Joel Hernández Santiago
“Nadie despierta, no creo que un presidente se levante ni creo que se ha levantado pensando, y perdón que lo diga, cómo joder a México…” dijo el presidente Enrique Peña Nieto el martes 25 de octubre durante el foro de negocios “Impulsando a México”. Ese día el presidente no se levantó de buenas y ya, hasta el copete de críticas a él y a su gobierno, decidió confrontar… Pero…
“Joder” es un término muy castizo. Muy, digamos, usado en el español para referirse a una forma de relación de unos con otros. Entre otras interpretaciones, la Real Academia de la Lengua Española (RAE) dice que es: ‘Molestar o fastidiar a alguien. U. t. c. intr.; Destrozar, arruinar o echar a perder algo; U. para expresar enfado, irritación, asombro’.
Pues eso. Que el presidente de México decidió salir al quite cuando su índice de aceptación es de 20% a menos. Que es decir, la más baja que se conoce en muchos años para el Ejecutivo. Esto sin duda lo tiene fastidiado y muy probablemente ‘decepcionado por la mala interpretación que dice que se tiene de su gestión’.
Ya hace meses la oficina de la Presidencia viene contrastando lo que desde su punto de vista es la realidad de su gestión y lo que se piensa o se dice de ésta. De ahí el cúmulo de spots con los que han bañado al país y en los que, de forma mínimamente sesgada, hace una crítica a los medios de comunicación y al periodismo que no dice lo bueno, sino lo malo de su gobierno, según su criterio.
Malos spots hechos para vender productos y no para la comunicación política. Éstos dicen: “Lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho”. Que es decir, ‘los malos y los buenos; los malos los otros, nosotros somos los buenos, los de las obras buenas, los de los trabajos y los días…’ Y ahí el reproche costosísimo. Luego aparecen supuestos ciudadanos de a pie con diálogos inverosímiles en los que han salido triunfantes gracias a la gestión presidencial de Peña Nieto…
Digamos que es un mensaje en el que suena más a vender un buen producto que una imagen y un diálogo de gobierno con ciudadanos. Y al final no informa. Hace propaganda, que es distinto.
Pero de ahí en adelante hay una especie de confrontación entre la opinión pública y lo que el presidente de México entiende como ‘mandato’. El mandato se lo otorga la soberanía que radica en todos y cada uno de los mexicanos, para que ‘cuide nuestros fueros y privilegios, y si no, no’. Pero él entiende mandato como su orden, su decisión sobre hechos y actos: “Ya giré instrucciones para que…” es su frase célebre…
El tema es que ahora mostró fastidio. La frase que ahora se ha hecho ‘viral’, estaba acompañada de un largo reclamo de incomprensión y precisiones. Ese día dijo, también:
“Mi único propósito es que a México le vaya bien. Siempre he pensado en cómo hacer las cosas bien para México (…) No caigo en autocomplacencias, soy el primero en reconocer fallas, errores y desaciertos pero también avances y logros que hemos tenido”.
Respecto de la visita de Donald Trump a México, dijo: “Lo que he reconocido es que sí tomé una decisión apresurada (…) Hoy el escenario es diferente y hay voces que dicen: ‘cómo se le ocurrió’. Por supuesto que lo volvería a hacer con ambos candidatos, no en la forma en la que lo hice. No en la forma en que se instrumentó y asumo la responsabilidad de haber abordado el tema”…
Enojo y decepción expresa ahí el presidente de México, pero también fiel a su personalidad insiste en que las cosas no salieron bien, pero que las volvería a hacer. Y es ahí en donde está el centro de la molestia nacional: el no cambiar, para escuchar la voz popular, que puede equivocarse pero, en su soberanía, está en su derecho a equivocarse y reconstruirse.
El país está en un pésimo momento; el presidente está en pésimo momento: Y no se ayuda con dichos como el de “…joder a México’. Y esto no por el lenguaje, sino porque no hay un intento de acercamiento con los gobernados a partir del gobierno para todos y de todos, en democracia; no a través de la mala información que le trasladan sus funcionarios o empleados, o a través de las mismas multitudes que le acompañan y le aplauden por todos lados y desde púlpitos lejanos.
La alfombra roja y la mirada superaquilina les han hecho mucho daño a su gobierno y a él como gobernante. Solitario en Palacio.
No es un presidente cercano. No es un presidente con el que los ciudadanos dialoguen o se aproximen. No es un presidente con el que los mexicanos se sientan a gusto. No es un presidente que escucha. No es un presidente que extienda la mano suave. No es un presidente que entienda el paso de quienes viven en este país fuera de su ámbito. No conoce a los mexicanos y por lo mismo no se entiende con ellos. Pero podría intentarlo. Podría ser…. Quizá… Probablemente…