* Salen a buscar a sus padres, emigran, recorren los caminos de México porque desconocen que puede existir un destino más negro que el garantizado por familiares abusadores
Gregorio Ortega Molina
Leer ensayos y novelas y además ver documentales y películas que abordan el caso de la pederastia, de los niños y niñas abusados por adultos enfermos, por familiares desviados del cerebro y de la condición humana, desconocedores de las emociones básicas que garantizan la vida, destruye el ánimo de los más pintados para enfrentar al mundo.
El problema se magnifica porque niñas y niños se mueven solos por el mundo. El fenómeno de la migración se acelera y se multiplica como una respuesta elemental al hambre, la inseguridad, la certeza de muerte de permanecer en la patria, en el Estado que debiera garantizar protección, seguridad y empleo a las madres y padres de familia. Huyen por miedo.
Al perderse la voz, la presencia, el afecto y halo protector de los progenitores, los parientes “cercanos y confiables” que dieron cobijo a los críos, en muchos casos y muy pronto los convierten en víctimas de sus pulsiones sexuales insatisfechas, de su alcoholismo, de su brutalidad, de esa ignorancia que los convierte en primates.
Los niños que se quedaron sin padres o que nada saben de ellos, se mueven, emigran o se van a las calles, donde el riesgo de ser humillados y ultrajados crece, pero que no se compara al abuso cometido por quienes tienen la obligación familiar de protegerlos. Dicen muchos de ellos que es preferible el arroyo al Infierno seguro de un hogar que no es el suyo.
Salen a buscar a sus padres, emigran, recorren los caminos de México porque desconocen que puede existir un destino más negro que el garantizado por familiares abusadores.
Allí está la información que nunca, jamás, es desmentida: “El cambio en la política de seguridad por parte de las autoridades mexicanas, a partir de diciembre de 2006 ha generado mayor número de niños, niñas y adolescentes desaparecidos. De acuerdo con datos del Registro Nacional de Personas Extraviadas y Desaparecidas (RNPED), de la Secretaría de Gobernación, hay 5 mil 486 menores (de recién nacidos a 17 años) en esa condición, y 98.2 por ciento de los casos han ocurrido en los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
La Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) detalló que el estado de México es donde más menores desaparecieron, con mil 281 casos, equivalentes a 23.3 por ciento del total. Le siguen Tamaulipas, con 9.2; Puebla, 8.5, y Nuevo León, 7.1”.
No es asunto de prestidigitación, tampoco se trata de un espectáculo de David Coperfield. Se trata de niños que, de pronto, dejaron de estar, de ser, de tener una oportunidad o, de plano, murieron.
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