* Es vital que la economía se recupere, que sean superados los errores del peñato, con la idea de que adictos y narcotraficantes satisfagan sus propias necesidades, y así no rieguen las calles con sangre
Gregorio Ortega Molina
El mercado del narcotráfico se rige bajo las mismas normas económicas que cualquier venta de bien o servicio, salvo que es ilegal. En cuanto deja de haber dinero en las calles, en cuanto la astringencia en los presupuestos daña a los consumidores y distribuidores de estupefacientes, lo normal es que la estrategia de venta se reorganice, con imaginación y, ¿por qué no?, con la violencia que requiere este trasiego.
Es hora de preguntarnos ¿de dónde percibimos los habitantes de la Ciudad de México, la imagen e idea de vivir incontaminados por la violencia del narco y otras actividades de la delincuencia organizada? Lo ocurrido en el Haven, más el creciente número de ejecuciones en Tepito, Tláhuac e Iztapalapa, debieron abrirnos los ojos.
Desde hace unos días los periódicos, las páginas de Internet y los noticiarios insisten en colocarnos en la realidad. Afirman que “la Ciudad de México vive en medio de la violencia; amanece con muertos con mensajes, victimarios que se desplazan y huyen a toda velocidad en motonetas, armas de alto calibre y la creciente protección de una impunidad cuya fuerza y origen se intuye, pero se desconoce.
“Las cifras son de 123 cadáveres en 145 días del año. Sólo en mayo (hasta el día 28) fueron 39 ejecuciones; es un fenómeno similar a lo ocurrido en otros momentos en distintas ciudades del norte del país, como Ciudad Juárez y Tijuana, cuando comenzaban sus crisis de violencia y el dominio del narco, indica Ernesto López Portillo, secretario técnico del Foro Mexicano para la Seguridad Democrática”.
¿Por qué? Los cárteles que operan en la ciudad de México permanecieron respetuosos de los acuerdos establecidos y dentro de los territorios asignados por ellos mismos. En cuanto la crisis económica que padecen los mexicanos, y el mundo, afectó el consumo de estupefacientes del área metropolitana, lógico resulta pensar que los “patronos” de la narcodelincuencia no permanecerían de brazos cruzados y buscarían mantener su nivel de ingreso, no en una disputa territorial, sino en la expansión del mercado: van por el consumidor donde lo encuentran. No están interesados en controlar calles ajenas, pero están urgidos de acrecentar el consumo de su veneno.
Ahora que esto ocurre las autoridades salientes y entrantes de la Ciudad de México no podrán ocultar lo negado como norma; la violencia entrará en espiral, porque la crisis económica afectará a todos los sectores, incluso a la delincuencia organizada, y ésta quitará los bozales a sus perros del mal, porque si no los pueden alimentar dejarán que lo hagan como Dios les dé a entender, con tal de no perderlos.
Es vital que la economía se recupere, que sean superados los errores del peñato, con la idea de que adictos y narcotraficantes satisfagan sus propias necesidades, y así no rieguen las calles con sangre.
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