¿Estaba realmente loca o sólo fue víctima de su época?
Por María José Sandoval
“Uno de los objetivos del feminismo es desmentir las ideas machistas sobre las capacidades intelectuales de las mujeres”. Majo Sandoval.
La vida de la reina Juana I de Castilla, a partir de su matrimonio con Felipe I hasta su encierro en un monasterio de Tordesillas explica la vida desigual entre mujeres y hombres de esos siglos de patriarcado extremo. Puntualizo los hechos importantes para crear el origen a los rumores de la locura gradual de Juana y dejan ver cómo se encontraba hundida en una maraña de relaciones de poder impuestas por hombres representantes en su época, de una autoridad sobre el cuerpo y los propios actos de la Reina; Felipe I y Fernando II pusieron sus intereses individuales para gobernar Aragón y Castilla antes que la reputación y salud mental de una mujer a quién supuestamente amaban, para mostrar a las mujeres en esta época ser consideradas: un objeto, una pieza de ajedrez que podían mover, moldear y manipular para cumplir sus propios intereses.
Así, gradualmente va aumentando la violencia psicológica dentro del matrimonio de Juana, para obligarla al encierro y aislamiento durante semanas en distintos momentos de su vida. Esta violencia también se presenta dentro de la relación que tenía con sus padres, ya que los reyes en distintos momentos también la encerraron y aislaron.
La intención de este texto, espera lograr una reivindicación sobre la memoria e imagen de Juana I de Castilla y no dejar que su historia se vea a través de una neblina creada por hombres celosos de poder.
Introducción
Analizo desde la perspectiva y principios del feminismo el estatus real de la situación mental de Juana I de Castilla, pues según los textos antiguos la retratan como una mujer débil a la hora de gobernar y con capacidades mentales afectadas por una enfermedad. Se debe desmentir o comprobar los argumentos de su padre Fernando II de Aragón y de su esposo Felipe “el Hermoso”, para declarar a Juana como loca y mantenerla encerrada, obviamente contra su voluntad, por más de 50 años.
Mientras más preguntas se hagan sobre este tema, más parece este suceso una enorme farsa para no tener a una mujer a la cabeza de un reino tan importante como Castilla. Pero para entender mejor, es necesario contextualizar desde este momento, estamos hablando de principios del siglo XVI, es decir: una época en la que una mujer inteligente y poderosa era considerada una amenaza, aunque claro que a las mujeres poderosas de la época no se les menciona como amenaza, puesto que eso pondría en duda la masculinidad de los hombres, la cual era uno de los aspectos más importantes en los varones de del medievo.
A la amenaza que esas mujeres poderosas representaban se les tergiversa y las tachan de brujas, herejes, locas o algunas simplemente las mataban a sangre fría: ahorcadas, guillotinadas, quemadas, lapidadas. Ejemplos de mujeres como la reina Juana hay decenas de miles, varios contemporáneos a ella; más los casos que no conocemos por ser mujeres de clases bajas donde sus vidas no fueron plasmadas en papel.
Es pertinente y preciso ver el caso de Juana I de Castilla, desde una perspectiva feminista. Históricamente las mujeres hemos sido reprimidas para satisfacer la necesidad de poder que se les ha inculcado a los hombres, por esto es oportuno para las etnohistoriadoras, historiadoras y antropólogas de la actualidad le hagamos justicia a nuestras antepasadas muy presentes en la lucha por la liberación de la mujer. Considero a Juana I de Castilla y su madre, Isabel I de Castilla, como mujeres adelantadas a su época, con una inteligencia sin igual para abrirse camino al reinado de una tierra en un mundo controlado por hombres.
Desde mi perspectiva a estas dos mujeres, ejemplo para el empoderamiento, pues ellas eran la cabeza de Castilla y sus esposos quedaban en segundo plano, para mostrar a las mujeres de la época, y de las siguientes, que las mujeres tenemos capacidad de gobernar al igual o mejor que los hombres. Una mujer puede sacar adelante una nación, incluso llevar a una sociedad del medievo a la modernidad, como se le considera a Isabel I. El feminismo me parece una corriente teórica adecuada para manejar los temas que acabo de mencionar, pues uno de los objetivos del feminismo es desmentir las ideas machistas sobre las capacidades intelectuales de las mujeres, ¿qué mejor que dándoles pruebas históricas sobre mujeres que sobresalieron por su inteligencia?
La condición de ser mujer a finales del siglo XV
En la Edad Media las mujeres eran definidas acorde a su relación con los hombres, es decir: madre, hermana, hija o esposa, la sociedad estaba controlada por la Iglesia y ésta era controlada por los hombres, la institución religiosa manejaba y manipulaba la mente de todos, pero especialmente la de la mujer, “es difícil saber porque los hombres de Iglesia dedicaron tanto esfuerzo, en la alta Edad Media, durante tres siglos, a la pedagogía de las mujeres, a su dominio y sumisión, a su retirada de la escena social, a su confinamiento a la escena de familia” (Matilla: 7).
Los textos pedagógicos dirigidos a las mujeres estaban basados en las Sagradas Escrituras y en los modelos filosóficos de Aristóteles, esto último afirmaba que los hombres tienen poder sobre las mujeres ya que ellos disponen de mayor razonamiento a comparación de las mujeres, por lo que ellas nos pueden controlar sus instintos y eso las hace peligrosas (Matilla: 7). Los hombres habían creado un modelo ideal de lo femenino a sus propios intereses dirigido a las mujeres de todas las clases sociales y aquí es donde entra el papel de las mujeres pertenecientes a la alta sociedad; es decir, a las que eran parte de la realeza o de la nobleza, ellas debían cumplir al pie de la letra las normas y comportamientos impuestos para servir como ejemplo a las clases más bajas de cómo debían ser las mujeres. “A los ojos de los moralistas, una reina es el ejemplo vivo y el espejo de las demás mujeres, y obligada a mayor rigor de su cumplimiento, por su superioridad social” (Matilla: 8).
Las mujeres en el ámbito conyugal debían ser sumisas ante su esposo al cual obligadamente ponían como su mayor prioridad y brindarle un amor desmesurado. Ellas eran consideradas como inferiores al hombre, obligadas a obedecer y a ser fieles, todo esto era parte de la responsabilidad moral de la mujer porque supuestamente, el hombre era superior, perfecto y benefactor; en ellos los actos de infidelidad era aceptados y hasta excusados debido a algún “mal comportamiento” por parte de su esposa.
El matrimonio entre Juana y Felipe
Los matrimonios en la Edad Media eran considerados como un medio para mantener o adquirir relaciones de poder, lo cual sólo contribuyó más a la opresión de las mujeres ya que eran usadas como moneda de cambio, “la vida de las mujeres, y muy en particular las hijas de reyes, se reducía a una existencia vinculada a los intereses de Estado de los progenitores y posteriormente a los intereses y necesidades de su marido, quien solía considerar a su esposa como una extraña” (Matilla: 11). Las mujeres de la realeza eran llevadas al matrimonio cuando eran prácticamente niñas, a sus cortas edades debían enfrentarse a la vida conyugal, al embarazo, a la familia del esposo y a mantener la paz en la corte.
A finales del siglo XV los Reyes Católicos buscan fortalecer su país a través de un sistema de alianzas con Portugal, Inglaterra y la Casa Habsburgo, así logran negociar con Maximiliano de Austria el doble matrimonio de sus hijos, Felipe I con Juana I de Castilla y Margarita de Austria con Juan de Aragón, el 5 de noviembre de 1495 se firmó el acuerdo de la boda doble.
En octubre de 1496 Juana I, de 16 años, y Felipe I, de 18 años, se conocen y ese mismo mes celebran su boda; de hecho, ya estaban casados desde antes de conocerse, ya que sus padres arreglaron una boda por procuración, así que en esa ocasión sólo celebraron una renovación de votos en Brúcelas. Se narra que Felipe trataba a Juana con un amor evidente, tanto que se les olvidaban las razones de Estado por las cuales se habían comprometido; incluso su amor era tachado de poco recatado.
Su marido era el objeto de sus adoraciones. En él tenía depositado su corazón, y para él únicamente vivía; el joven archiduque pagaba este cariño a doña Juana con todo el calor de su corta edad y las galantes maneras de un príncipe; de suerte que la infanta se contaba por uno de esos seres más felices. (Historia de la célebre Reina de España Doña Juana, llamada vulgarmente, La Loca, 1848: 8)
Posteriormente todo el matrimonio empezó a caer ante actos de manipulación por parte de Felipe y su corte. Tanto Calderón (2010) como Matilla nos mencionan que Felipe dejó desatendidas a las personas que habían llegado a Borgoña junto con Juana de tal manera, muchos de ellos murieron, para dejar a Juana sin algún tipo de conexión directa con gente de su lugar natal; así, Felipe I puso a personas de su confianza a cargo de las labores domésticos del lugar donde residía Juana, estas personas la aislaron del exterior y controlaban quién podía tener acceso a ella, obviamente todo bajo las ordenes de Felipe.
La corona de Castilla
Juana tenía 4 hermanos; dos eran mayores que ella, es decir, iban antes en la escala de sucesión al trono. Juan de Aragón era el legítimo heredero al trono, pero falleció en 1497 sin dejar ningún heredero; así, la corona pasó a su hermana, Isabel de Aragón, ella murió en 1498 para heredar la corona a su único hijo, Miguel de la Paz, pero éste falleció en julio del 1500, por esta cadena de muertes, la corona de Castilla pasó directamente a manos de Juana I de Castilla.
Es importante mencionar que, desde la muerte de Juan de Aragón, Felipe I buscaba proclamar sus derechos como heredero de la corona de Aragón y Castilla, lo cual sólo reflejaba que Juana recibía una gran influencia por su marido. Los Reyes Católicos les pidieron a los esposos ir a España para ser jurados herederos, pero Felipe y sus consejeros no aceptaron dichas imposiciones “porque solo él – Felipe I – debía establecer las condiciones, incluso, el momento más oportuno para realizarlo” (Calderón, 2010: 75), Juana se encontraba en una situación de debilidad política ante su esposo, y apegarse a su condición de sometimiento: la esposa debía satisfacer y complacer todas las necesidades de su marido; por esto, Juana debía apoyar a Felipe, pero también debía y quería cumplir las responsabilidades de una reina encomendadas por parte de su país.
De hecho, según Begoña Matilla, en 1501 empezaron a circular rumores del amor desmesurado y “patológico” que Juana sentía por Felipe; todo esto fue un acto desesperado por parte de los consejeros de Felipe para que Juana no hiciera actos contrarios a los intereses de su esposo y sus consejeros.
“La leyenda de la devoción de Juana por el marido empieza, curiosamente, en el instante en que es heredera al trono. Con anterioridad no hay ninguna documentación al respecto” (Matilla: 19). Pedro Mártir Anglería era un humanista cuya función era de cronista para la corte de Felipe I y de los Reyes Católicos; fue el principal escritor de la época que manejaba el tema de la locura incitada por el amor de Juana a su esposo. Tanto Felipe I como Fernando II de Aragón y Carlos V fueron los principales patrocinadores de las crónicas escritas por Pedro Mártir y, “curiosamente”, los tres ocuparon la corona de Castilla en el momento que Juana I debía reinar.
En 1502 los esposos finalmente partieron a España para ser coronados como príncipes de Austria y así asegurar la herencia al trono, es importante destacar que en años pasados Felipe I intentó que solo lo coronaran a él dejando a su esposa a un lado. Después de la coronación los consejeros de Felipe pedían que viajara a Flandes por asuntos políticos, pero a Juana no se le dejó viajar ya que estaba en el proceso de embarazo de su tercer hijo, según Olaizola (1966) Felipe I fue quien le impidió viajar poniendo como excusa el embarazo ya que los Reyes Católicos no querían a sus herederos fuera de Castilla. Así que una vez más Juana I vuelve a ser prisionera, pero, ahora en su propio país. De esta manera, Pedro Mártir empezó a esparcir el rumor de la locura de Juana derivada de la separación de ella y su marido. Después de haber nacido su hijo, Juana intentó volver con su amado, pero al pedirle permiso a su madre para dejar Castilla se desencadeno una pelea terrible entre ambas la cual sólo dio pie a que Isabel la Católica comenzara a mentirle a su hija para impedir su partida; esto derivó una depresión severa en Juana, y dejara de comer. Claro que el término “depresión” es contemporáneo a nosotros, así que, si se trataba de una mujer, en el siglo XVI se catalogaba como locura.
Tras los malos comportamientos de Juana hacia su madre y su evidente delgadez propiciada por la tristeza, finalmente Isabel dejó volver a su hija junto a Felipe I, pero tiempo después “Isabel cambió las condiciones de su testamento, planteando que, si Juana no estaba en condiciones de gobernar, el poder real pasaba a su padre, el rey Fernando, en calidad de gobernador de Castilla” (Matilla: 21). Esto solo incitó que Fernando y Felipe siguieran alimentando los rumores sobre la mala estabilidad mental de Juana.
Locura
El año de 1504 fue el más duro para Juana: cuando por fin se reunió con Felipe le informaron que su esposo la estaba engañando con una de sus damas; así que como castigo le mandó a cortar el cabello a la dama por lo que Felipe se disgustó y encerró a Juana en su habitación, una vez más prisionera en su propia casa. Tiempo después, en ese mismo año, muere su madre, Isabel I, dejándola a ella a cargo de la corona de Castilla, el problema es que tanto Fernando como Felipe no tenían planeado que Juana reinara, la teoría sobre la locura de Juana sigue creciendo y esparciéndose mientras Felipe la mantenía encerrada en sus aposentos. Al saberse del encierro, Fernando acusa a Felipe de tener cautiva a la reina de Castilla por lo que comienza un enfrentamiento político entre estos dos hombres (Matilla: 21).
Las leyendas de la locura de Juana eran contraproducentes para Felipe ya que, como mencioné anteriormente, el testamento de Isabel dictaba que, si Juana no estaba en condiciones de reinar, la corona pasaría a Fernando; así que Felipe decidió llevar a Juana a Castilla donde se comportó espectacularmente y pronto todos cambiaron su criterio sobre el estado mental de Juana. Felipe logró por fin obtener el trono en 1506, pero meses después murió dejando a Juana sola en el trono y embarazada de su última hija.
Pedro Mártir asegura en sus cartas y crónicas que Juana, en esa época, fue tomada por los celos, no permitía que ninguna mujer formara parte de la comitiva; hacía abrir a menudo el féretro para besar a su marido y difundió la idea de las extrañas actitudes de Juana de no cambiarse de ropa. En suma, se construye la imagen de una Juana enajenada que arrastró durante tres largos años, el cuerpo insepulto de su marido, sin poder separarse de él. (Matilla: 22)
Se dice que ella no quería enterrar el cuerpo de su marido porque así no podía ser obligada a contraer matrimonio y de esta manera asegurar la sucesión de sus hijos. En 1509 Juana y Fernando entraron en negociaciones las cuales culminaron con el retiro “voluntario” de Juana a un monasterio en Tordesillas, por ser práctica era común entre las viudas de la época que no querían volver a contraer nupcias. Una vez más Juana estaba cautiva, pero ahora no saldría de su prisión sino hasta el día su muerte.
Conclusión
Así se puede notar como paulatinamente la mente y la reputación de Juana I de Castilla fue sistemáticamente manipulada y trastocada por gente con una posición de poder importante dentro de la vida de esta Reina, principalmente por su esposo y su padre. Es evidente: la locura de Juana fue una construcción perversa para los beneficios políticos de los hombres en cuestión. El único error de Juana I en esa época, fue no seguir un papel sumiso dentro del matrimonio y amar profundamente a su esposo; nació en lapso extremadamente patriarcal donde se debía mostrar amor al esposo, aunque lastimara continuamente. A expensas de saber que no se deben usar términos contemporáneos en situaciones históricas, me gustaría recalcar que varios síntomas presentados por Juana eran correspondientes a la depresión causada seguramente por el encierro y aislamiento social que vivió desde los dieciséis años hasta el día de su muerte el 12 de abril de 1555 a los 75 años. Felipe y Fernando usaron esto a su favor y lo plasmaron exageradamente en los mitos y rumores difundidos por ellos.
Bibliografía
- Becares, G. (2019). Historia: ¿Y si Juana la Loca no estaba loca? Ethic. (https://ethic.es/2019/11/juana-la-loca-feminismo/)
- Calderón Ortega, J. M. (2010). “Felipe de Habsburgo, Archiduque de Austria y Rey de Castilla” en Juana I en Tordesillas: su mundo, su entorno, Valladolid.
- Historia de la célebre Reina de España Doña Juana, llamada vulgarmente, La Loca. (1848). (http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/historia-de-la-celebre-reina-de-espana-dona-juana-llamada-vulgarmente-la-loca–0/html/ffc0f994-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.htm )
- Matilla, B. (s. f.). El mito de la Reina Juana: ¿“la Loca”? Atención Psicológica Integral. Recuperado 27 de mayo de 2022, de (https://atencionpsicologicaintegral.es/admin/biblioteca/documento_10.pdf )
- Olaizola, J. L. (1996). Juana la Loca. (http://bibliotecadigital.tamaulipas.gob.mx/archivos/descargas/9092180b1_laloca.pdf)
- Ortega Matilla, C. (s. f.). La historia de un pretexto: Doña Juana la Loca. Gredos. Recuperado 27 de mayo de 2022, de (https://gredos.usal.es/bitstream/handle/10366/24194/THV~N60~P48-59.pdf;jsessionid=868ECC5B5D75EBB20799541305BD6162?sequence=3 )