*Es tiempo de que nos demos cuenta de que este presidente nunca asumirá las consecuencias de sus dichos y sus actos. Da la espalda a su propia historia
Gregorio Ortega Molina
Imposible saber lo que ocurrirá durante 2024. Lo que sí puede determinarse es el costo social y político como consecuencia de la pandemia y resultado de ausencia de proyecto de nación de la 4T. ¿Ideológico? ¿Político? El santo patrono de esta enfermiza desventura declaró, el 16 de agosto último, que se empeña en reeducar a los mayores.
Es momento de preguntarnos quiénes asumirán la responsabilidad de las consecuencias, y si la sociedad -sin representantes populares, líderes sociales, administradores públicos honrados y honestos, jueces intachables- podrá organizarse para exigir cuentas, reclamar transparencia, pues es público y notorio que vivimos en el reino de las adjudicaciones directas, de la tolerancia a los familiares del primer círculo, de la opacidad en los resultados de las rifas y remates, porque se sabe que, al menos, a un hospital no se le entregó su premio obtenido en la rifa del avión.
Pero lo más grave -Raymundo Riva Palacio la hizo pública con pelos y señales-, la desaparición de vacunas anti Covid-19, que valen, al menos, algunos miles de millones de pesos. ¿Alguien asumirá la responsabilidad? No le den vueltas, en su momento harán la campañita necesaria para denunciarla como fake news. ¿Para qué chingaos sirve el poder, si no?
¿Habrá pensado Carlos Salinas de Gortari en las consecuencias de haberse servido de Andrés Manuel, prohijarlo en su actividad proselitista, alimentarlo económicamente a través de Manuel Camacho, para que ocupara el Zócalo y levantará el plantón cuando así convenía al poder?
¿Y el costo de la democrática decisión tomada por Ernesto Zedillo, para instruir al Instituto Electoral del Distrito Federal que diera como válida el registro de residencia de ese mismo Andrés Manuel, y pudiera competir por la jefatura de gobierno de esta ciudad?
Comodino e irresponsable el presidente de la República, porque se aviene a las torceduras legales cuando lo benefician, y las rechaza con todo el peso de su poder cuando obstruyen sus proyectos, por lo regular construidos al margen del mandato constitucional y en contrapelo a muchas normas legales.
Imposible eludir la cita a Simone Weil: “Richelieu, con una claridad intelectual frecuente en su época, definió luminosamente la diferencia entre moral y política, problema en torno al cual se ha sembrado tanta confusión después. Más o menos vino a decir: debemos guardarnos de aplicar las mismas reglas para la salud del Estado y la del alma; pues la de ésta se obra en el otro mundo, mientras que la del Estado tiene lugar exclusivamente en éste”.
Pero claro, Richelieu era integrante de la mafia del poder, aspiracionista, formado en una educación ajena a ese pueblo bueno y sabio que ha de ser responsable de avalar las decisiones de los que mandan, acatarlas y nunca cuestionarlas, pues es el camino que Andrés Manuel ha elegido para nosotros, los mexicanos de a pie.
Es tiempo de que nos demos cuenta de que este presidente nunca asumirá las consecuencias de sus dichos y sus actos. Da la espalda a su propia historia.
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@OrtegaGregorio