Joel Hernández Santiago
Ya estamos a punto de turrón. Las campañas –as que parecían eternas-interminables-infinitas campañas electorales– están por concluir en unos cuantos días. Para el 1 de julio próximo podrán ir a votar 89 millones 200 mil mexicanos. Y quienes lo hagan podrán elegir a quién presidirá al país hasta 1924 y quién habrá de gobernar en 9 estados, además de que se cambiarán unos 3,400 puestos de elección popular por aquí y por allá…
Tan sólo para llevar a cabo este proceso, los mexicanos tuvimos que pagar mucho dinero de nuestro trabajo. Tan sólo el Instituto Nacional Electoral (INE) recibió más de 24 mil millones de pesos para este año electoral de 2018. De estos le dio poco más de 6 mil millones a los partidos políticos para sus gastos de campaña, además de que cada estado les da. También reciben mucho dinero los institutos electorales locales: una millonada para organizar lo que también el INE organiza… Y los tribunales electorales.
Por supuesto cada uno de los 3,400 candidatos recibieron ‘apoyos’ de aquí o allá, como muestra de solidaridad de sus simpatizantes y apoyadores.
Esto es: millones-millones-millones de pesos, casi todos provenientes de recursos públicos, se entregaron a diestra y siniestra para llevar a cabo un proceso electoral en donde lo que menos ocurrió fue el compromiso cierto y certero de los candidatos con los requerimientos de todos en México, y mucho menos para conocer cuáles serán las soluciones a los grandes problemas nacionales de hoy.
Sí generalidades. Sí compromisos epidérmicos. Sí más quebrantos y dolores de cabeza que certidumbres. Pero ya: estamos a punto de concluir esta etapa de la vida política de México y en unos cuantos días-horas-minutos, comenzará el periodo “de reflexión”.
Tres días antes de celebrarse la jornada electoral comienza la denominada veda electoral que tienen como propósito ‘fomentar la libre reflexión sobre las propuestas electorales, evitar actos que puedan influir indebidamente en el ejercicio del voto y preservar la equidad en la contienda electoral: Es decir, 28, 29 y 30 de junio, así como durante la jornada comicial del 1 de julio…’
Y sin embargo, ese tiempo de reflexión política, deberá extenderse una vez pasados los comicios y en vista del nuevo gobierno mexicano: Urge reflexionar en todo esto que se ha construido para la vida electoral de México y si esto tiene solución todavía o estamos metidos en un callejón con muchas salidas, pero todas a puerta con llave.
Los mexicanos estamos obligados a ver qué pasó aquí. Por qué tanto daño a las estructuras políticas de México; por qué tantas componendas en secreto; por qué padrinazgos, amiguismos, nepotismos y ayudas subrepticias para favorecer a este u otro personaje han sido la marca de este proceso sangriento…
Sangriento porque en unos cuantos meses, desde septiembre 8 de 2017 a la fecha, han sido asesinados por lo menos 45 candidatos de distinto partido político en distintas entidades del país; muchos otros han sido amenazados de muerte, o de perjuicio a sus familia o a su patrimonio.
La incursión del crimen organizado en la política es uno de los factores. El tema es saber quién es quién en este enjuague. Y saber de los candidatos que tomarán posesión el primero de diciembre de este año a quién gobernarán, cómo y a quién favorecerán con sus buenos oficios desde la política… Y cómo algunos podrían contaminarán al resto de la frágil colonia política mexicana.
Hay que reducir al mínimo este larguísimo proceso electoral que de forma disfrazada se dividió en distintas etapas por un INE inepto y proclive a favorecer a los partidos políticos que le dan sentido a cada uno de los Consejeros electorales, no sólo a los del Instituto Nacional, como también a los consejeros electorales en los estados. Lo mismo vale para los tribunales de lo electoral y…
Urge que los mexicanos exijamos cuentas tanto de la estructura como del gasto al famoso y ahora tan cuestionable y generador de toda suspicacia como es el mismo INE, y los estatales. Urge, sí, que estas instancias se reduzcan a lo mínimo indispensable y sólo en tiempo electoral: el resto del tiempo son gasto criminal e inútil.
Hoy las elecciones mexicanas están en ‘la suspicacia de un posible fraude electoral’ debido precisamente a su inexplicable fragilidad y en decisiones insospechadas; por la incapacidad de controlar a los actores políticos; por su propia ambición de poder y salario; por la laxitud de sus participaciones para explicar los daños colaterales de este proceso sangriento y engañoso…
En fin: revisar tanto formas como contenidos en lo electoral es la lección de este proceso que ha sido más maligno que benéfico para la democracia mexicana. ¿Cuándo lo haremos? Mientras más pronto mejor, porque esa fragilidad electoral se puede trasladar a una mayor fragilidad democrática para quienes decimos vivir en democracia, aunque esta siga siendo una aspiración.
La defensa de las libertades y los derechos constitucionales como los consuetudinarios deberán ser parte de esa democracia tan requerida por todos aquí.
Mientras tanto vamos a la reflexión de tres días; votemos; digamos lo que queremos y después, arreglemos el tiradero que dejaron todos estos señores: candidatos, partidos políticos ambiciosos de poder, onerosos y dañinos e instituciones de lo electoral… Esa es la tarea que tenemos después de la batalla.
jhsantiago@prodigy.net.mx