In principio erat Verbum©
Simón Vargas Aguilar©*
“La felicidad depende de nosotros mismos”. Aristóteles.
Diversos son los factores de los que depende el que nos sintamos más alegres o no; claro que la felicidad es un estado relativo, depende de la libertad, la solvencia económica, la situación familiar y de pareja, los amigos, el trabajo personal y por supuesto de la salud física y emocional, no podemos olvidar que la química cerebral y la terapia psicológica juegan un papel significativo en las emociones y la manera en las que las procesamos.
Es innegable que la forma en que la que cada una de las generaciones ha enfrentado problemas y situaciones complejas es diferente, siempre he considerado que evaluar el pasado con las herramientas del presente nos ofrece nuevas perspectivas, pero también nos debe instar a no juzgar, sino más bien a ser empático y entender que el cambio nos impulsa a renovarnos.
Sin embargo a pesar de que los desafíos han estado presentes siempre, hoy tenemos que reconocer que los Millenials han encarado algunas de las crisis más significativas de las últimas décadas, incluso han sido los únicos que de acuerdo a un estudio de la Fundación Friedrich Naumann y EsadeEcPol pueden ser llamados como la “generación de la doble crisis” ya que han enfrentado la financiera del 2008 y la del 2020 ocasionada por la pandemia; claro que los Centenials tampoco han tenido un panorama sencillo ya que también la pandemia confinó muchas de sus oportunidades y expectativas.
Constantemente asociamos la juventud con la euforia, la felicidad, la despreocupación, las expectativas y los sueños por cumplir; desafortunadamente, el pasado marzo se presentaron los resultados del Informe Mundial sobre la Felicidad 2024 el cual menciona que los jóvenes de todo el mundo declaran ahora niveles de felicidad más bajos que sus mayores; menciona además que entre generaciones, los nacidos antes de 1965 (Boomers y sus predecesores) tienen evaluaciones vitales un cuarto de punto más altas que los nacidos después de 1980 (Millennials y Gen Z).
Pero ¿qué es lo que les preocupa a los jóvenes? El Foro Económico Mundial, menciona tres factores que han influido en el declive de la percepción de felicidad: 1) La falta de estabilidad laboral dificulta la planificación financiera, lo que además se aúna a un aumento de costos, esto ha hecho que la accesibilidad a la vivienda, la educación y la salud puedan convertirse en un obstáculo para la seguridad financiera y el bienestar general; 2) paradójicamente las redes sociales y la tecnología han traído consigo una disminución en las relaciones solidas y un incremento del aislamiento social, lo que los lleva a sentirse desconectados y 3) el ser testigos de una negatividad constante, es abrumador lo que lleva a un persistente sentimiento de ansiedad que podría tener consecuencias peligrosas como la depresión y el suicidio (temas que abordaré posteriormente).
¿La felicidad tiene una relación con el crecimiento económico y el desarrollo personal y social? La respuesta no es tan clara al respecto, sin embargo, de lo que sí podemos estar seguros es que sentirnos valorados y reconocidos, no sólo en el ámbito laboral sino también personal y familiar, incrementa nuestra productividad, lo que estoy convencido brinda mayores y mejores resultados.
La falta de felicidad es preocupante, y aunque es cierto que vivimos momentos críticos, donde la polarización, la violencia y las agresiones se hacen presentes con más fuerza y laceran nuestra estabilidad personal y social, también es verdad que hoy más que nunca es necesario impulsarlos, creer en ellos y ayudarlos a alcanzar su máximo potencial porque no sólo son el futuro, también son nuestro presente.
*Consultor en temas de seguridad, justicia, política, religión y educación.