* Enterrar el neoliberalismo es sólo un buen deseo, nada más retórica política, control de daños. Lo que se requiere es revisar el concepto y la manera de instrumentarlo, para evitar las desviaciones y el desastre de la autofagia. ¿Podrán comprenderlo las divergencias Georges Soros y Noam Chomsky? Ojalá
Gregorio Ortega Molina
Si no todos, sí demasiados dan por muerto al neoliberalismo como instrumento de desregulación económica, globalización y libre mercado. Deseo coincidir con esa mayoría, porque estoy consciente de que los resultados logrados desde hace seis lustros son de horror. La manera en que ha subido el número de pobres dice lo mal que se ha gestionado y lo mucho que los integrantes de las diversas sociedades nos hemos dejado.
Considero que evaluar el futuro, o no, del neoliberalismo, debe partir de saber, con certeza, si es génesis o consecuencia. ¿Un producto derivado o una obra de arte única y pervertida? Adelanto una conclusión que, quizá, debiera ser la última. Los responsables del saldo de esta gestión económica somos los electores de todo el orbe, porque torpemente elegimos exigir primero nuestros derechos, un lugar de cumplir cabalmente con nuestros deberes. El Covid-19 nos pone un ejemplo fácil: evitar el contagio es nuestra responsabilidad, inicia con la higiene que debemos procurar de nosotros mismos, aunque a los gobiernos corresponde, por mandato, informar con claridad y verdad sobre lo que ocurre, proveer de esos servicios básicos que son el agua, la comunicación y la salud. Exigirlos y hacer uso de ellos es nuestro deber.
Pero regresemos a la pregunta adecuada y original, para ofrecer una respuesta aproximada. El neoliberalismo es consecuencia directa, o resultado, si se prefiere, de la aparición de Internet y la comunicación instantánea. Lo que he llamado desde hace 15 años Revolución Cibernética. Los gobiernos y las sociedades se administran de manera diferente desde la aparición de ese concepto que todo lo cambia: el tiempo real. Sin la comunicación instantánea, sin el conocimiento -segundo a segundo- supuesto o verdadero de lo que sucede y la manera en que los gobernados nos comportamos, la globalización y el neoliberalismo como instrumentos de gestión política permanecerían en el cajón de los proyectos por realizar.
Supongo, entonces, que la desaparición, entierro, exequias o nulificar el neoliberalismo pasa por dos opciones iniciales y divergentes. La desaparición del tiempo real, de la comunicación instantánea, del concepto de Internet para regresarlo a su uso militar, lo que se traduce en cancelar el mundo digital para regresar al ámbito analógico, a las fronteras cerradas, al nacionalismo que no concibe relación con el mundo, o como sucede en la República Popular China: el control absoluto, total, de Internet y lo llamado redes sociales, lo que es una solución parcial, pues esa nación sin este modelito económico no estaría poniendo al mundo de rodillas, al menos desde el punto de vista comercial y de deuda externa.
Enterrar el neoliberalismo es sólo un buen deseo, nada más retórica política, de control de daños. Lo que se requiere es revisar el concepto y la manera de instrumentarlo, para evitar las desviaciones y el desastre de la autofagia. ¿Podrán comprenderlo las divergencias Georges Soros y Noam Chomsky? Ojalá.
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