Juan Luis Parra
Ayer estuve en la sesión informativa de SelectUSA en el consulado estadounidense en Nogales. Hoy será en Hermosillo, pero en esencia será lo mismo: Estados Unidos quiere atraer inversión privada mexicana.
Directos, sin rodeos ni pretextos.
Ahí estuvieron empresas, cámaras, funcionarios municipales y estatales con cara de “ahora sí despegamos”.
La apuesta gringa es clara: buscan el capital mexicano allá, generación de empleos allá, impuestos allá. Ellos no tienen tiempo para simulaciones o mañaneras.
Presentaron su cumbre, el evento más grande y donde sales con toda la información para invertir, el Invest USA Summit en Washington, donde explicarán hasta cómo tramitar la visa.
Ahora son ellos quienes están viniendo a seducir al inversionista mexicano. ¿Por qué? Porque acá ya no hay confianza, ni certidumbre, ni un mínimo de garantías.
Mientras SelectUSA vende estabilidad, infraestructura y oportunidades, acá seguimos recordando la desaparición de ProMéxico, ya enterrado oficialmente.
Extinguieron ProMéxico y no me queda claro que se pueda revivir genéticamente, tal como los lobos terribles. Pero no. Acá los organismos útiles no se clonan ni se rescatan, se eliminan.
¿para qué querríamos atraer inversión si podemos seguir confiando en los milagros de la autosuficiencia y sueños guajiros chairos?
ProMéxico nació en 2007 y durante un tiempo hizo su chamba: vendía a México en el exterior, generaba contactos, impulsaba exportaciones. Nada espectacular, pero al menos existía.
Lo que vi ayer en Nogales fue una ironía digna de registro. El personal de SelectUSA recordó con una sonrisa cuando era México quien hacía estas giras para atraer inversión extranjera.
Ahora son ellos los que vienen a ofrecer algo que aquí no existe: reglas claras, seguridad jurídica y la bendita combinación de sector público, privado y academia. Aquí, en cambio, la fórmula es otra: cuates, ocurrencias y un presupuesto que no alcanza ni para pagar la luz o el agua en nuestras oficinas consulares en Estados Unidos.
Y mientras tanto, la realidad nos pasa por encima.
Ayer mismo, en su edición impresa, Reforma citaba un informe de la firma Global Guardian: “Alertan por el narco riesgos para inversión”.
¿Sorpresa? Ninguna.
El documento señala lo obvio: los cárteles mexicanos controlan territorios, rutas comerciales y puertos; extorsionan, roban mercancías y actúan como gobiernos locales. Todo bajo la vigilancia pasiva de la política de “abrazos, no balazos”.
Según el estudio, nuestra soberanía está comprometida en zonas clave, justo donde se supone que deberíamos estar compitiendo por inversiones.
¿Y qué hacemos nosotros?
Cerramos todo, peleamos con el capital extranjero en energía y minería, y celebramos cada vez que un empresario decide no irse del país como si fuera un acto patriótico.
Ya llevamos un sexenio en el oscurantismo económico. En la simulación del emprendimiento, el romanticismo de la mediocridad y el cuento de que “primero los pobres” sin inversión ni crecimiento.
¿Otro sexenio igual con Sheinbaum? Puede ser.
Pero esta vez, nuestra economía no va a aguantar otra ronda de discursos sin resultados, ni de seguridad sin estrategia, ni de soberanía sin industria.
Estados Unidos está haciendo su tarea. México ni siquiera encuentra el lápiz.