* Si mi hipótesis es correcta, estamos ante un reacomodo de personas que durante años desearon hacerse con el poder, y lo lograron -como lo muestra lo que será el resultado de la tómbola judicial-; poco les importa la administración pública, lo que les interesa es el quehacer político y las puertas que al llegar a la cúspide del poder y con la representación popular se abren para ellos y sus familias. Dirán adiós a la pobreza. Son los cimientos de una nueva clase social que estará en la cima, al menos hasta que transitemos al siglo XXII
Gregorio Ortega Molina
Las consecuencias de la actual disputa por el poder son imprevisibles y, por lo mismo, incalculables. Es un error creer que se limita a un pleito por escaños, curules, juzgados, secretarías de Estado, y todos los cargos y encargos imaginables, como las magistraturas y, sobre todo, la administración de justicia.
Dejaron sutileza, imaginación e inteligencia de lado, para transformarlo todo en el juego de la silla, en un quítate tú, para que me ponga yo. Tuvimos una oportunidad que se pervirtió de inmediato, cuando Acción Nacional intentó hacer del servicio civil de carrera un requisito para convertirse en administrador público, que fue cuando los panistas decidieron que la única exigencia real era pertenecer a su club político. Los priistas fueron incluyentes.
Hoy estamos ante el peor de los escenarios posibles: un reordenamiento de personas, que no de ideas ni proyectos. Me explico. Gracias a Jorge Meléndez Preciado, conocí, escuché y evalué la personalidad de Ricardo Monreal como distinguido miembro del PRI. A Javier Corral Jurado, connotado representante de Acción Nacional. Ambos, frustrados en ese momento, con el calzado sucio y agujeros en las suelas, y los puños de las camisas luidos. Externos los signos de su frustración.
Hoy, para ambos y muchos como ellos, el panorama es distinto. El asunto no es definitivo, pero es definitorio. Dejó anotado C. Wright Mills en La élite del poder: “Puede considerarse también a las personas de los altos círculos como miembros de un estrato social cimero, como una serie de grupos cuyos individuos se conocen entre sí, se relacionan entre sí en la vida social y en la vida de los negocios, y así, al tomar decisiones, se tienen en cuenta unos a otros. De acuerdo con esta concepción, la élite se considera a sí misma, y es considerada por los demás, como el círculo íntimo de las clases sociales (léase políticas)”.
Si mi hipótesis es correcta, estamos ante un reacomodo de personas que durante años desearon hacerse con el poder, y lo lograron -como lo muestra lo que será el resultado de la tómbola judicial-; poco les importa la administración pública, lo que les interesa es el quehacer político y las puertas que al llegar a la cúspide del poder y con la representación popular se abren para ellos y sus familias. Dirán adiós a la pobreza. Son los cimientos de una nueva clase social que estará en la cima, al menos hasta que transitemos al siglo XXII.
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