Reseña de la novela. Segunda parte.
Por: Ricardo Bravo Anguiano.
Llegó el momento en que Lupita, entregó a Rigoberto “la antorcha de luz imaginaria” para que, como hijo mayor guiara a sus siete hermanos por el nuevo camino que emprendía: estudiar la carrera de Economía en la UNAM. A partir de ese suceso, Rigoberto se convirtió en el personaje principal de la novela, pues ella había cumplido su misión de sacar a la familia de aquel rancho. Con el apoyo económico de los hijos mayores que ya estudiaban y trabajaban en la capital del país, en Chaparaco el papá compró un lote de terreno y todos ayudaron para construir -con mucho cariño-, poco a poco una casa moderna, “La segunda casa de las golondrinas”.
Los hermanos mayores crearon una “Regla de Oro, secreta y no escrita”: el mayor ayudaría al segundo a salir del lecho familiar, traerlo a la Ciudad de México, orientarlo para que estudiara y encontrara un trabajo que le permitiera desarrollarse; y, éste al tercero; y, así sucesivamente. Cuando los cinco hijos restantes crecieron, emprendieron también felices el vuelo hacia su vida independiente al lado de sus demás hermanos, dejando poco a poco “el nido vacío”, igual que lo hicieron las golondrinas en su momento. Al vivir lejos del alcance de los papás, esos jóvenes emprendedores crearon un “sistema de autocontrol interno” para que, en diálogo abierto ventilaran los problemas familiares y entre ellos mismos les encontraran solución; iniciativa que le fue quitando a los papás la carga de la responsabilidad familiar.
En la UNAM, Rigoberto obtuvo una beca y, al final de la carrera fue seleccionado como uno de los mejores estudiantes de su generación en 1978; por lo que, como premio obtuvo una beca del CONACYT para estudiar en el Economics Institute en Boulder y luego maestría en Planeación Urbana y Regional en Denver, Colorado en USA. Luego, obtuvo del gobierno federal americano la beca Fulbright para estudiar una especialidad en financiamiento de proyectos urbanos en la Universidad del Sur de California (USC) en Los Ángeles.
Soñaba en aplicar en su pueblo de origen, lo que aprendía en el extranjero: “cuando estés en la cima, no te olvides de los que se quedaron abajo” -le decía la conciencia de su pueblo. Tuvo la oportunidad de compartir con sus alumnos en la UNAM, por treinta años, lo que aprendió en las aulas y en el trabajo -en el Banco BANCIUDAD. Cumplió su compromiso de “Big Brother”, cuando cada uno de sus siete hermanos cursó una carrera universitaria. Ese fue uno de los mejores triunfos de su vida. De niños fueron más que hermanos, ahora de adultos, siguen siendo grandes amigos. Cuando cada uno de los ocho hermanos encontró a su pareja, formó su nido y construyó su propia “casa de las golondrinas”.
El sueño de Rigoberto se hizo realidad, cuando con sus hermanos y amigos de Atecucario formaron un grupo de profesionistas -liderados por él-, habiendo gestionado a través de las autoridades locales, la construcción del sistema de agua potable, la instalación de teléfonos públicos y la construcción de una clínica rural. La muerte de tres seres queridos lo motivó a investigar el significado de la existencia humana, de donde aprendió que: “en el viaje de la vida, lo importante no es llegar, sino disfrutar el viaje”. Hoy sabe, además, que: “la vida no es recordar el pasado con nostalgia, ni esperar el futuro con ansiedad; sino, vivir el presente con intensidad como si hoy fuera el último día de su vida”.
Aquella gran mujer, Lupita, luchadora y forjadora del destino de sus hijos, ejemplo de la mujer rural michoacana murió en julio de 2018. Durante el sepelio, el mariachi tocó tres canciones rancheras que dicen: “está sellado por destino que tú serás mi compañera y que iremos por un camino, hasta que alguno de los dos se muera. . “. (así sucedió); otra: “que nos entierren juntos en la misma tumba y de ser posible en el mismo cajón, que estemos frente a frente para darnos besos. . “ (tal como ocurrió); y la tercera: “las golondrinas”, que volando fueron a despedir a aquella gran señora. Por lo pronto, la bonita casa en Chaparaco quedó vacía, teniendo como únicos moradores con derecho de piso, a las golondrinas que vivieron siempre con ellos como parte de la familia, igual que lo hicieron en la primera casa que tuvieron en Atecucario. FIN.
“La casa de las golondrinas”, editorial “Yo publico”, 2021. El autor de la reseña es el escritor de la novela.