Guillermo Portugal Vela
El mejoramiento de la política socioeconómica ha sido una demanda histórica desde el surgimiento de las principales organizaciones de los trabajadores y campesinos nacionales, sin embargo, por la centralización preponderante del poder y no renovación de su liderazgo se incumple el “mandar obedeciendo”.
La horizontalidad democrática de las organizaciones se inhibe cuando se limita la participación de dirección de los militantes de las organizaciones de base; por ello es necesario favorecer las necesidades de los usuarios desarrollando con sentido estratégico mejores niveles de asociatividad cívica y política.
Asunto que se ejemplifica históricamente en la formación de las centrales y sus organizaciones de base por la dificultad de su construcción y desarrollo, véase al respecto el denominado “charrísimo sindical” que es una forma del corporativismo político que es utilizado “como sistema de control para sostener y reproducir regímenes políticos autoritarios y corruptos”.
Los movimientos que se destacaron en oposición a este flagelo se dieron entre los años cincuenta y sesenta con Demetrio Vallejo en el gremio de los ferrocarrileros; en el Movimiento Revolucionario del Magisterio fundado por Othón Salazar y en el Sindicato Nacional de Electricistas donde se tuvo como contrapeso la Tendencia Democrática que lidero Rafael Galván.
Sobre dichas organizaciones en la actualidad “las reglas del juego que se ha ido generando y autososteniendo priorizan más a la competencia que a la cooperación”; de ahí la pertinencia del neologismo “coopetencia” por Nalebuff y Brandenburguer (1996) que señala “que la cooperación-competencia no son dos polaridades irreconciliables entre si y que más bien son juegos sociales que se combinan”.
Asimismo, se destaca como lecciones aprendidas la irrupción del 1º. de enero de 1994 donde el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) formado por una parte significativa del México olvidado -alrededor de 10 mil campesinos indígenas del estado de Chiapas-, dieron respuesta militar y política contra el establishment del Estado mexicano y los caciques regionales.
En esta perspectiva soslayando los apoyos paternalistas gubernamentales el EZLN -que incluye como pieza clave a las bases de apoyo zapatistas- ha adoptado un modelo de desarrollo local endógeno, que se ejemplifica en las juntas de buen gobierno y los municipios autónomos, donde se privilegia la organización autónoma comunitaria dirigida a aprovechar las distintas potencialidades locales de los ejes físico-ambiental, económico, humano y priorizando particularmente lo social de la gestión comunitaria.
Respecto a este modelo asimilado por los campesinos indígenas chiapanecos, es necesario reconocer la solidaridad y el trabajo de las organizaciones de la sociedad civil nacional e internacional sobre los mencionados ejes; por lo que para conocer la vinculación de dichas organizaciones con el EZLN, es obligado señalar la primera asamblea de la Convención Nacional Democrática (CND), emplazada por el mencionado ejército neozapatista hacia las organizaciones sociales y los trabadores, invitados y observadores de la sociedad civil, que se desarrolló entre el 6 al 9 de agosto de 1994 en San Cristóbal de las Casas y en la Selva Lacandona -territorio de Aguascalientes Chiapas- y cuyo tema toral se centró en la significación “de la estrategia y táctica de un proceso para la transición democrática del país”.
Si bien dichos resultados de esta primera asamblea de la CND, no tuvieron las expectativas previstas -como también en la segunda sesión celebrada en Tuxtla Gutiérrez en noviembre de 1994 y la tercera y última asamblea celebrada el 5 de febrero de 1995 en Querétaro- pues no se aterrizó en consensos sino más bien en disensos y donde más bien se observó una variedad de distintos fundamentos para enfrentar al capitalismo imperante.
Un factor determinante que explica la corta vida que tuvo la CND fue la conformación de su estructura de la presidencia, conformada por sus 102 integrantes y donde su 60 por ciento cubre la representación de los delegados de las 32 entidades estatales y el restante 40 por ciento -muy cuestionado durante y después de la asamblea- corresponde a la mitad de sus integrantes intelectuales y líderes que eran parte de “la burbuja cristal sin relación alguna con los de abajo”.
Corolario, relativo a los sismos del 7 y 19 septiembre pasados los problemas estructurales del modelo neoliberal salieron a relucir, con un saldo de “mil muertos, cinco mil heridos, medio millón de damnificados, cientos de viviendas y centros escolares dañados y colapsados”, es cuestionable señalar que el desastre fue por los impactos naturales y aminorar la responsabilidad institucional y de las inmobiliarias de las partes siniestradas del “uno por ciento” de la capital del país y en el “10 ciento” de los estados de Chiapas, Estado de México, Guerrero, Morelos, Oaxaca y Puebla.
El apoyo a los afectados por los sismos fue meritorio, en particular de los rescatistas, sin embargo, el punto de inflexión es reconocer que la solidaridad colectiva es un primer paso para trascender en un movimiento independiente organizado de gran alcance de la sociedad civil.
En este contexto, el movimiento deberá articularse para la concreción de la democratización de las estructuras político-económicas; el desarrollo del tejido social, aumentando su capacidad de propuesta, concertación y el liderazgo; y que en los procesos de decisión exista un contrapeso ante la partidocracia y el Estado.
Por tanto, es necesario construir y consolidar las organizaciones de base ciudadanas para conformar con sus pares alianzas estratégicas y cuyos adherentes serian el sector popular, los obreros, estudiantes, la economía social rural y los pequeños empresarios.