Hace unos días, antes de que este fin de semana volara a Italia para hacerse cargo del consulado de México en Milán, la señora Marisela Morales confió a uno de sus allegados el porqué había sido favorecida con esa designación presidencial, revelando así uno de los misterios de más reciente cuño en la grilla totonaca.
“Cambié mis expedientes por sus expedientes”, dijo palabras más, palabras menos.
¿Eficiencia en el cargo de subprocuradora, primero, y procuradora general de justicia, después? No. Eso fue lo de menos.
Lo importante fue la información que, según su dicho, supuestamente posee.
¿Acaso un chantaje?
O simplemente, una suerte de protección que el gobierno mexicano brinda a la señora que tan acostumbrada estuvo al cuidado de la alta jerarquía militar de nuestro país.
Porque durante su encargo como Abogada de la Nación –que en su tiempo se redujo a oficial de barandilla– vivía en la llamada Torre de Generales, en la parte posterior de las instalaciones que el Ejército Nacional Mexicano mantiene sobre las Lomas de Sotelo.
Tres pisos completitos para ella y sus más próximos.
Protección militar que muchas veces obviaba el malestar que ella y sus muy nutridas escoltas policiacas provocaba entre sus vecinos de alta gradación castrense. Entre las señoras esposas de los generales, específicamente. Sus muchas camionetas, invariablemente, bloqueaban accesos y salidas de la Torre de los Generales.
¿Vale más la información que la eficacia?
¿Se valida así aquello de que “información es poder”?
Pues ¿qué sabía la señora Morales de los integrantes del nuevo gobierno que, a cambio de un manejo discreto, del silencio cómplice, consiguió ser favorecida con esa designación que ahora la mantiene de vecina de La Madonninna?
Expedientes por expedientes.
Tal, entonces, la razón.
CUÁNTO VALE LA INJUSTICIA
Como segunda de abordo y como titular de la PGR durante la última etapa de la ocupación de Los Pinos a cargo de Felipe Calderón, Marisela Morales fue protagonista principal del manipuleo de expedientes para cobrar venganzas personales y políticas. La lista es larga y, de ella, los casos más conocidos son el llamado “michoacanazo” que involucró a más de 30 funcionarios municipales y estatales dizque por sus ligas con el narcotráfico, el caso del ex alcalde de Cancún, Gregorio Sánchez, el de su antecesor en la SIEDO Noé Ramírez Mandujano, y destacadamente el del general Tomás Ángeles.
Casos podridos desde el arranque y de los cuales, por fortuna, sus víctimas resultaron exoneradas.
Pero hay muchos otros en los que la procuración de justicia se hizo añicos al chocar con la ineficiencia, la subordinación a las malas órdenes de un jefe enfermo –sí, Felipe Calderón– y, sobre todo a la corrupción que se adueñó de las instalaciones de la PGR.
Para todas esas víctimas no ha resarcimiento.
Para la victimaria, en cambio, hay premio y reconocimiento: el consulado en Milán.
¿Es eso lo que vale la injusticia en nuestro país?
¿Todo se constriñe a la posesión de información que pueda ser dañina a los opositores?
¿Un chantaje?, repito.
Marisela Morales ya está fuera del país.
Lejos de aquellos a quienes dañó –la procuración de justicia, sobremanera– en su prestigio y libertad.
Premiada.
Ella, sí, liberada.
Expedientes por expedientes, pues.
Índice Flamígero: Otro muy discutible apartado en el expediente de Marisela Morales al frente de la PGR fue ratificado ayer por Amnistía Internacional: 26 mil desparecidos, una “cifra escalofriante”; y un sistemático fracaso institucional para investigar y aclarar esos casos.
Las palabras atribuidas a Benito Juárez “A los enemigos, justicia; a los amigos justicia y gracia cuando quepa esta última” se han quedado cortas ante las manifiestas complicidades entre los integrantes de la familia política que nos desgobierna (sin importar color supuestamente enarbolado). Las cosas y personajes ‘cambian’ para que los de a pie sigamos igual.