* En esencia aún nada lo ata a la historia y al gobierno, pero a partir de que asuma la jefatura del Estado, de que se asiente en la silla del águila, la realidad imaginada cederá su lugar a la realidad real
Gregorio Ortega Molina
Las instituciones de gobierno se enriquecen con la experiencia de los hombres que las dirigen, con las normas legales que las fortalecen y actualizan al transcurso del tiempo y ante eventualidades y transformaciones sociales y políticas. La vida en la República no es y no puede ser estática, ni estética.
El triunfo de AMLO renueva esa aspiración insensata de resucitar el presidencialismo enriquecido por Plutarco Elías Calles y perfeccionado por Lázaro Cárdenas, el general. Su sello de identidad fue la munificencia, y hoy no hay, punto, se acabó desde que iniciaron la venta de los activos del Estado, y los recursos fiscales son insuficientes para dar y prestar, sin descuidar el desarrollo social, el precario equilibrio entre el bienestar y el poder económico.
Me azora que José Antonio Crespo, en su texto de El Universal del 20 de agosto último sugiera el impulso de una República de Weimar a la mexicana, con la posibilidad de restablecer la gobernabilidad y recuperar parte del proyecto originario que dio vida a la nación con el andamiaje constitucional de 1917, tan reformado y violentado. ¿Cuántos cumplen el mandato? ¿Cuántos piensan en el Estado antes que en sus proyectos personales? ¿Cuántos han tenido la flexibilidad de conciencia para no caer en la tentación de la realidad imaginada e imponer, por ley, el respeto a la realidad real?
¿Podría AMLO convocar a un <<revival>> de la Comisión Nacional Tripartita con tal desequilibrio entre los factores de la producción? Los sindicatos son una caricatura de lo que deben ser, para tranquilidad de los patrones y para satisfacción de las empresas extranjeras que aquí pagan salarios de risa frente a los que debieran cubrir en sus países de origen.
La Constitución impone mandato y da normas a la institución presidencial, pero en cuanto a las facultades metaconstitucionales que la enriquecieron, como remite al poder que convirtió al Presidente de la República en árbitro definitivo de toda disputa, en lo que refiere a esa fuerza para imponer la voluntad del Estado sobre el capricho, requerimientos o necesidades de los poderes fácticos, pues ni manera de restablecerla. No por falta de ganas, sino que al perder la munificencia lo disminuyó, lo degradó, lo ninguneó.
AMLO actualmente disfruta de su permanencia en los cuernos de la luna, porque todavía no adquiere ninguna responsabilidad constitucional, todavía es ajeno al mandato que lo obliga a gobernar de acuerdo a la norma y a sujetarse a la ley, y puede darse el lujo de titubear, de convocar a referéndums o consultas populares y convencer a EPN de promover la legislación que recree la SSP federal, porque en esencia aún nada lo ata a la historia y al gobierno, pero a partir de que asuma la jefatura del Estado, de que se asiente en la silla del águila, la realidad imaginada cederá su lugar a la realidad real.
Es entonces cuando empezaremos a ver y a sentir el verdadero empeño por hacer una regeneración nacional, por impulsar la IV transformación de México.
www.gregorioortega.blog