Alemania busca liderar una carga europea para impulsar la producción de chips con una serie de megainversiones, pero la campaña enfrenta desafíos que van desde los altos precios de la energía hasta las filas de subsidios y la escasez de trabajadores.
Cuando la pandemia provocó un aumento de la demanda de semiconductores y enredó las cadenas de suministro mundiales, las naciones occidentales que dependían durante mucho tiempo de Asia para producir sus chips a bajo precio sufrieron una desagradable sorpresa al enfrentar una escasez repentina.
La Unión Europea se puso en acción y está implementando un plan para duplicar la participación del bloque en la producción mundial de chips al 20 por ciento para 2030 y movilizar miles de millones de euros en inversiones.
La potencia industrial de Alemania, cuyos fabricantes de automóviles se encontraban entre las empresas más afectadas por la escasez, espera liderar el renacimiento europeo, con importantes inversiones anunciadas en los últimos tiempos, incluidas las de Intel, Infineon, Bosch y Wolfspeed.
El gigante tecnológico taiwanés TSMC, una de las principales empresas de chips del mundo, también está considerando construir su primera planta europea en la ciudad oriental de Dresde.
En la inauguración este mes de una nueva fábrica de chips Infineon en Dresden, el canciller Olaf Scholz dijo que los semiconductores «a menudo se denominaban el petróleo del siglo XXI».
Los chips, utilizados para impulsar todo, desde teléfonos inteligentes hasta aviones de combate, fueron el único componente «del que depende casi todo lo demás», agregó.
Infineon planea invertir unos 5.000 millones de euros (5.400 millones de dólares) en la planta, cuya apertura está prevista para 2026, y creará hasta 1.000 puestos de trabajo en Dresde, la capital del estado de Sajonia, que ya alberga una densa red de empresas de chips.
Costos altísimos
Sin embargo, no todos los proyectos han funcionado tan bien.
Intel anunció a bombo y platillo en marzo del año pasado planes para construir una enorme planta de chips en la ciudad de Magdeburg, con una inversión inicial de 17.000 millones de euros, la pieza central de la campaña de inversión europea de la firma estadounidense.
Pero después de que la inflación aumentara tras la invasión rusa de Ucrania, el proyecto se retrasó y la construcción, que originalmente se suponía que comenzaría en la primera mitad de 2023, aún no está en marcha.
Según se informa, la compañía está presionando para obtener mayores subsidios gubernamentales para cubrir el impacto de los costos más altos.
Cuando se le preguntó sobre los informes, Intel dijo que «mucho ha cambiado» desde que se anunció el proyecto.
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