* Lo que se propuso fue una reforma administrativa del sistema educativo, nada que ver con los contenidos y métodos para determinar si a la historia nacional le reforzamos o no la formación anímica y cultural de los conceptos de patria e identidad, o todo lo cedemos a la globalización y esa idea equívoca de que lo universal está reñido con lo local
Gregorio Ortega Molina
La primera reforma educativa de que tengo memoria fue promovida por Luis Echeverría Álvarez e instrumentada por Víctor Bravo Ahuja. ¿Cuántas desde entonces? Ahora nos anuncian otra, y además sujeta a consulta popular.
Este no es un país de tontos ni deficientes culturales. Hace años que jóvenes mexicanos ganan premios en las contiendas internaciones de conocimiento y, además, aportan ingeniosas creaciones para facilitar el desempeño de ciertas tareas, mejorar las condiciones de salud y hacernos más amable la vida. Alberto Abed, cuando fue propietario y mero mero de TAESA, me contó que una de sus principales fuentes de ingresos se la proveían los ingenieros y mecánicos de aeronáutica que trabajaban para él en los Jobs de su propiedad instalados en diversas partes del orbe. Obvio, todos mexicanos.
Pienso en que quizá nuestro sistema educativo nos parece deficiente, porque los egresados de carreras universitarias o técnicas, e incluso nuestros hábiles artesanos o talacheros, plomeros y electricistas, ven cerradas sus aspiraciones porque no hay empleos. Se preparan para no hacer nada, mejor que quedar amarrados al outsourcing.
En las páginas oficiales sobre el tema, se nos indica que lo instrumentado durante el peñato como reforma educativa, quiso “fortalecer el papel de la educación para reducir las desigualdades sociales, ser incluyente y destinar mayores recursos a las zonas más pobres del país, además de garantizar la educación pública laica, gratuita y obligatoria.
“Este marco jurídico tiene el objetivo de lograr que los alumnos tengan mejores maestros, que estén más tiempo en los planteles para que su formación sea más completa, que tengan acceso a alimentos sanos y nutritivos, que cuenten con mejores libros de texto y materiales educativos, y que las escuelas tengan instalaciones adecuadas y en buen estado”.
Lo que instrumentaron fue una reforma administrativa del sistema educativo, nada que ver con los contenidos y métodos para determinar si a la historia nacional le reforzamos o no la formación anímica y cultural de los conceptos de patria e identidad, o todo lo cedemos a la globalización y esa idea equívoca de que lo universal está reñido con lo local.
¿Dónde queda la formación de esos parámetros éticos y morales que permitan identificar la corrupción en todas sus formas y expresiones, o habiliten a los adolescentes transformados en ninis, con los recursos intelectuales necesarios para no ceder a la necesidad de comer del dinero de los narcotraficantes?
¿Incursionarán en lo modificación de las pautas publicitarias, que sólo despiertan codicia y deseo de poseer a cualquier costo y precio? ¿Dónde asociaciones como A Favor de lo Mejor?
¿Consulta popular? Todos tenemos en la cabeza una manera muy particular para instruir y formar a nuestros hijos, pero sólo los expertos saben de la manera de lograrlo.
La escuela pública, mixta, laica, interclasista, igualitaria y de calidad es el pilar primordial de cualquier sociedad avanzada. Que el proyecto constitucional la considere prioritaria no es un capricho. Es su obligación.
Pero ni importa, lo que sueñan es descentralizar, ya lo avisó Esteban Moctezuma: él va a despachar en Puebla a partir del 1° de diciembre. Lo sustancial, a la basura.
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