* Imposible medir anticipadamente el costo real de la imprudencia de no respetar la ley ni la voluntad de los mexicanos, y considerar que el poder, la banda presidencial es el mayor Detente, que lo protegerá de ese maligno que lo ha acechado toda su vida, desde su llegada al pesebre de Macuspana.
* Consecuencias habrá, de uno y otro lado, porque es tal la manipulación informativa, tal el control que confieren los plásticos del bienestar, que nadie quedará contento, sobre todo después de seis años de ocultar la realidad y garantizar que los suyos permanecerán impunes, con o sin acta de defunción social y política
Gregorio Ortega Molina
Manuel Andrés López Obrador llegó a su límite. Carece del poder necesario para determinar cómo y por qué falleció Dante Emiliano en su Paraíso, Tabasco, sin importar los peritajes de la procuración de justicia, aunque todavía es capaz de instruir que se reconstruya un acta de defunción, cualquiera, la de quien sea.
El mantra sobre el cual edificó su campaña política en 2018, y ocasionalmente nos recuerda, es tergiversado todos los días, pues no hay conferencia matutina en la que no mienta, no traicione y no “robe” la paz y tranquilidad de los mexicanos. Se encargó de desposeernos de lo más preciado en la República: la empatía, la solidaridad social, la confianza entre los gobernados, para juntos construir de verdad un México bueno y sabio.
Todo lo ha pervertido para infatuarse con sus supuestos aciertos desde el gobierno. El, el presidente de la República, es el único poseedor de la verdad, aunque -como indica Pablo d’Ors en Biografía de la luz: “… Pero la propuesta cristiana es inequívoca: para llegar a ser quien verdaderamente eres, debes primero perder a quien ahora crees que eres. Sin este movimiento de pérdida, la dinámica del espíritu no se desencadena”.
Durante las primeras 72 horas del mes de junio próximo, podremos ser testigos de la auténtica voluntad de transformación del presidente mexicano, y qué tanto ama realmente a este país tan desacertadamente gobernado por él. “Quien se vacía de sí mismo, llora; quien llora, limpia sus ojos y ve la realidad, quien ve mansamente lo que hay, ve también la sobra y la injusticia”, anota el sacerdote d’Ors, y nos orienta para intentar conocer, durante esas horas cruciales, si Manuel Andrés López Obrador sabe del costo que hereda a México, tras mangonear al país desde su infinita soberbia.
Imposible medir anticipadamente el costo real de la imprudencia de no respetar la ley ni la voluntad de los mexicanos, y considerar que el poder, la banda presidencial es el mayor Detente, que lo protegerá de ese maligno que lo ha acechado toda su vida, desde su llegada al pesebre de Macuspana.
Consecuencias habrá, de uno y otro lado, porque es tal la manipulación informativa, tal el control que confieren los plásticos del bienestar, que nadie quedará contento, sobre todo después de seis años de ocultar la realidad y garantizar que los suyos permanecerán impunes, con o sin acta de defunción social y política.
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RESULTADOS ELECTORALES. Será crucial, para la paz de México, la vigilia del dos al tres de junio. Algunas posibilidades hay de que la oposición se haga con la residencia sexenal en Palacio Nacional, pero lo más seguro es la reacción, el “pancho” y la conculcación de la voluntad electoral, por parte de la 4T, de verificarse un mínimo triunfo de Xóchitl Gálvez. Durante esas horas, Manuel Andrés López Obrador hará suyo (políticamente hablando) el último deseo de ese niño de Paraíso, Dante Emiliano: ¡No me quiero morir! Los sufragios tienen la última palabra.
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