* En un hecho histórico, los reporteros que cubren la fuente del Senado y la Cámara de Diputados, dieron la espalda a los legisladores de Morena que establecían sus propuestas en la tribuna; y en la Cámara Alta, hicieron el vacío a una conferencia de prensa, como manifestación de protesta a las agresiones y ataques sufridos en su contra por aquellos que buscan satanizar por igual a la llamada prensa fifí, donde solo unos cuantos ganan sueldos millonarios, del resto de los reporteros que deben subsistir con magros salarios y expuestos a actos de violencia en todo el país
Silogismos
Por Antonio Ortigoza Vázquez / @ortigoza2010
Especial de Expediente Ultra
Desde que el periodismo surgió aparejado a nuestra historia política, el oficio ha representado un apostolado de sacrificios, hambres y persecuciones, salvo algunos honrosos casos donde quiénes en su momento, han sido aliados al poder gozando de las gotas de miel que los gobernantes han tenido a bien convidarles.
Dictadores como Santa Anna y Porfirio Díaz fueron enemigos jurados de los críticos a sus gobiernos y años más tarde durante el México posrevolucionario, los gobiernos priístas comenzaron a cultivar y domesticar a sus propios críticos, bajo el camuflaje de líderes de opinión.
Con la aparición de la televisión y sus noticieros que llegaron de forma masiva a la población, comenzaron a fortalecerse personajes como Agustín Barrios Gómez, Lolita Ayala, Joaquín López Dóriga y, por supuesto, Jacobo Zabludovsky, empleados de Emilio Azcárraga que en su momento se profesó como “soldado” de los presidentes en turno que emanaron durante todo el pasado siglo del PRI.
Este modelo que ha pervivido por décadas, creó una casta divina que, por ejemplo, en el sexenio de José López Portillo ya mostraba lo bien pagados que el poder tenía a sus voceros de las columnas políticas de los principales diarios y de la TV. Se premiaba no la capacidad sino la lealtad y sumisión.
A principios de los 80s, López Dóriga fue exhibido en la Revista Proceso como dueño de un lujoso yate anclado en Acapulco. Eran los años en que el periodista abandonó las filas de Televisa para tomar las estelares de Imevisión, la televisora del Estado donde logró hacer cuanto negocio le vino en gana. Eran los tiempos aquellos en que un reducido número de comunicadores podían llevar un costoso tren de vida y no precisamente gracias a sus salarios sino a los entres que por fuera recibían de jefes de prensa y altos políticos.
Algunos comunicadores y jefes de prensa como Rodolfo Landeros y Fausto Zapata llegaron a ser gobernadores de Aguascalientes y San Luis Potosí, sus estados natales.
Con la aparición de TV Azteca y otras cadenas de televisión abierta ligadas a grupos empresariales de comunicación, el modelo del “exitoso” conductor de noticias y aparente crítico del poder, emergido de la pantalla chica, cobró fuerza. Muchos como Brozo y Ciro Gómez Leyva nacieron con el halo de periodistas críticos para luego sucumbir al canto de las sirenas de los medios masivos, acostumbrándose a cobrar sueldos muy superiores al resto de los periodistas comunes.
De hecho, desde hace décadas en México se dieron dos tipos de periodistas: el de a pie, que realizaba la dura talacha diaria en la calle y en las redacciones, y el “líder de opinión” que llegaba a su espacio con la mesa puesta para su lucimiento personal.
Conforme las generaciones de viejos periodistas fueron envejeciendo, la cruda realidad terminó por hacerlos despertar de su engañoso ensueño. Ya demasiado tarde, aquellos que pensaron tener eternos amigos en el poder y formar parte de un sector social que nada tenía que ver con la clase trabajadora a la que pertenecen la inmensa mayoría de los mexicanos, se hallaron enfermos, sin empleo y sumidos en la más absoluta pobreza. En contraparte, solo unos cuantos se hicieron millonarios y terminaron por ignorar la terrible realidad de sus pares que ayudaron a hacerlos brillar.
Ahora que desde el más alto cargo del poder, se ha emprendido un sistemático ataque contra lo que el presidente llama Prensa Fifí, debe haber una profunda reflexión de los reporteros y comunicadores de a pie que no forman parte de esta élite que está a salvo de los embates de la inseguridad, los bajos salarios, el desempleo y la ausencia total de atención médica y seguridad social.
La pandemia mostró que NO TODOS SOMOS LORET, y eso lo sabemos los periodistas del día a día que vimos morir a compañeros y ver con impotencia como bajo la excusa de crisis económica, los poderosos medios de comunicación se dieron a la tarea de despedir a muchos de ellos que entregaron su vida para engrandecerlos, recibiendo a cambio migajas y raquíticas indemnizaciones.
Debemos aplaudir por ello los actos de protesta realizados por los reporteros de la fuente y de los diversos medios que cubren las actividades de las Cámaras de Diputados y Senadores, dando la espalda a los legisladores de Morena en el salón de sesiones y haciéndoles el vacío en sus conferencias de prensa. Estos parlamentarios se han sumado a un irracional linchamiento sin diferenciar ni tomar en cuenta que no todos los comunicadores tienen millonarios ingresos.
En importante hacerle ver a los legisladores morenistas y al propio presidente, que la inmensa mayoría de los periodistas no somos voceros de los grupos de poder y que tenemos un compromiso para mantener informada a la sociedad a cambio de miserables sueldos, porque amamos esta noble profesión que es tan importante para consolidar en los estados modernos a la democracia.
Somos nosotros los que estamos a merced de la delincuencia organizada y de los políticos revanchistas que no toleran la denuncia social. Imposible pagar con nuestros salarios departamento en Miami o vivir en zonas exclusivas con seguridad privada. Y ni en sueños poder contratar guaruras para nuestra protección y la de nuestras familias.
La llama de la esperanza y la unidad de nuestro gremio en todo el país ya se encendió en el Congreso, esperemos que no se apague porque en la medida en que los periodistas que no somos parte de la élite fifí, tomemos conciencia de nuestra condición de asalariados y nuestra unidad como gremio, podremos empezar a hacernos escuchar y respetar, trátese del partido o político que se trate, porque nuestra misión es en favor de la sociedad en su conjunto y no de grupos facciosos que siguen viendo el ejercicio del poder político como un medio para acrecentar su poder económico.
La corrupción, lo sabemos, es un cáncer que ataca por igual a políticos de todos los partidos sin distinción. Y quienes tenemos un compromiso con la verdadera libertad de expresión la seguiremos denunciando. Le duela a quien le duela, así se trate de aquellos que buscan escudarse en la sangre de nuestros compañeros que siguen cayendo por decir la verdad, para tener un estado de excepción en los medios.
Los propios dueños de los grandes corporativos de la información, están obligados a ser más solidarios con un gremio que los ha enriquecido y al que han segregado cuando así ha convenido a sus intereses.
¡La Prensa Unida, Jamás Será Vencida¡