oposición entre el principio de realidad y el principio del placer, pero es sin duda alguna es mucho más complicado que eso.
La instancia psíquica en psicoanálisis encargada de la coerción se llama Superyó y no podemos pensarla sin su articulación al “más allá principio del placer”; aunque es verdad que no es lo mismo imponer la renuncia al goce que ordenar gozar. La frase anterior es un tema que se trabaja en la escuela lacaniana desde hace varios años, debido a que el imperativo de gozar genera: nuevos malestares, nuevos síntomas y nuevas angustias. Ante tantas consecuencias novedosas en la teoría psicoanalítica, ésta, no puede ser la misma, motivo por el cual procura avanzar en el campo social e institucional mutando en sus formas para que esto le permita seguir existiendo manteniendo “su real transhistórico”.
Surgen otra vez los respaldos teóricos, de nueva cuenta Bauman (La modernidad líquida), Richard Sennett (La corrosión del carácter…) y Byung-Chul Han (La sociedad del cansancio).
Comenzando con Han, el autor coreano plantea en varios textos el surgimiento de las “enfermedades neuronales”. Superada ya la época de la represión laboral surgen ahora este tipo de enfermedades que no tienen que ver ni con virus ni con bacterias, más bien son de tipo “social” y tenemos algunos ejemplos: TLP (trastorno límite de la personalidad), SDO (síndrome de estrés ocupacional), TDAH (trastorno de atención con hiperactividad) y la ya muy conocida -y para muchos especialistas la enfermedad del siglo XXI- Depresión (Con sus varias presentaciones…). Todas estas son resultados del quehacer social cotidiano, pero Han yendo más lejos, también habla de las consecuencias profundas del “neoliberalismo” entre las cuales, ya no es necesario hablar de la explotación del trabajador por medio de la represión de las empresas; hoy en el mercado de consumo en este incesante “gozar consumiendo”, somos los propios trabajadores los que aceptamos la auto-explotación.
De Richard Sennett comparto su indagatoria sobre la consecuencias subjetivas que produce el llamado “capitalismo flexible” debidas a las nuevas formas de organización del trabajo (free-lance, home-office…) y su propuesta de cómo la “inestabilidad” (caos) fundamentada en la fragmentación de las instituciones procuran la vinculación y el funcionamiento de la gente, así como una modificación en sus valores y sus prácticas.
Regresemos a Zigmun Bauman y la realidad líquida. Con aguzada sensibilidad hace un análisis sobre la “debilidad” y la “fragilidad” de los vínculos sociales y la modificación (con tendencia a la disolución) del “lazo social” planteando la tesis, de que “el discurso capitalista” no cumple con la función de discurso es decir: la del lazo social.
Lo revisado líneas arriba con nuestros tres soportes teóricos, evocan las lecturas de Jacques Lacan en los años 60’s sobre su teoría de los 4 discursos (del amo, el universitario, el histérico y el del analista), particularmente la tesis de que el discurso capitalista no cumple con la función de discurso, ello debido a que “no” admite una imposibilidad estructural en su seno, en términos lacanianos concebidos como “la imposibilidad de la relación sexual”. Esta elaboración se vuelve constitutivo de las primeras y vagas aproximaciones para el desarrollo de su concepto de “Real” en Lacan.
En acuerdo con esta perspectiva “no” resulta lo mismo pensar “el trabajo” en ninguno de los cuatro discursos. El tipo de vínculo o la lógica la relación con el inconsciente que se promovía en la era “fordista” (discurso de la era del capitalismo industrial), corresponde aún a lo que llamamos “discurso del amo”. En cambio lo que llamamos “capitalismo flexible”, “post capitalismo” o “neoliberalismo” son respuesta a lo que en la teoría de Lacan se llama “discurso capitalista”, el cual -como dijimos arriba- no acepta, no admite a ese Real lacaniano; por lo que ese discurso lejos de constituir una represión del inconsciente, transita más bien en un “rechazo” del inconsciente.
Los trabajos de nuestro “trío teórico” muestran como ese elemento estabilizador en la vida de la gente llamado “trabajo” es ahora por principio, vulnerable e inestable; sus fundamentos éticos y políticos (del trabajo) le han sido despojados, en términos de Lacan bien podemos observar la mutación del discurso del amo al discurso capitalista. Esto es, dentro del “capitalismo industrial” el valor del trabajo era un principio fundamental una especie de ideal cultural… “el trabajo todo lo vence”. La gente tenía claro que con su trabajo irían hacia el progreso, el ideal de renuncia se tornaba en un mejor futuro. Una suerte de “regulación” del “malestar en la cultura” diría Freud.
Por un lado el “ideal del yo” del que hablaba el vienés, montado en la recompensa para el futuro era simplemente un ideal pacificador; mientras que por el otro, con su exigencia de renuncia al goce el Superyó cultural mostraba cuán feroz era, alimentándose con la renuncia y exigiendo siempre una mayor privación, “compulsión subjetiva” -diría Karl Marx-, es igual a decir que dentro de la misma renuncia nos encontramos con un exceso, esto es, con un “goce”.
Sennett se preocupa por un “yo ideal”, el cual en su descripción forma lo que hoy conocemos con el nombre de: “el consumidor”. ¿Qué es lo qué hay de transformación?, hay “Consumidor ideal”; ya NO “trabajador idealizado”.
Lo anterior no forma parte de las preocupaciones del psicoanálisis ya que ese yo ideal es una instancia cambiante, lábil. Lo que si se presenta como interés para esta teoría es la metamorfosis del discurso del amo en el discurso capitalista. ¿Cuál metamorfosis?, la que se produce en la transformación del mandato superyoico en una exigencia de “gozar”, una especie de “todo es posible”; posible de ser transformado en objeto de consumo, metaforizado en “plus de goce”.
La propuesta del neoliberalismo, de este capitalismo flexible, es que los trabajadores supongan una apertura al cambio, una respuesta conductual ágil, que dependan cada vez menos de pro-cedimientos formales, de reglamentaciones asumiendo los riesgos uno después del otro. Sennett mismo devela la “fantasía”, la “ficción” que el modelo empresario/emprendedor, emprende-dor/empresario al proponer que cualquier trabajador puede convertirse en “eso”, lo puede lograr; cuando el trabajador se encuentra atrapado en una nueva realidad, en un nuevo tipo de rutina, la cual trae para ellos un mayor empobrecimiento en sus formas colectivas para asociarse y con ello -por obviedad- una mayor disminución (en cantidad y calidad) de “poder” para defenderse. ¿Círculo vicioso? Sí.
En acuerdo con Han y sus “enfermedades neuronales” mencionadas párrafos arriba, como correlato de esas surgen las “patologías laborales”…el estrés laboral, el “mobing”, el acoso laboral por mencionar algunas y que surgen por la acelerada psicologización de la sociedad y en aras del discurso del capital las medianas y grandes empresas ponen a la disposición de los tra-bajadores a su arsenal de psicólogos y sus gabinetes con el afán de lograr mayor competitividad. Tal vez lo que inquieta en mayor medida, es poner en claro las formas y las maneras en que “el capital” intenta volverse dueña de la propia subjetividad ya no del trabajador sino del “consumidor”.
Como “el capital” desde hace mucho tiempo ya tiene asegurada la “plusvalía”, lo que calcula ahora ese capital es…”la propia subjetividad” reducida al “plus de goce”.
Dicho todo lo anterior, lejos de concluir, tendríamos que abrir una y mil preguntas.
Para los lectores de este texto solamente dos preguntas; la primera:
¿Qué sigue?
Lejos de pensar la mía como una perspectiva realista, quisiera que cuando menos fuera toma-da en el sentido (sí se me permite el término) de un “realismo psicoanalítico”.
A mi parecer y quizás también a mi pesar, el trabajador actual ya no está dispuesto a poner ese “algo que más” de su tiempo pagado y que antaño veía coronado en ciertas conquistas laborales como la pertenencia a un sindicato, la posibilidad de remover cargos en asambleas, y sus luchas por la obtención de mayores derechos. Hoy se trata de “rentabilidad” y esto implica un término fundamental en el neoliberalismo: “Calidad de vida”. Término que va aparejado no necesariamente con una construcción social fuerte, todo lo contrario, es una abierta invitación a invertir en “su persona” lo cual hará su vida más “rentable”, y eso significará que ha respondido adecuadamente al “modelo identificatorio” del empresario/emprendedor. Lo importante es que no sólo habrá identificación de su negocio o trabajo sino también…de “sí mismo”.
Con ello el valor del “trabajo asalariado” -más temprano que tarde- se coloca en posición de franca desaparición, lo cual no me parece malo incluso diría, que es benéfico porque implica una toma de conciencia con respecto a la escasez de plazas laborales, las cuales se convierten en “aspiracionales” pero…harto selectivas e inconseguibles.
Pensemos que la naturaleza del capital cambió radicalmente hasta un punto tal, que para la ideología empresarial actual el capital fijo determinante se llama “capital humano”.
Dar cuenta de lo anterior me parece que tiene un alcance “subversivo” lo cual implica un cambio de orientación; tendríamos que pensar cómo nosotros, la población, un gran número de trabajadores desocupados virtualmente, podemos posicionarnos y apoderarnos del proceso convirtiéndolo en favor nuestro, en lugar de seguir permitiendo que se desarrolle la potencia “fantástica del capital” sobre la vida de cada ser humano.
Seamos claros “el capital” ha conseguido un fantástico y desmesurado crecimiento a costa de nuestro “plus de goce” lo cual conlleva un engaño, es una ficción que también ha fracasado. Miremos todos los síntomas que nuestros autores han apuntalado, miremos adónde hemos desembocado y el resultado se llama: “crisis planetaria…crisis global”.
La segunda pregunta: ¿Acaso “el capital” tiene un Real (lacaniano)? La respuesta es Sí. Ya que es imposible la “apropiación” de ese “capital humano”. Tomando como estandarte la inestabilidad tendremos que entender nuestras identidades de otra manera, tendremos que inventar-nos nuevas formas para hacer frente a las nuevas “certidumbres” y servidumbres del capital, esto es, adoptar un realismo nuevo.
Entendamos de una vez y por todas que “el capital” no puede cumplir lo que promete ya que en su promesa intenta suprimir lo Real. Reconozcámoslo como… “lo imposible del capital”.