Desde Filomeno Mata 8
Por Mouris Salloum George
El nuevo ciclo escolar 2022-2023 se inaugura con la muy lamentable noticia de que más de un millón y medio de jóvenes quedaron excluidos de la enseñanza media y superior. No regresaron a las aulas por atender otras urgencias personales o familiares, resultantes de la gran crisis que provocó la pandemia en la salud y sus efectos recesivos en la economía.
No es difícil imaginar que su ausencia es involuntaria; de algún modo se han visto abandonados por el sistema educativo nacional, conformado por la Secretaría de Educación Pública (SEP) y las instituciones de nivel superior, públicas y privadas.
El terrible dato debiera motivar alarma en todo el país, pero no parece que sea el caso. Es un millón seiscientos mil estudiantes los que hoy suspenden su educación –de un total de casi 10.5 millones que conforman el nivel medio y superior, inscritos para el ciclo 2022-2023-. De estos, unos lo harán temporalmente y otros quizás en forma definitiva.
El subsecretario de Educación Media Superior, Juan Pablo Arroyo Ortiz, admite que la deserción es un grave problema en el nivel bachillerato y que la SEP no tiene presupuesto para ampliar la matrícula ni la infraestructura: “Tenemos graves dificultades presupuestales”, dijo hace unos días, al presentar un nuevo modelo educativo para el próximo ciclo.
Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador afirma que en su gobierno “los jóvenes hoy tienen oportunidades de empleo y estudio”, debiera pasar de los dichos a los hechos. No se trata solo de retórica ni de buena voluntad. Debiera privilegiar el presupuesto destinado al sector y programarlo conforme a los requerimientos del sistema, no al interés de agendas políticas o conveniencias partidistas.
Sin duda que la mejor forma de atender “primero a los pobres” – en todo momento- es con acceso a educación de calidad y salud. Cualquier gobierno que abandone a sus jóvenes comete un grave error.
En este caso es un conjunto de jóvenes que al ser excluidos del sistema ponen su futuro en riesgo, el de sus familias y el del país; porque nadie osaría negar que en toda sociedad el porvenir de la juventud es el mismo de toda la nación.