EL SONIDO Y LA FURIA
MARTÍN CASILLAS DE ALBA
Las trampas de la mente descubiertas por Oliver Sacks.
Ciudad de México, sábado 15 de febrero, 2020. – “Ningún escritor ha tenido tanto éxito para relatar el drama de una enfermedad (neurológica) de manera honesta y elocuente como lo hizo Olivier Sacks. Un hombre que, durante los últimos meses de su vida escribió cuatro breves ensayos en donde explora esos sentimientos que nos invaden cuando estamos conscientes que la vida se está terminando, mientras tratamos de asimilar la muerte… Es el destino de cada ser humano –genética y neuronal– ser único e individual, que encuentra su propio camino, vive su propia vida y muere su propia muerte” –dice esto Sacks, en una clara definición de lo que somos.
Poco después de celebrar sus ochenta años se entera que tiene un cáncer terminal, entonces, se pone a escribir los cuatro breves ensayos mientras lucha cara a cara con la muerte, aunque sabe que “todavía no ha terminado de vivir”, como aclara al inicio.
Los cuatro ensayos se publican como Gratitud (Anagrama, 2018), también en español, con ese título con el que resume lo que deberíamos hacer si es que hemos disfrutado de la vida.
Gratitud es ese sentimiento que nos obliga a apreciar el beneficio que alguien nos ha hecho o que nos han querido hacer, para corresponder de esa manera, tal como lo ha hecho Sacks con estos apuntes. Cuando celebra sus 80 años, hace referencia a Mercurio como se titula al primero de estos cuatro ensayos. Resulta que es el metal que ocupa el lugar 80 en la tabla de Mendeleiev, como los años que celebraba, considerando los placeres de la edad avanzada, sin desconocer la fragilidad del cuerpo y la mente que, como bien sabemos, sucede con el paso del tiempo.
Olivier Sacks es un neurólogo que difundió sus descubrimientos y avances para que los entendiéramos los lectores comunes y corrientes. Escribió “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”, “Un antropólogo en Marte”, “Musicofilia” (estos tres en español, publicados por Anagrama), además de otros que sólo están en inglés sobre las alucinaciones y la migraña. En ellos, describe varios casos de pacientes con lesiones neurológicas que le dieron luz sobre las funciones del cerebro tanto en la percepción, como en la memoria y la individualidad.
Kate Edgar y Bill Hayes se encargaron de escribir la introducción de “Gratitud” escritos durante los últimos meses de su vida cuando “enfrentaba a la muerte, con una notable gracia y claridad.” Una vez que había terminado de escribir su memoria, se enteró que aquel raro melanoma que se le había formado en el ojo hacía nueve años había creado una metástasis en el hígado: el diagnóstico le daba sólo unos meses de vida.
En unos cuantos días escribió “Mi propia vida”, el segundo capítulo de Gratitud, con algunos sentimientos abrumadores y el aprecio por la vida, sobre todo, cuando se ha tenido “una vida bien vivida”.
Esos sentimientos los expresa con naturalidad aprovechando los tres meses que se sintió bien, de mayo a julio del 2015, cuando se dedicó a escribir, a nadar, a tocar el piano y a viajar. En ese tiempo escribió “Mi tabla periódica”, el tercer capítulo, en donde trabaja sobre lo que implica aceptar la mortalidad.
Aunque sus energías fueron declinando, escribió el último ensayo, “Sabbath”, ese que es el día del descanso solemne, para recapitular la importancia del descanso total, como el que podemos desear después de haber tenido una vida plena, cuando ya estamos cansados del viaje y lo único que deseamos es descansar en el absoluto silencio y la total negritud –como la conocí cuando me anestesiaron, antes de operarme de la vesícula.
Así es el deseado descanso que imaginó Olivier Sacks durante el Sabbath antes de despedirse y darle gracias a la vida desde que supo que era un ser único e individual, que pudo encontrar su propio camino, vivir su propia vida y morir su propia muerte una definición que repito cada vez que puedo, para ubicarme y saber por dónde vamos caminando.