IV
* Debemos preguntarnos, entonces, para qué la Fiscalía Anticorrupción. El rancho y la casona de ayer y las casas de hoy tienen un mismo origen: la debilidad humana, la falta de templanza, que convierte al político en un ser fácilmente corruptible. Hoy el caso es terriblemente grave, porque las comisiones se convirtieron en un verdadero derecho de piso, a similitud de la actividad de la delincuencia organizada
Gregorio Ortega Molina
José López Portillo, que aspiró a ser un hombre del Renacimiento, se redujo, él mismo, a artífice de la simulación. Supo engañar a su “amigo” Luis Echeverría Álvarez, le sacó el poder y se llevó a la hija de Luis Vicente a la cama. No contento, poco le importó perjudicar a Jorge Díaz Serrano, para proteger a Alicia, su hermana.
La mejor muestra de su carácter es una perla del trabajo periodístico de Miguel Ángel Granados Chapa, que puede ser antecedente directo del hecho por el equipo de Carmen Aristegui sobre la Casa Blanca.
Al texto de Granados Chapa, El rancho de Tenancingo, publicado en unomásuno, el entonces presidente de la República respondió:
Como en un espejo, su artículo El rancho de Tenancingo, me hizo ver reflejada mi imagen en la opinión del pueblo de mi patria.
Y he resuelto no caer en la tentación.
En ella no hay nada prohibido y lo que no está prohibido en un sistema legal como el nuestro está permitido.
La tentación es grande: un grupo, numeroso, de amigos del Estado de México, pone a mi disposición un rancho de alrededor de 60 hectáreas, 20 de ellas de ladera cultivable con riego y, el resto, de montaña y barrancos propicios para actividades que me son gratas: tiro de pistola, rifle, flechas, carrera, escalación, paseo. Consta de caballerizas, pequeña alberca y gimnasio, cancha de tenis, cabaña para pintar y amplias instalaciones de casa y servicios.
Le confieso que nunca en mi vida había tenido el sentimiento de propiedad. Suena cursi, pero nunca me han interesado los bienes materiales. Claro, como todo ser humano, busco seguridad para los míos. Sin embargo, la hermosura del Valle de Tenancingo, pleno de recuerdos de mi adolescencia, y las propias características del rancho, despertaron mi instinto de propiedad. Me dio un poquito de vergüenza y así se lo dije a mis hijos, que estaban encantados con el sitio.
Es ideal como refugio de un hombre sin porvenir en México: un ex presidente. La idea de vivir en ese lugar, aislado, para ser el mejor ex presidente de México, es muy tentadora.
He ido varias veces al rancho y recorrido a caballo sus alrededores. El microclima es una gloria y los senderos y paisajes bellísimos.
Pero tiene usted en su sinceridad y valor, con la corriente de opinión que significa, plena razón.
Aunque es grande la tentación, con verdadera tristeza de presunto propietario rural, he resuelto no aceptar la donación. No está formalizada y sólo espero que esta decisión no ofenda y ni siquiera moleste, a la generosidad interesada de un grupo de amigos que han pensado que merecía yo un refugio como ése.
Hasta aquí el difunto ex presidente, que omitió señalar que la “donación” estaba formalizada, como lo hace constar Humberto Musacchio en Granados Chapa, un periodista en contexto.
Pero no es todo, pues nunca ha quedado claro el origen y mantenimiento de la casona de Cuajimalpa, conocida como La colina del perro. Sin embargo, Mercurio, el mensajero de la información, cuenta que fue un discreto obsequio del profesor Carlos Hank González, quien siempre veló por las necesidades económicas de su amigo, como en su momento lo hizo el ingeniero Jorge Díaz Serrano.
Debemos preguntarnos, entonces, Fiscalía Anticorrupción, ¿para qué? El rancho y la casona de ayer y las casas de hoy tienen un mismo origen: la debilidad humana, la falta de templanza, que convierte al político en un ser fácilmente corruptible.
Hoy el caso es terriblemente grave, porque las comisiones se convirtieron en un verdadero derecho de piso, a similitud de la actividad de la delincuencia organizada.
Insisto, entonces, que si le corrupción a lo grande llegó con el boom petrolero, sólo se irá cuando reformen al Estado y gobiernen con un modelo político distinto.
Nuestros políticos se niegan a aprender del pasado reciente, insiste Mercurio, y afirma: “La televisión y los medios mostraron al licenciado José Andrés de Oteyza, secretario de Patrimonio y Fomento Industrial y presidente del Consejo de Administración de Pemex, tomando las riendas de la industria petrolera.
Se plantó en medio del escenario petrolero mundial y declaró que subiría los precios del petróleo mexicano en dos dólares. ‹‹Al cliente que no lo aceptara no se le volvería a vender››. Como consecuencia de ello perdimos la mayor parte del mercado de exportación y se desplomo nuestra economía. Las carcajadas de los árabes que se quedaron con nuestro mercado resonaron hasta el infinito”.
El desaguisado con Trump es un reflejo de esa soberbia.