Por María José González Alonso
CIUDAD DE MÉXICO.- Esta semana se conmemoró el Día Internacional del TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad). Es posible que este término sea familiar para muchos, y es común escucharlo en eventos y reuniones familiares, donde se diagnostica a un sobrino o nieto con TDAH. Frases como “seguro tiene TDAH, no se puede estar quieto este niño” son comunes en estos casos. Por otro lado, también se escucha la opinión de que “todos los niños tienen TDAH ahora, en mis tiempos no había nada de eso, ahí sí nos sabían educar, para un niño mal portado, había remedios muy claros”.
Es por esto, y debido a los altos índices de personas que padecen este trastorno en todo el mundo, que cada 13 de julio se conmemora el Día Internacional del TDAH para crear conciencia sobre su existencia. Según la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente el 5% de la población mundial padece TDAH.
Pero, ¿qué es exactamente el TDAH? Para aquellos escépticos que creen que unas buenas nalgadas podrían corregir el problema, debemos entender que es una alteración del neurodesarrollo caracterizada principalmente por la inatención, la hiperactividad y la impulsividad. Es importante destacar que no todas las personas que lo padecen manifiestan los mismos síntomas, ya que existen tres tipos diferentes.
El primer tipo se caracteriza porque predomina la falta de atención y hay dificultad para concentrarse. En la segunda clasificación se manifiestan la hiperactividad e impulsividad, lo que dificulta que el individuo pueda mantenerse quieto y autorregularse. Y finalmente, existe un tercero que combina los dos anteriores.
Existe el mito de que el TDAH es un trastorno exclusivo de los niños, sin embargo, hay un gran número de adolescentes y adultos que también lo padecen. Según las cifras publicadas por el Gobierno de México, “el 5% de la población infantil y adolescente presenta TDAH”.
Las doctoras Silvia Ortiz León y Aurora L. Jaimes Medrano, del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la UNAM, afirman que “las tasas de TDAH en adultos han aumentado en las últimas dos décadas, lo que probablemente está relacionado con la evidencia de la persistencia de los síntomas en la edad adulta. De los niños diagnosticados en la infancia, el 76% continúa experimentando el trastorno en esta etapa de la vida. Varios estudios internacionales han estimado que la prevalencia del TDAH en adultos varía entre el 2.5% y el 4.4% en la población general”.
Sin embargo, las estadísticas no reflejan la verdadera prevalencia de este trastorno debido a que solo 1 de cada 10 personas es diagnosticada correctamente.
Por esta razón, es importante estar alerta. Los síntomas del TDAH en la infancia pueden manifestarse desde los 3 años hasta los 12 años de edad. Es importante tener en cuenta que es natural que los niños en edad preescolar, que no tienen TDAH, tengan períodos de atención cortos, o que la capacidad de concentración de los adolescentes varíe según el nivel de interés. Además, es normal que los niños tengan mucha energía y quieran mantenerse activos y en movimiento. Lo que se debe observar es que su capacidad para socializar e interactuar sea saludable, en todas las etapas.
Según la Clínica Mayo, “los niños que tienen problemas en la escuela pero se llevan bien en casa o con amigos probablemente tengan dificultades diferentes al TDAH. Lo mismo ocurre con los niños hiperactivos o distraídos en casa, pero cuyo rendimiento escolar y amistades no se ven afectados”.
En el caso de los adolescentes, es común confundir los síntomas del TDAH con comportamientos típicos de esta etapa, como la impulsividad percibida como rebeldía, la dificultad para tomar decisiones y planificar a largo plazo, el bajo rendimiento académico, las relaciones inestables, el rechazo social, y la falta de interés en las actividades escolares.
En el caso de los adultos con TDAH no diagnosticado ni tratado, pueden surgir síntomas como depresión, baja autoestima, dificultad para prestar atención y cumplir con las tareas diarias, impulsividad y cambios de humor,, desorganización, inquietud e impaciencia, y dificultades para socializar.
Aunque no se conocen las causas exactas del TDAH y la investigación continúa, algunos factores de riesgo asociados son la genética, la exposición a toxinas ambientales como el plomo, el consumo de sustancias durante el embarazo y el nacimiento prematuro. Existe un rumor popular de que el consumo de azúcar puede causar el TDAH, pero no hay pruebas concluyentes ni fuentes confiables que lo respalden.
El tratamiento tanto para niños como para adultos puede incluir medicación, terapia psicológica (la más común y efectiva es la terapia conductual), psicoeducación y entrenamiento de habilidades. En el caso de los niños, también se puede incluir asesoramiento educativo para mejorar su rendimiento escolar.
Dejemos de estigmatizar y no intentemos autodiagnosticarnos ni hacerlo con otros. Si sospechas que tú o alguien que conoces puede tener TDAH, es importante acudir a un médico especialista para obtener un diagnóstico adecuado y recibir el tratamiento necesario.
Entonces, ya podemos decirle al tío en la comida familiar que no se trata de una cuestión de mala educación y de aumento de disciplina para corregir un supuesto mal comportamiento. El TDAH es una condición real que requiere comprensión y empatía, porque aquellos que lo padecen, sufren. Más si no han sido diagnosticados y creen que algo está mal con ellos en comparación con las demás personas. Al reconocer, nombrar e informarnos sobre el TDAH, estamos dando un paso importante hacia la eliminación del estigma que rodea a este trastorno.