Yo Campesino / Voracidad
• Ganso gasta presupuesto y nada mejora, por el contrario, estamos peor
*Miguel A. Rocha Valencia*
En campaña y al inicio de su mandato, el ganso siempre sostuvo que con ahorros alcanzaría para sacar de la pobreza a millones de mexicanos, invertir en grandes obras y mejorar todos los servicios públicos.
Dijo que, al asumir el poder, se acabaría la corrupción consumidora de gran parte del presupuesto. Dijo también que si la deuda estaba alta era porque los gobiernos neoliberales pedían prestado para robar y que él, no recurriría al débito para hacer todo lo que dijo haría, incluyendo llevarnos a un primer plano universal cuya punta de lanza sería el petróleo.
Nada de eso ocurrió, por el contrario, con los dos billones de déficit presupuestal que se cubrirán con deuda, la administración del ganso sumará cinco billones de pesos en préstamos y con ello, dejará escaso margen de maniobra a la siguiente administración para invertir y con ello cancelará la correspondencia de la iniciativa privada para poner su dinero en proyectos de obra pública.
Tan sólo el déficit del año pasado que fue de 1.3 billones causó el pago de casi 500 mil millones de pesos tan sólo por intereses donde el débito individual de Pemex por casi 110 mil millones de dólares, convirtió a la paraestatal en la punta de lanza del endeudamiento especialmente por requerimiento de pago a proveedores y vencimiento de documentos colocados en el extranjero.
Es decir, Pemex no se convirtió en la punta de lanza del desarrollo y la bonanza prometidos, ni mucho menos en la panacea que hincharía las arcas públicas con miles de millones de dólares. Tampoco los recortes a la administración pública ni el supuesto combate a la corrupción lograron que el mesías tropical dejara de pedir dinero al extranjero luego de “secar” las arcas de instituciones públicas, entidades paraestatales, estados, instituciones autónomas ni los fideicomisos federales incluyendo los de cultura.
Los ahorros tampoco sirvieron y si tuvieron incidencia en el aumento de personas que fallecieron por falta de atención médica, medicamentos, tratamientos o simple consulta. Quedó demostrado por el Inegi que en México, más allá de los 800 mil muertos por la pandemia de Covid-19, fallecieron más de 230 mil personas que “no debieron” morir. Es que uno de los sectores donde se aplicaron los famosos ahorros proclamando corrupción, fue en el sector salud.
Antes de la pandemia y una vez anunciada incluso por López Gatell, se desapareció al Seguro Popular para sustituirlo por el Insabi cuya ineficacia fue tan grave y evidente que el mismo creador lo mató. En esa misma área se cancelaron plazas de médicos, enfermeras y auxiliares en los hospitales del sector público que cubrían vacaciones, faltas, permisos y demás ausencias del personal de base. Hubo hospitales como la clínica 68 del IMSS donde de nueve internistas sólo dejaron tres.
Además, se cancelaron criminalmente compras de medicamentos, se acusó de corrupción a quienes participaban en la adquisición y a las farmacéuticas, varias de las cuales fueron sancionadas y varias intermediarias quebraron, incluyendo las encargadas de distribución. A cuatro años de ello, el problema subsiste, los servicios de salud cada vez peor, los medicamentos escasean, la súper farmacia que nos llevará a niveles de Dinamarca aún está en proyecto y el sexenio se acaba mientras miles de personas siguen muriendo por falta o mala atención.
Pero más allá del dinero y los miles de mexicanos que mueren por la promesa incumplida del tlatoani, está el hecho de que hoy México, quienes vivimos en este país, debemos más sin que exista una mejora en los servicios o niveles de vida.
Tal vez sea porque la idea era socializar la pobreza no la bonanza. Son cientos de miles de millones de pesos tirados a la basura o canalizados para la compra de votos en favor de un proyecto que en poco tiempo demostró ser un fracaso o al menos no ser lo que los mexicanos aspiracionistas deseamos. Ahí están también los 304 mil millones de pesos que el mesías tropical ordenó tomar de los fondos de estabilización de los cuáles sólo quedan 84 mil millones.
Ese dinero era para emergencias, pero “anillo al dedo” el caudillo los empleó en lo que quiso gracias a la discrecionalidad otorgada por sus lacayos de la Cámara de Diputados encabezado por el agachón y convenenciero Nacho Mier. Voracidad sin duda, poca eficiencia e inteligencia para el gasto público diríamos si creyéramos que el machuchón de Palacio Nacional en algún momento pensó en mejorar al país, pero no, su proyecto implicaba primero, empobrecernos para aumentar su clientela y luego comprar su lealtad con limosnas. Parece que lo consiguió.