* ¿Cómo, entonces, el apartidista candidato del PRI puede aseverar, con todas sus letras, que AMLO es un fantasma fiscal? ¿Lo deduce, tiene información que en realidad no debiera poseer, o sólo recuerda lo que solicitó como secretario de la Hacienda y Crédito Público para satisfacer su curiosidad?
Gregorio Ortega Molina
José Antonio Meade carece de la habilidad retórica suficiente para hacer uso político de información privilegiada. Olvida que las palabras no son cifras, ni los conceptos o ideas son estadísticas.
Si un mexicano de a pie acude al SAT por la libre en busca de información acerca de un político, un deudor personal, un empresario felón, se la niegan, ha de hacerlo a través del INAI, y no siempre obtendrá lo solicitado, pues conocer de los créditos fiscales y la condonación de impuestos está vedado por lo que significa y dice de las complicidades entre el gobierno y los privilegiados del fisco.
¿Cómo, entonces, el apartidista candidato del PRI puede aseverar, con todas sus letras, que AMLO es un fantasma fiscal? ¿Lo deduce, tiene información que en realidad no debiera poseer, o sólo recuerda lo que exigió como secretario de la Hacienda y Crédito Público para satisfacer su morbo político?
El asunto se complica, porque siendo apartidista su curiosidad también pudo ser motivada por el tren de vida y lo que se dice de otros funcionarios públicos, e incluso el presidente del partido que lo postula a la candidatura presidencial.
Pudiera resultar que los expedientes fiscales son más peligrosos que las supuestas carpetas políticas que en su momento acumularan en la extinta DFS o en la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales, o en la Sección Segunda de la Defensa. Resulta, por la vía de los hechos, que el SAT tiene instrumentos más poderosos de coerción política, que las escuchas telefónicas, las intervenciones en las redes sociales espiadas, o los “seguimientos” -nunca espionaje, sostiene Alfredo Navarrete- de los agentes del CISEN a los candidatos.
No es gratuita la afirmación de José Antonio Meade, de algún lado obtuvo esa idea de que AMLO es un fantasma fiscal, lo que ha de haber obligado a muchos empresarios a levantar la ceja, pues si los opositores al gobierno son ventaneados fiscalmente, en cualquier momento a ellos puede ocurrirles lo mismo, si adquirieran la peregrina idea de no estar de acuerdo con las políticas públicas del gobierno, de ese mismo gobierno que ahora en muchos casos les solicita, con humildad, <<cuotas>> para asegurar sus contratos.
Quienes tenemos interés en esta nación, debemos recordar algo de esas veinte lecciones del siglo XX que nos regala Timothy Snyder: “… al informar de los actos de violación de la privacidad como si se tratara de una noticia, los medios dejaron que algo distrajera su atención de los verdaderos acontecimientos del día. En vez de informar sobre la violencia de derechos básicos, nuestros medios de comunicación prefirieron satisfacer tontamente la curiosidad intrínsecamente obscena que sentimos por los asuntos de los demás…
“… estamos participando en la demolición de nuestro propio orden político. Y por cierto, puede que a nosotros nos parezca que sólo hacemos lo mismo que todo el mundo”, puntualiza en Sobre la tiranía.
Puede ser que el presidencialismo resista un sexenio más, pero herido de muerte.
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