Cuando Andrés Manuel Lopéz Obrador alcanzó la victoria electoral el 1 de julio de 2018, las masas se volcaron a celebrar en las principales plazas del país, el pronóstico parecía indicar aquella noche, que vientos de cambio soplaban sobre México y que la honrosa medianía juarista en los servidores públicos, había llegado para quedarse. Pronto el desencanto apareció, la esperanza de desterrar los yerros y vicios de los gobiernos del PRI y del PAN se desvaneció, y la transformación que pretendió equipararse con la Independencia, la Reforma y la Revolución, se tradujo de manera lisa y llana en un claro ejemplo de Gatopardismo: “cambiar todo para que nada cambie”.
A partir de entonces, los mexicanos, a pesar de haber perdido la capacidad de asombro ante tragedias y absurdos, fuimos despertando con nuevas sorpresas que desde el partido en el poder, no nos dieron tregua: los abrazos a los delincuentes, el nepotismo, la corrupción, la falta de pericia al gobernar y los señalamientos de actos deshonestos marcaron el acento en buena parte de las nuevas élites de MORENA.
Ahora asombrosamente y superando incluso al Gatopardismo que pareciera remitirnos a los años del partido único, surge el manto de impunidad en torno a Cuauhtémoc Blanco Bravo, denunciado por tentativa de violación a su media hermana y arropado por su partido, la mujeres del mismo y los satélites parlamentarios como el PRI. En su descargo, el ex gobernador de Morelos, afirmó que la víctima no es su hermana, sino hermana de su medio hermano ¡ vaya consuelo! Es de sobra conocida la trayectoria de Cuauhtemoc Blanco, desde su desempeño como un futbolista de talante pendenciero al político y servidor público que sumió al Estado de Morelos en la peor crisis en su historia desde la cruenta Revolución del Sur. Ahora surge de manera oportuna el espejo del pasado, y los militantes de MORENA más allá de emular al presidente Juárez y al espíritu republicano que fue su divisa, se asemejan más a los conservadores con los cuales Andrés Manuel López Obrador comparó a sus adversarios en incontables oportunidades, desde la tribuna de sus “mañaneras”.
En distintos momentos de la historia de México, los aludidos conservadores se rebelaron al grito de “Religión y Fueros”. Fue en 1833 y en 1856, cuando ante las medidas reformistas de los liberales, que buscaron una sociedad igualitaria, donde no existieran núcleos que gozaran de privilegios especiales, los agraviados tomaron las armas. Hoy los diputados de MORENA y sus aliados, son dignos sucesores de aquellos conservadores a los cuales satanizan en público, han blindado con el fuero intacto a Blanco Bravo, agraviando no solo a la víctima del ex gobernador y a las mujeres mexicanas, sino a todos aquellos habitantes de los Distritos que representan ante el Congreso de la Unión.
Sería injusto generalizar al señalar el Gatopardismo aludido, pues hubo legisladores de Morena y otros partidos, que votaron en contra de proteger al ex gobernador de Morelos más no morelense, y en el Estado Mexicano existen reductos de dignidad como el que representan las Fuerzas Armadas o los diplomáticos de carrera, pero desafortunadamente las mayorías se han impuesto. Oportuno será también, que las huestes de MORENA, en un ejercicio de elemental objetividad y ante casos como el de Cuauhtémoc Blanco, tomen referente y ejemplo de figuras del México anterior a 1821, como lo fue el Juicio de Residencia.
El Derecho Mexicano, tiene antecedentes en el Novohispano y este a su vez en el Castellano e Indiano. Resulta que los dos últimos, contemplaron los Juicios de Residencia, procesos judiciales que tuvieron como finalidad evaluar el desempeño y probidad de los funcionarios de la corona. En el caso de la Nueva España se aplicaron a todos los funcionarios del virrey hacia abajo y se iniciaron de oficio. Al igual que en los juicios modernos, contaron con un periodo donde se podían ofrecer pruebas de cargo y de descargo como las testimoniales e incluso se ordenaron la imposición de fianzas para cubrir indemnizaciones o reparar daños. Quienes quedaban sujetos a un Juicio de Residencia, debían permanecer en el sitio donde habían cumplido su encomienda hasta en tanto el mismo terminara, de ahí su nombre.
Si la resolución era favorable, el funcionario en cuestión podía ser ascendido, en caso contrario era sancionado. Uno de los Juicios de Residencia más sonados, fue el que se ordenó en contra de Hernán Cortés en 1526, pero que no se llevó a cabo por la muerte del juez a las pocas semanas de su llegada a la Ciudad de México. En suma, los Juicios de Residencia fueron el instrumento de Derecho que no solo permitió rendir cuentas a los funcionarios en las Indias, sino también para combatir la corrupción y la impunidad. Asimismo, su existencia significó una eficaz herramienta para previamente apercibir a los funcionarios a conducirse con probidad.
Lo anterior no pretende ser una apología a la administración virreinal, eso sin no dejar de reconocer al Derecho Indiano, como antecedente del Mexicano. Pero sí en cambio, recordar que existieron en el pasado candados legales en contra de la impunidad. No soy nostálgico del pasado, ni pretendo pasar por alto las garantías individuales o el Derecho actualmente vigente, dicen además que el hubiera no existe ¿pero que hubiera pasado si Cuauhtemoc Blanco estuviera sujeto a un Juicio de Residencia? Seguramente no hubiera subido sonriente a la tribuna del congreso en San Lázaro blandiendo su fuero y el Gatopardismo no sería tampoco una de las prendas que más visiblemente distinguen a MORENA.