La Heráldica se constituye como la ciencia auxiliar de la historia que explica y descifra los escudos de armas y distintivos de un Estado, de una nación, de la nobleza, de una ciudad, región, asociación, personas o apellidos. En su variante militar a su vez, lo hace con los escudos de los ejércitos, unidades, academias de guerra, armas, servicios, uniformes, insignias, banderas, guiones, divisas, distintivos y condecoraciones.
En la historia militar, desde tiempos inmemoriales surgió la necesidad de reconocer los servicios distinguidos, el honor y los actos de valor individuales o colectivos de quienes han servido a sus ejércitos en tiempos de guerra y paz. Ahí es donde nacen las ordenes, condecoraciones, medallas, títulos y atributos que han hecho de la Heráldica Militar una ciencia compleja, pero a su vez muy vistosa y atractiva.
México con un abultado bagaje y trayectoria de historia militar no es la excepción, sin temor a exagerar podemos considerar como punto de partida de la heráldica militar mexicana a los ejércitos mexicas, que si bien no impusieron medallas en el concepto moderno de estos reconocimientos y prendas, si lo hicieron de manera muy particular por medio de llamativos tocados, uniformes y estandartes que fueron referencia del prestigiado escalafón en sus fuerzas, el ejemplo por antonomasia lo representan los uniformes de los guerreros jaguar y águila.
A lo largo del virreinato de la Nueva España, se otorgaron de manera limitada condecoraciones a quienes sirvieron con fidelidad a la corona, pero fueron más comunes los títulos de nobleza, incluso los beneficiados anteponían su título a su nombre propio. La magnífica galería de virreyes que alberga el Museo Nacional de Historia en el Castillo de Chapultepec, da cuenta de ello al mostrar al pie de los retratos la extensa relación de títulos de nobleza y distinciones que caracterizaron a aquellos gobernantes a lo largo de tres centurias.
Con el estallido de la guerra de independencia surgieron en ambos bandos, banderas, escudos y condecoraciones, incluso se llegó al extremo de nombrar a la Virgen de Guadalupe capitana de los insurgentes y a la Virgen de los Remedios capitana del ejército realista. Los realistas a su vez echaron mano de condecoraciones no solo para reconocer a las tropas del rey, sino para elevar la moral de sus hombres tras acciones como las batallas del Monte de las Cruces y la de Aculco.
Al consumarse la independencia en 1821, la heráldica militar mexicana se robusteció notablemente imponiendose medallas, condecoraciones y distinciones en todas las facciones que lucharon a lo largo del convulso siglo XIX. Las tropas extranjeras que invadieron México como los franceses y estadounidenses también concedieron reconocimientos a quienes concurrieron a las campañas mexicanas. En el bando imperial y conservador fue destacada la Orden de Guadalupe, implementada por Iturbide y retomada por Santa Anna y Maximiliano.
El Porfiriato no estuvo exento de una rica heráldica militar y la revolución en todos sus bandos tampoco fue la excepción. Aquí es donde resalta la heráldica militar zapatista. Bien son conocidas las diversas facetas de Emiliano Zapata, no solo como comandante militar del Ejército Libertador del Sur, sino como calpuleque, diplomático, legislador, gobernante e incluso acuñando monedas en los territorios bajo su control. Sin embargo, por el carácter austero de su movimiento campesino y popular es difícil imaginar la existencia de alguna condecoración zapatista.
Lo anterior es parcialmente cierto, púes Zapata nunca ordenó en vida la creación de condecoración alguna, de cualquier forma, en la década de los treinta, momento ya de importante influencia del legado del Caudillo, la Unión de Revolucionarios Agraristas del Sur, implementó para sus miembros el uso de la “Cruz del Plan de Ayala” una estrella de siete aspas con cordón tricolor. Al frente tiene la efigie de Zapata y la fecha de promulgación del Plan de Ayala y al anverso el nombre de la agrupación, la fecha de 4 de agosto de 1935, y al centro una alegoría de dos cañones, herramientas de labranza y curiosamente en vez de la icónica planta de maíz, un haz de trigo.
A pesar de que la iconografía zapatista está muy definida en la Cruz del Plan de Ayala, la existencia de dicha condecoración establecida por los sucesores del Caudillo del Sur, más allá de considerarse una extravagancia, reafirma y reitera lo mencionado al principio de estas líneas, la necesidad de los ejércitos o instituciones de reconocer y distinguir a sus miembros y los servicios prestados por ellos a sus causas.