R Á F A G A
JORGE HERRERA VALENZUELA
ADIÓS A OLIVERIO DUQUE JUÁREZ Y A PEPE MARTÍNEZ MENDOZA
Eran poco más de las siete y media de la noche, miércoles 30 de mayo de 1984. Sin más oí que el reportero Miguel González Segundo me decía, por teléfono, “Padrino, acaban de matar al señor Buendía. Lo balacearon por la espalda, en el estacionamiento. Iba por su coche”. El autor material viajaba en motocicleta. Nadie le vio el rostro, según se comentó.
Surgieron todas las versiones que pueden ustedes imaginar. El autor de la influyente columna política, iniciada años atrás en las páginas del diario La Prensa, perdió la vida como él nos decía: “Al que me mate, que lo haga por la espalda, porque de frente me lo llevo primero”. Manuel Buendía Tellezgirón, zitacuarense de nacimiento, era un excelente tirador y aficionado a la cacería.
Tres nombres de políticos se mencionaron inmediatamente. Se habla que uno de ellos era el autor intelectual del asesinato. El presidente Miguel de la Madrid Hurtado, Manuel Bartlett Díaz, secretario de Gobernación. Y un subalterno del segundo, José Antonio Zorilla Pérez, titular de la Dirección Federal de Seguridad. Todo mundo sigue pensando que el único que sabe la verdad, pero calla, es el expriista y hoy morenista, de hueso supercolorado, Bartlett Díaz, actual director general de la Comisión Federal de Electricidad.
El escenario del primer crimen de narcopolíticos, así se afirmó, fue el estacionamiento de Insurgentes Sur y Londres, Colonia Juárez. La semioscuridad del lugar estuvo a favor del gatillero que disparó cuatro balas a la espalda del columnista que iba a recoger su automóvil. Cumplida la orden, el sujeto huyó en la motocicleta, de la que no se bajó al hacer los disparos.
Mi compadre estrenaba un traje que Lolita, su esposa y comadre mía, le regaló en su cumpleaños 58, precisamente el 24 de ese mes y año. Días antes del asesinato hubo una comida de reconciliación amistosa entre Manuel y el ingeniero Luis Martínez Villicaña, entonces secretario de la Reforma Agraria. Asistí como invitado de piedra, mudo. Manuel comentó, “vine porque éste, si éste, que es mi compadre, me trajo como si yo fuera una mujer de la calle”.
La madrugada del jueves 31 estábamos en la capilla funeraria, cuando de pronto muy girito y a pasos grandes entró, seguido de sus guardaespaldas, Zorilla Pérez y sin hasta ahora saber por qué, mi hija Claudia, ahijada de Manuel y Lolita, le gritó: “¿A qué vienes?, ¡asesino!”. Todos nos quedamos mudos y el policía se acercó a la viuda para darle el pésame y no tardó en salir.
¿QUIÉN FUE EL AUTOR INTELECTUAL?
Los años han pasado y en este 2022 seguimos sin saber quién ordenó dar muerte a un maestro del periodismo mexicano, el hombre que supo elegir a sus amigos, el amoroso esposo y padre de familia. Para mí el que guarda secretos es a quien conocí en la Facultad de Derecho, UNAM, y del que no fui amigo pero creo que su conocido, sí: Manuel Bartlett Díaz.
La verdad es que se cumplió el dicho popular de que “el hilo se revienta por lo más delgado” y los tres primeros sospechosos, el que fue a prisión fue José Antonio Zorrilla Pérez. Fue el primer funcionario en llegar al lugar de los hechos; no habían transcurrido más de 5 minutos del asesinato. Sus agentes saquearon el despacho privado de Buendía, ubicado sobre Insurgentes Sur. Nunca se supo que tantos documentos se llevaron.
Durante las primeras semanas circularon toda clase de versiones. En la internacional columna Red Privada, su autor jamás fue rebatido porque los datos estaban reporteados, confirmados y reconfirmados antes de que se publicaran. Desde la primera en que Manuel escribió la columna, quedó claro que no redactaría ninguna sin antes certificar la información.
Lo mismo denunció las pillerías de la familia dueña de la Universidad Autónoma de Guadalajara y de las acciones de llamados “Los Tecos”, como desenmascaró a los líderes corruptos, no se le escaparon los “iniciativos privados” que obtenían privilegios del gobierno. Entró al terreno de los narcos y los políticos. Investigó siempre a fondo cada tema, registraba nombres de civiles, de militares, de políticos, de los lugares donde se operaba.
Las investigaciones policíacas, si es que las hubo, llevaron a la cárcel, los procesaron por homicidio agravado y sentenciados hasta 35 años. Nombres: José Antonio Zorrilla Pérez, bajo el cargo de autor intelectual. Juan Rafael Moro Ávila, Sofía Maya y dos agentes más de la Federal de Seguridad. Ninguno aceptó tener responsabilidad en el asesinato.
Lo único cierto es que un gatillero profesional le cortó la vida a un columnista excepcional, cuyo trabajo repercutió en la vida del país. Se inició en ka revista La Nación, del Partido Acción Nacional, a invitación del profesor don Alejandro Avilés Isunza. Como diarista se abrió paso en La Prensa, estuvo en El Día con don Enrique Ramírez y Ramírez. Más tarde en la cadena de Los Soles que dirigía don Mario Vázquez Raña, la Organización Editorial Mexicana, y finalizó en Excélsior. Además mi gran amigo José Luis Becerra, director de la Agencia Mexicana de Noticias, la distribuyó en diarios de toda la República.
Lolita Abalos seis años después, en 1990, dejó a este mundo y sigue en el corazón de sus hijos José Manuel, “Josito”, Gabriela y Juan Carlos, así como de quienes la quisimos mucho.
Desde estas líneas envío un abrazo solidario para Vicky, Diana, Sandra, Luis y Carlos Muñoz Ángeles y al licenciado Darío Arrieta, por el fallecimiento de doña Vicky Ángeles, mamá y prima hermana, respectivamente.
Igual para los familiares de los apreciados colegas mencionados en las primeras líneas.
jherrerav@live.com.mx