* Si carecemos de la verdad, es imposible vivir libres. Mienten, porque no quieren que los conozcamos, porque saben que hicieron y hacen daño, y fueron y son irresponsables
Gregorio Ortega Molina
La narrativa del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, la del acceso al Primer Mundo, está inconclusa, la truncó el protagonista al negarse a comprender que el poder nunca resuelve el estado anímico de quien lo detenta. Resultó víctima de la nostalgia, porque se resistió a dejar de ser el centro de su mundo.
Él mismo dio la espalda a su propio proyecto, porque de ninguna manera quiso irse. Tuvo celos de su hermano Raúl, pero sobre todo sufrió la envidia de su propio hijo político, no soportó que Luis Donaldo Colosio fuera el nuevo sol. Fue irresponsable al descuidar su propia sucesión, porque se negó, hasta la muerte de su amigo, a entregar el poder de la presidencia imperial.
Marco Rascón redacta, a nombre de Carlos -o se presta para firmarlo él y ocultar la identidad del verdadero autor-, una carta a Raúl. (luego hablaremos sobre la verdad). Está fechada en Monterrey el 2 de marzo de 1995. ¿Serán ciertos los sentimientos y frustraciones mostrados en ella? ¿Quién lo sabe? Sólo Carlos. Se dirige a su hermano mayor. Parece la pluma de quien tuvo todo el poder.
“Te escribo desde casa de doña Rosa, pues lo que ha hecho Ernesto no tiene nombre y ahora estamos en guerra. Seguramente se lo aconsejaron entre el intrigante de Hank y López Portillo, el teórico de la nostalgia, defensor de la ley de los viejos caudillos sexenales, del chocar para estabilizar. Esta venganza es una réplica de lo que hicimos con La Quina y Legorreta aquel verano del 89…
“Basta simplemente que comparen entre yo y Ernesto para que, en poco tiempo, miles se levanten para recibirnos, para pedirnos el regreso. No tengo dudas, hermano, de que esta pesadilla es sólo la expresión de la miseria humana que arrastramos, cuando alguien como yo atrae el éxito y lo convierte, para millones, en algo posible y cotidiano”.
Aquí es oportuno evocar esa entrevista que Lolita Ayala hace a Cecilia Salinas en Los Pinos, momentos antes de que la familia en pleno se traslade a la Cámara de Diputados para escuchar el V Informe de Gobierno.
– ¿Qué es lo que más te gusta de este día?
-Ver cómo mi padre regala a los mexicanos.
Pareciera que la verdad es una percepción, una imagen, y no un absoluto, como el tiempo. El término es comprobable, de lo contrario rebasa las limitaciones del entendimiento humano y alcanza los niveles de la fe.
Novelistas, poetas, políticos, han deformado y transformado la pureza de la acepción de esa palabra unívoca: VERDAD.
En la biografía que Stefan Zweig escribe de Montaigne, está otra aportación a la percepción de la verdad: “Sólo aquel que tiene que vivir en su alma estremecida una época que, con la guerra, la violencia y las ideologías tiránicas, amenaza la vida del individuo y, en esta vida, su más preciosa esencia, la libertad…”.
Si carecemos de la verdad, es imposible vivir libres. Mienten, porque no quieren que los conozcamos, porque saben que hicieron y hacen daño, y fueron y son irresponsables.
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